CARTA No.34 : ¿La Llama de Amor sirve contra la brujería?

Pregunta: Me llamo Rosalinda, vivo en Venezuela, en Cumaná, Estado Sucre, en la costa venezolana. Soy devota de la Llama de Amor y algo que me atormenta es que en la zona en que vivo todo mundo utiliza la brujería como medio para sobrevivir y para defenderse. ¿La Llama de Amor sirve contra la brujería?

Respuesta: Lo que Ud. señala, Rosalinda, es desgraciadamente algo muy común, no sólo en Venezuela, sino en todo el mundo. Era una de las más graves tentaciones del pueblo de Israel que había vivido inmerso en la cultura idolátrica y mágica de Egipto. Se trata del culto de adoración a Satanás. El recurso a los demonios para obtener beneficios, sobre todo económicos es realmente una entrega de la inteligencia, del alma, del corazón a los espíritus malignos. Por algo dice San Juan que el mundo entero yace bajo el poder del Maligno (1 Jn 5,19). Creo que este pecado es el más grave que puede cometer un bautizado porque va directamente contra la santidad de Dios. Es el que más ofende al Señor y el que peores consecuencias trae sobre las personas, las familias y el mundo entero. Es la “abominación de la desolación en el lugar Santo”. Muchísimas personas, por su ignorancia del contenido de la Fe, no comprenden esto. Piensan que recurrir al mundo demoníaco es algo sin trascendencia. Llevan una vida de total confusión en su interior.

Debemos huir de todo pecado, pero sobre todo de éste. Si todo pecado trae horribles consecuencias sobre el que lo comete, la Escritura nos dice que el pecado de idolatría y de adoración a los demonios a través de las artes mágicas de cualquier tipo es tan grave que Dios lo castiga en las generaciones sucesivas. Esto es una realidad aunque muchos lo quieran negar. Dicen que el pecado no se transmite y tienen razón. La culpa no se transmite porque el pecado es personal y no se puede transmitir. Pero no se trata aquí de la “culpa” sino de las “consecuencias de la culpa”. Los bautizados hemos sido rescatados por la Sangre de Cristo de este mundo de adoración a Satanás. Somos “nuevas criaturas”, hemos renunciado a servir al príncipe de este mundo, hemos sido “configurados a Cristo” por el carácter bautismal, somos hijos de Dios y templos vivos del Espíritu Santo. En el Señor encontramos nuestra paz y su divina providencia nos provee de todo lo necesario. Recurrir al mundo demoníaco para obtener el menor beneficio es una aberración, una total insensatez. San Pablo dice en 1 Co 6:18–19 que el pecado de fornicación queda influyendo en el propio cuerpo. “Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo”.

En realidad todo pecado, cualquiera que sea, tiene influencias sobre la mente, el corazón, la memoria, el cuerpo, el exterior. Sin embargo, cuando una persona recurre a las “magias”, cualquiera que sea, se abre por entero (inteligencia, sensibilidad, memoria, cuerpo, entorno físico) a la influencia directa de los espíritus malignos. La peor de las consecuencias es el oscurecimiento y endurecimiento de la inteligencia y del corazón. Es la frialdad hacia Dios hasta llegar al ateísmo práctico y al rechazo de Dios. En las familias católicas que practican cualquier tipo de recurso a las tinieblas se llega al colmo de participar en los sacramentos y al mismo tiempo de invocar a los espíritus malignos. Algo sacrílego y de tremenda gravedad. Es muy difícil liberar a las “familias” que por generaciones han estado metidas en las obras de las tinieblas. De generación en generación invocan a los demonios con sus prácticas de hechicería. Sienten en su interior la “llamada”, la “atracción” por todo lo que es esoterismo.

Entre las consecuencias secundarias de este pecado encontramos dolores de cabeza, del vientre, de diversas partes del cuerpo, enfermedades psíquicas (angustias, depresiones, tristezas inexplicables, desesperación, violencias, bipolaridad, psicosis, etc.), ruina material, mala suerte, ambiente familiar oscuro, deprimente, violento, etc. Muchísimas verdaderas posesiones diabólicas tienen aquí su origen. El Demonio se posesiona de las facultades mentales y físicas. El Demonio paga muy mal a quien bien le sirve. La gracia de la Llama de Amor en primer lugar protege a la persona y a la familia contra la influencia de los espíritus malignos. Hace huir a los demonios, nos ilumina la mente para que podamos rechazar estas prácticas, va curando y liberando de las consecuencias de estas prácticas. Nos lleva a vivir con sinceridad los sacramentos y a luchar con la oración contra Satanás. En ocasiones la influencia demoníaca es tan grande que hay que recurrir a las oraciones de liberación propiamente dichas y en los casos muy graves a los exorcismos oficiales de la Iglesia. Luche Rosalinda para evangelizar su entorno y hacerles ver lo grave que es recurrir a las “fuerzas” de las tinieblas.

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