CARTA No.100: ¿Por qué Satanás nos ataca con tanta fuerza?

Soy Juan, de México. Lo sigo a Ud. desde hace mucho tiempo. He leído casi todo lo que Ud. ha publicado sobre la Llama de Amor. Le agradezco mucho porque he aprendido harto. Tengo muchas preguntas de orden práctico. Le agradecería si me las respondiera. Gracias Juan por tantas preguntas. Otros hermanos también me han enviado un buen número. Haré lo posible por responderlas. / Pregunta: ¿Por qué Satanás nos ataca con tanta fuerza?

Respuesta. Basta ir a las Sagradas Escrituras para comprender el motivo del odio de Satanás no sólo a los seres humanos, sino en primer lugar a Dios y a toda su creación. El libro de la Sabiduría nos lo explica :«Porque Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su mismo ser; pero la muerte entró en el mundo por envidia del diablo, y la experimentan sus secuaces”. (Sab 2:23–3:1). La envidia es el sufrimiento que se experimenta cuando alguna persona a la que no amamos obtiene los bienes que se anhelan, se codician o se han perdido. Es el dolor por el bien ajeno. Cuando se ama a alguien nos alegramos de su felicidad y de su progreso. En el caso de Satanás el odio que experimenta en lo profundo de su ser está motivado por la envidia hacia Dios. El odio que experimenta hacia los seres humanos tiene su raíz en la pérdida que experimentó de su condición de Arcángel cuando se reveló contra su Creador. Nos odia con todo su ser porque Dios nos elevó a la condición de hijos en el Hijo (Jesucristo). El puesto que él y sus seguidores ocupaban en el Cielo lo ocuparemos nosotros. Somos imágenes vivas de Dios. Por naturaleza humana (carne y espíritu) somos débiles ante la naturaleza de los ángeles (espíritus puros). Aprovechándose de nuestra debilidad nos ataca por todos los medios para impedir que realicemos en esta vida la vocación que Dios nos ha dado.

Satanás espera que nos apartemos del Señor para esclavizarnos y hacernos experimentar toda la furia y odio que experimenta contra su Creador al que rehusa servir. Satanás quiere que rechacemos a Jesucristo, que neguemos a Dios, que nos postremos ante él y que lo adoremos como si fuera el Dios verdadero. Quiere que le rindamos culto. Es un ser totalmente ciego por la soberbia. Llegó al colmo de pedirle a Jesús que lo adorara (Mt 4,9). Cuando una persona es tentada por el diablo y le hace caso, se aparta de Dios por el pecado y cae bajo el poder de Satanás. El Demonio la persigue asiduamente para irla hundiendo cada vez más en la confusión mental y afectiva. Le quita la paz interior. Suscita en esta persona una serie de apetencias desordenadas que son las apetencias que los demonios experimentan en lo profundo de su ser. Así como Dios nos crea a su imagen y semejanza y nos comunica sus gracias Satanás comunica a sus víctimas toda su experiencia interior. Las hace “semejantes a él”. Las personas que caen bajo su poder se vuelven soberbias, orgullosas, violentas, arrogantes, ambiciosas de honores, de dinero, de poder. Son esclavizadas por los vicios más repugnantes como son la embriaguez, la lujuria, las desviaciones sexuales, el libertinaje, la gula, la envida, el odio, la insensatez…etc.

El objetivo de Satanás y de sus secuaces es rebajarnos a la condición de bestias y que el hombre sea infeliz ya en esta tierra para hacerlo infeliz después de la muerte y por toda la eternidad en el infierno. Su principal característica es la de ser mentiroso, engañador, taimado, fraudulento. Por eso se nos presenta siempre con la apariencia de bien. Busca en primer lugar confundir nuestra inteligencia, la ataca con ideas que parecen buenas y justas, pero que en realidad son erróneas. Después de la inteligencia va al corazón infundiendo en nosotros sentimientos de todo tipo para seducirnos. Aquí desempeña su papel el “efecto de gracia de la Llama de Amor” que ciega a Satanás y le impide seguir tentando a las personas. La Virgen nos ilumina el entendimiento y fortalece el corazón para que no caigamos víctimas de los engaños del Maligno. El efecto de gracia nos da la victoria en las tentaciones. No debemos tenerle miedo a Satanás y a los suyos porque no se trata de un dios que se oponga al Dios verdadero con igual poder. Se trata de una simple criatura con un poder limitado. Entre Dios y Satanás hay una distancia infinita. Dios es el único Señor que nos ama con el amor del mejor de los padres. Él nunca permitiría que Satanás nos hiciera el menor de los daños. Somos nosotros los que le damos poder al Demonio cuando voluntariamente nos sometemos a él por medio de nuestros pecados.

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