EL DEMONIO MUERTE EN EL INTERIOR DE LA FAMILIA (2)

Queridos padres de familia: La vocación de “pastores” de sus hijos debe llevarles a “educarse” en el discernimiento de “espíritus”. En primer lugar es un don de Dios (1Cor 12,10), un carisma, y ademas se debe pedir al Señor cuando se tienen responsabilidades sobre otras personas como es el caso de ustedes. Consiste en la facultad o capacidad de darse cuenta de cuándo algo viene de Dios y cuando es acción de los espíritus malignos. Esto es lo más importante en su responsabilidad de “pastores” para que puedan guiar y defender su pequeño rebaño. Si están ciegos, carentes de discernimiento, no podrán darse cuenta de lo  que está pasando con sus hijos, de qué los está afectando; no podrán juzgar acerca de la bondad o malicia de tantas cosas que pululan en el ambiente en que se desarrollan, de la calidad de los amigos que se les aproximan, de la moralidad de sus actos, de si es verdad o error lo que se les enseña en la escuela o universidad, etc.  Dios los pone a Uds. al frente de su casa como centinelas que están atentos a los movimientos del enemigo. Todos los hijos de Dios debemos pedir discernimiento de espíritus para poder vivir con rectitud sus mandamientos.

Discernir la acción de los demonios o espíritus malignos en el interior del hogar es lo más importante en el pastoreo del propio matrimonio y de los hijos. Nos damos cuenta de que no estamos luchando contra la carne y la sangre sino contra los espíritus malvados que vagan por los aires, nos dice San Pablo (Ef 6,12).  Muchos padres de familia ven que sus hijos se están debatiendo en la depresión, angustia, tristeza, vicios de toda clase, conductas anómalas y se quedan tranquilos. Piensan que “es natural”, “es cosa de la edad”, “ya se le pasará”…. No atinan a descubrir detrás del síntoma la causa espiritual. La Llama de Amor nos lleva a adquirir la actitud del pastor vigilante de su rebaño. El objetivo no es solamente defender del lobo sino que las ovejas “engorden” y tengan vida abundante. Que los hijos vivan y crezcan en santidad. El Don primordial de Jesús es la Paz. Al resucitar nos la da. La familia cristiana, todos los miembros, pondrán como principal empeño vivir esa Paz de Cristo: “por encima de todo esto, revístanse del amor, que es el broche de la perfección. Y que la paz de Cristo reine en sus corazones, pues a ella han sido llamados formando un solo cuerpo” (Col 3:14–15). 

El mundo que no vemos con los ojos de la carne lo vemos con los ojos del “Espíritu Santo”. El Don del Padre y del Hijo, que nos habita desde el bautismo, nos capacita para ver la acción de Dios y la manera de proceder de los espíritus de la oscuridad. Todos lo demonios actúan juntos para llevar a los miembros de la familia a desarrollar “actitudes” de muerte en su pensamiento, en sus sentimientos en su conducta. Para enfrentar esa invasión  tenemos los siete Dones del Espíritu Santo y cultivamos su doce frutos. Los cristianos tenemos como norma de vida “imitar a Cristo” y vivir sus “virtudes”. La acción de Muerte es lo contrario a la Paz de Cristo. Fomenta la división en el hogar. Las rivalidades entre hermanos, el odio, los pleitos. Agita las pasiones en el corazón. Va directamente contra el primer mandamiento: Amar a Dios y al prójimo. Rechaza la Vida que es el amor a Dios. Rechaza al prójimo que es imagen del Creador. Por eso el pecado del aborto es el fruto principal del demonio Muerte. 

Es el rechazo a Cristo hecho presente en el niño no nacido: “lo que hiciste al más pequeño a Mí me lo hiciste” dice Jesús  (Mt 25,45). Para vencer a Muerte hay que ir caminando y luchando de mano de la Vida. La oración que Jesús da a Isabel resume el pensamiento del Diario Espiritual: “Que nuestros pies vayan juntos, que nuestras manos recojan unidas, que nuestros corazones latan al unísono, que nuestro interior sienta lo mismo, que el pensamiento de nuestras mentes sea uno, que nuestros oídos escuchen juntos el silencio, que nuestras miradas se compenetren profundamente, fundiéndose la una en la otra y que nuestros labios supliquen juntos al Eterno Padre para alcanzar misericordia para toda la humanidad”.  Si Jesús es la Vida el mejor camino para vencer a Muerte es permanecer unido a Jesús y adquirir sus virtudes. En el seno de la familia lo que hemos de promover con mayor empeño y perseverancia son los valores o virtudes que emergen del Amor a Dios y del Amor fraterno.

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