¿Qué significa cegar a Satanás?
Lo propio de la Devoción a la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María es cegar a Satanás. La Virgen lo repite varias veces en el Diario Espiritual de la Llama de Amor del Inmaculado Corazón. Satanás de por sí es “ciego”. No puede ver la Luz. Es como los murciélagos. Dios es Luz y Satanás no soporta su Luz. De Satanás decimos que es el príncipe de las tinieblas. Su alejamiento de Dios lo ha sumido en la oscuridad eterna. No puede ver bien. Vive confundido, vive en la mentira. Por ejemplo: se cree dios, exige que lo adoremos, no cree que Jesucristo sea Dios, cree que él tiene poder por sí mismo, se imagina que él va a triunfar. Su lógica es absurda y por eso vive en un mundo totalmente absurdo.
Satanás transmite su propia lógica a quien cae bajo su poder, es decir a quien le hace caso. Por algo hablamos de un “reino de las tinieblas”. Es una expresión bíblica en la que se expresa lo opuesto a Dios. El pecado es tinieblas. Dios nos llama a la luz. Del pecado a la Gracia; de la muerte a la Vida, de la mentira a la Verdad, del odio al Amor, de la injusticia a la Justicia, de la tristeza a la Alegría, de la desesperación a la Esperanza, de la miseria a la Verdadera Riqueza, del tiempo a la Eternidad, de la enemistad a la Amistad, etc. Dios nos ha “arrancado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al Reino del Hijo de su amor en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados” (Col 1,13-14). Por lo tanto el demonio es débil, no tiene por sí mismo ningún poder, ninguna fuerza, ninguna capacidad de victoria contra Jesucristo.
Para tener poder sobre nosotros el demonio tiene que recurrir al engaño, al dolo, al temor, a las falsas promesas, a las ilusiones, a la mentira. Tiene ciertas capacidades que, por su propia naturaleza angélica, conserva a pesar de haberse separado de Dios. Sin embargo toda la actuación diabólica depende absolutamente del poder de Dios ya que el demonio es una simple criatura. Esto lo debemos saber nosotros para poder combatir contra el enemigo maligno con discernimiento.
La ignorancia del contenido de la Fe católica es una aliada de Satanás. Mientras más ignorantes seamos del Catecismo de la Iglesia Católica, más débiles seremos ante los ataques enemigos. El mundo entero yace bajo el poder de Satanás, dice San Juan. Esto es así porque no conocen a Jesucristo.
Debemos estar pues claros: con y por nuestras propias fuerzas no podemos vencer a Satanás. Se necesita un “AUXILIO DIVINO” llamado “Gracia de Dios”. La Virgen nos habla del “EFECTO DE GRACIA” de su Llama de Amor. Nos está hablando de SU PODER DE INTERCESIÓN ANTE SU HIJO JESUCRISTO. La oración de la Virgen a favor nuestro es “todopoderosa”. Lo que Ella pide lo “obtiene” porque siempre pide lo que es conveniente y agradable a Dios y para la mayor gloria del Señor. El trabajo de la Llama de Amor comienza por iluminar la conciencia y hacernos ver la acción Satánica. Comenzaremos a darnos cuenta de que detrás de muchos pensamientos y sentimientos y circunstancias que nos afectan está, no solo la simple psicología humana, sino UNA INFLUENCIA DE LOS ESPÍRITUS MALIGNOS.
Cuando dos o más se ponen de acuerdo para pedir que esa influencia, ataque, obsesión, angustia, desesperación, tristeza, ira, ruina, mala suerte, enfermedad psíquica o física, sea sometida al poder del Padre Eterno por la Sangre de su Hijo y por la intercesión de la Llama de Amor, comienza el debilitamiento de la acción diabólica y el “cegamiento” de Satanás. El Rosario de la Llama de Amor va ejerciendo su efecto de gracia; la Jaculatoria, la oración “que nuestros pies vayan juntos”…comienzan a actuar. El resultado puede ser inmediato, o puede tardar más tiempo, pero el resultado es eficaz. El demonio queda vencido.
No es casualidad, o sugestión, es “el milagro” que la Virgen nos promete cuando la invocamos. Por supuesto que la oración tiene que ser sincera. No puedo pedir la intercesión de la Virgen si mi voluntad de abandonar el pecado no es auténtica. Dios no me va a oír si no hay un rechazo frontal a aquello que lo ofende.
El efecto de gracia es una respuesta a la voluntad del ser humano que quiere someterse a los designios de Dios en su vida. “Padre, he aquí que vengo a hacer tu voluntad”, dice Jesús. “Que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Mucha gente quiere que Dios haga la voluntad de ellos. No están dispuestos a abandonar el pecado, a renunciar a aquello que es tinieblas en su vida. Lógicamente en estos casos no se da el “efecto de gracia”; no porque la promesa de la Virgen falle, sino porque fallan las disposiciones del corazón.
También es necesario comprender que la Llama de Amor comienza por “reconstruir” las muralla de Jerusalén, es decir, reconstruir la persona humana desde sus cimientos. El proceso de sanación interior y de liberación va a hundir sus rayos de luz en el pasado de la persona y con frecuencia en el pasado de la familia, iluminando los pecados de los ancestros difuntos, y sanando las herencias intergeneracionales que muchas veces se arrastran por los pecados no reparados. La familia es no solamente los vivos, sino también los difuntos.