BUSCAR LA SANTIDAD DE VIDA

El objetivo de la Devoción a la Llama de Amor es la santificación  de las familias, la transformación de los corazones, la entrega total de los miembros del hogar al servicio de Cristo.  Todos los elementos que en el Diario Espiritual se van poniendo en evidencia a través de la vida de Isabel Kindelmann tienen un sólo objetivo: llevar a los “escogidos” a ser testigos de Cristo ante el mundo. Los bautizados somos escogidos por Dios para formar parte de la Iglesia, como escogido fue el pueblo de Israel, para ser testigo de Yahveh ante los pueblos paganos. No es por “azar” que somos católicos.  Dios no juega con la salvación de las almas. Al llamarnos a la Fe católica, Dios nos da una vocación nueva. Nos llama a ser “luz del mundo y sal de la tierra”, Dios quiere que seamos la “levadura” que hará que la masa se levante y se transforme en pan. 

El instrumento que María Santísima obtiene del Padre Eterno para conducirnos a la santidad es el “efecto de gracia de su Llama de Amor”. Esta palabra “efecto de gracia” no es fácil de explicar. Contiene en sí el poder “misterioso”  que tiene la “levadura” para transformar la masa de harina en pan. Implica un doble trabajo: el de Cristo y el nuestro. El de Cristo ya que María lo obtiene por los méritos de la pasión de su Hijo. Las llagas de Jesús son la causa que obtiene del Padre esa gracia “extraordinaria” que cegará a Satanás. El nuestro porque María dice que la Llama de Amor salvará al mundo “con nuestra colaboración”.  María está íntima e inseparablemente unida a su Hijo en su pasión, muerte y resurrección.  Por vocación divina la Madre de Dios participa íntimamente en el “efecto de gracia” de esa Llama que no es otra cosa que su Hijo. Desde el momento en que nosotros creemos en Jesucristo estamos también íntimamente unidos a su pasión, muerte y resurrección del Señor. 

Esta unión a Cristo se expresa por los sacramentos, especialmente por el bautismo. En ese compromiso que sellará por completo toda nuestra vida somos sumergidos en la sangre de Cristo. Somos nueva criatura. El bautismo transformará por completo nuestra alma haciéndola recuperar la gracia perdida por Adán con el pecado original. Somos desde ese instante “santos”, es decir separados del pecado. El efecto de gracia de la Llama de Amor es el “nuevo instrumento” que por providencia divina María Santísima pone en nuestras manos. El objetivo de esa gracia es nuestra santificación. Para lograr la santidad de vida esa “gracia nueva y extraordinaria” ciega a Satanás, pero no se contenta con cegar la acción diabólica, sino que nos impulsa a alcanzar la santidad heroica. Rechazar al pecado es solamente la primera faceta de la Llama de Amor. La segunda consiste en impulsarnos a escalar la más elevada santidad. Sean santos, dice Jesús, como su Padre Celestial es santo. 

Lo que actualmente está experimentando la Iglesia como “crisis” es la indolencia ante el pecado y ante la santidad de vida a la que estamos llamados por el bautismo.  No hemos comprendido la gravedad de lo que la Biblia llama “pecado”. Tampoco hemos captado lo que significa gozar de la amistad divina por toda la eternidad. El Demonio ha cegado los ojos de la inmensa mayoría de los “cristianos” opacando el sentido de la muerte de Cristo en la cruz. Por ese motivo estamos pasivos ante el avance de los hijos de las tinieblas que están al servicio de Satanás. La Llama de Amor va a dar la solución del problema partiendo desde la raíz: las familias deben abandonar el pecado para adherirse a Cristo sinceramente. La lucha contra Satanás está en primer lugar en el interior de las familias. 

El efecto de gracia es en primer lugar la “iluminación de las conciencias” para que comprendamos que dejar de lado el cumplimiento de la Ley de Dios, es rechazarlo. El pecado no es de ninguna manera algo positivo, una riqueza, un “orgullo”, sino por el contrario es una derrota, un fracaso total, una vergüenza.  En segundo lugar el “efecto de gracia” nos lleva a confiar plenamente en el poder de Jesucristo que es capaz de transformar esta sociedad enferma y decadente en un mundo nuevo. Los bautizados hemos sido “escogidos” para llevar al mundo esta buena noticia. De nuestra valentía depende que millones de seres humanos hundidos en la oscuridad satánica se despierten a la nueva luz que es Jesucristo, la Llama de Amor.

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