CARTA NO.75: HOMOSEXUALIDAD 7

No basta con enseñar a los niños que los actos homosexuales ofenden gravemente a Dios. Es necesario formar su corazón en el amor a Dios. El conocimiento intelectual es incapaz de defendernos por sí solo del pecado. San Pablo habla de la contradicción interior en la que vivimos como consecuencia del pecado original. En Rom 7,14-20 nos dice que aunque queremos hacer el bien, nuestros deseos egoístas no nos lo permiten: “pues en vez de hacer lo bueno que quiero hacer, hago lo malo que no quiero hacer”. Lo más importante es educar al niño para que desde lo profundo de su corazón crea en Dios, lo ame intensamente y recurra todo el tiempo a Él para obtener su ayuda. El Diario Espiritual nos enseña a establecer con Él una relación de amistad íntima que se traduzca en oración intensa. En los versículos 23 al 25 de ese capítulo siete San Pablo nos da la solución del problema: “Sinceramente, deseo obedecer la ley de Dios, pero no puedo dejar de pecar porque mi cuerpo es débil para obedecerla. ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, que me hace pecar y me separa de Dios? ¡Le doy gracias a Dios, porque sé que Jesucristo me ha librado!”.

La solución auténtica del problema de la homosexualidad, para todo hombre, está en Jesucristo. El mensaje del Inmaculado Corazón de María en el Diario Espiritual lleva a cada familia a organizarse en torno al Corazón de Jesús. En estos tiempos de ateísmo y de ataque frontal contra la religión el tema de la sexualidad se ha salido de control y se ha convertido para mucha gente en el “problema central de su vida”. Viven obsesionados por lo sexual como si no hubiera valores más importantes para la realización del destino del hombre. Los cristianos estamos llamados a ser testigos de Jesucristo para un mundo que cada vez más se precipita en la incongruencia. Cuando se niega a Dios se niega la Vida Eterna, se niega a Jesucristo. El pecado ya no existe. El Demonio y el infierno son un absurdo. No existe la Redención y la salvación. El hombre queda hundido en la imposibilidad de salvarse por sí mismo. Cuando la persona se centra en un valor periférico y se entrega absolutamente a conseguirlo, termina en la más profunda decepción. Es lo que pasa con la sexualidad. Los que se hunden en ella al final resultan hastiados y frustrados.

El Diario Espiritual nos lleva a asumir con seriedad la gran responsabilidad de nuestra salvación eterna. Tanto tiene que luchar el heterosexual como el homosexual para ser fiel a Dios y salvar su alma. En el fondo todas las “terapias” se reducen a una: obtener la gracia de Dios para hacer frente a las pasiones. Los que se definen como homosexuales no tienen por qué arrogarse el privilegio de sentirse especiales. Ante Dios lo que cuenta es la decisión de luchar contra el pecado y someterse a su divina Voluntad. Lo mismo tiene que luchar el que tiene tendencias suicidas obsesivas, como el alcohólico, como el tentado por adulterio, como el cleptómano, como el tentado por el orgullo y la soberbia, etc… La Iglesia es la que tiene en sus manos todos los medios para darnos la paz del corazón y del cuerpo. ¿Los utilizamos? ¿Oramos intensamente, ayunamos, asimilamos la Palabra de Dios, vivimos nuestro Bautismo y Confirmación, recibimos la Sagrada Eucaristía con frecuencia y como se debe? El matrimonio, ¿está fundado sobre la gracia del Sacramento? ¿Nos acercamos frecuentemente y con sinceridad al reconocernos pecadores ante el sacerdote y recibir el auxilio de la absolución?, ¿construimos en el interior de nuestros hogares las relaciones de caridad cristiana?, ¿Es Dios el primer valor de nuestra vida?

¿Estamos persuadidos de que esta vida es pasajera y que lo único verdaderamente importante es entrar después de nuestra muerte en la Vida Eterna? ¿Derribamos los ídolos de la ambición de dinero, de poder, de fama, de gloria, de vanidad para erigir el altar de Jesucristo crucificado en el centro de nuestra familia? ¿Cómo queremos dominar nuestras pasiones y gozar de la paz del corazón si hacemos a Dios a un lado? El fruto del laicismo, del ateísmo, del materialismo es la falta de paz en el corazón. Al quitar a Dios del centro de nuestra vida lo que nos queda es la incapacidad innata del hombre para solucionar sus problemas fundamentales. La gracia de la Llama de Amor tiene como fruto ayudarnos eficazmente a poner en práctica todos los elementos que nos conducen a la salvación eterna. Todo esto en medio de un combate sin tregua contra Satanás. Es necesario leer el Diario y ver en Isabel Kindelmann un modelo de esa lucha a muerte que debemos sostener cada día contra el príncipe de este mundo. Las tendencias homosexuales no son el principal problema del ser humano.

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