QUE NUESTROS OÍDOS ESCUCHEN JUNTOS EN SILENCIO

Escuchar juntos en silencio? O ¿escuchar juntos el silencio?

La traducción del húngaro al español que trae el Diario Espiritual dice: ”que nuestros oídos escuchen juntos el silencio”. Personalmente creo que seria “en silencio”. El discípulo de Cristo imita a Jesús. Las páginas del Evangelio nos presentan a un Jesús silencioso, amante del recogimiento interior, en constante conversación con su Padre Celestial. Busca el desierto, la montaña, se retira en la noche a orar, le gusta pasar largos ratos solo, hablando con Dios. Jesús es un hombre que vive en el silencio exterior e interior. ¿Por qué amará tanto el silencio, estar solo? Aún cuando recorre con sus discípulos esos caminos polvorientos de palestina va en oración.

En el Diario Espiritual Jesús le dice a Isabel: “Te pido seas callada, mi hijita carmelita, y no te sorprendas que te diga esto tantas veces. ¿Sabes quién es el verdadero sabio? El que calla mucho y habla poco. La verdadera sabiduría madura en el suelo del silencio y sólo en el silencio puede echar raíces. Por eso te instruyo Yo. Yo soy tu Maestro. Con treinta años de mucho silencio me preparé a mi actividad de tres años. Porque Yo soy tu Maestro, junto a Mí tú también alcanzarás la sabiduría.

Habla sólo cuando Yo te de para ello la señal. Y sólo debes decir lo que has aprendido de Mí, o cómo lo diría Yo; en una palabra ¡imítame a Mí! Verás que las pocas palabras producen abundante y buen fruto en las almas!(DE 96). Isabel siente cómo la presencia de Jesús la penetra por completo. En su alma reina un silencio lleno de unción. Jesús le pide a Isabel “recogimiento, oración y sacrificio”, cada hogar debe ser un “Santuario”. Para cegar a Satanás en el interior de las familias es de capital importancia que cada miembro (padres, hijos y demás participantes del hogar) descubramos la maravilla del “silencio” interior y exterior.

Es muy difícil apreciar hoy el silencio como un tesoro que nos permite entrar en la conversación íntima con el mundo celestial. En los siglos anteriores cuando no existían los medios de comunicación audiovisuales había más facilidades para llevar adelante lo que se llama la “vida interior”. En nuestra época, hasta los lugares más aislados llega el ruido lleno de distorsión espiritual. Nadie está a salvo de las impertinencias de locutores ramplones o de los comerciantes del audiovisual. Llega a tal grado la indigestión de la bulla y algarabía que miles de occidentales han ido a parar a los templos budistas tratando de encontrar el silencio que el alma necesita. En vez de encontrar al Dios vivo que la Revelación nos ha entregado, han ido a buscar al dios vacío del panteísmo. ¡Qué lástima! La fortaleza del alma es el silencio porque allí podemos encontrarnos cara a cara con el Dios verdadero.

Nuestra época es la del gran combate por la salvación de nuestras almas. El Enemigo se sirve hasta de los más bellos inventos (Radio, cine, Tv, internet, redes sociales, etc) para impedirnos gozar de la intimidad con el más grande tesoro que tenemos: la Trinidad Padre-Hijo-Espíritu Santo, Los Santos, los ángeles. El Reino de los cielos dice Jesús está dentro de Uds.

La Llama de Amor nos presenta el camino difícil de la soledad y del silencio interior. Los alpinistas sufren enormemente cuando van escalando los picos inaccesibles pero cuando llegan a la cumbre sienten la más grande satisfacción de sus vidas. Convertir nuestra alma en un santuario exige renunciar a tantas cosas que desde afuera y desde dentro buscan arrebatarnos el silencio. Desde afuera las canciones ensordecedoras del vecino, la TV, los videos, los chats, …desde dentro la imaginación, los sentimientos, las pasiones…etc.

La gran recompensa de quien desecha toda esa basura del ruido exterior e interior es un alma plácida que puede escuchar la voz del Dios vivo. Si un niño es educado desde pequeñito a valorar el silencio para abrirse al Espíritu Santo que nos habita ha recibido el mayor regalo. Podrá en cualquier instante refugiarse en la fortaleza interior donde habita el Señor. El silencio nos lleva a escuchar: “¡escucha Israel!”.

La Llama de Amor nos enseña a amar el silencio, a valorarlo, a renunciar a los placeres auditivos de la música, a dejar de lado las telenovelas fatuas, a desapegarnos de las conversaciones insulsas, y a crearnos un reducto de paz en el interior de la mente, del corazón, del alma. Allí Satanás ya no puede entrar porque estamos en el cara a cara con Dios. El Señor quiere hablarnos en el interior del corazón.

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