La Virgen María viene en nuestra ayuda durante el combate espiritual
El efecto propio de la Devoción a la Llama de amor es “cegar a Satanás”. Isabel Kindelmann escribe en el Diario Espiritual de la Llama de Amor:“En verdad todo se reduce a esto: ¡cegar a Satanás! este es el principal y el único fin de la Llama de Amor de la Santísima Virgen de la cual ella dijo que una efusión de gracia tan grande como ésta no se derramó sobre la tierra desde que el Verbo se encarnó” (p 225). Es importantísimo que leamos y meditemos con profundidad todos los párrafos de las páginas antes citadas para recuperar esperanza ante el tremendo ataque diabólico de estos últimos tiempos contra la Iglesia y su base social y espiritual que es el misterio de la familia fundamentada en Cristo.
Nosotros no podemos cegar a Satanás sólo con nuestras propias fuerzas. Es un ángel y como tal es muy superior a nosotros en inteligencia y perspicacia; su malicia perversa y el poder de su naturaleza angélica nos aplastarían en un segundo sin la ayuda directa del Señor. El combate espiritual es una consecuencia inevitable del pecado original. Dios perdonó el pecado de Adán y Eva, pero ellos ya habían entregado la creación al poder del Demonio. Esta maravillosa creación que Dios había puesto en manos de nuestros primeros padres está desde entonces bajo el poder del príncipe de este mundo. Dios permite que las consecuencias del pecado permanezcan en la creación y especialmente en el hombre.
El Demonio pierde sus derechos sobre nosotros y sobre las cosas cuando lo rechazamos y renunciamos a formar parte de su reino de las tinieblas.
Muchísimas personas yacen bajo el poder del maligno porque no han renunciado a él ni han rechazado sus obras. El día de nuestro bautismo renunciamos a Satanás, a sus pompas y a sus obras y prometimos seguir a Cristo. Pero este seguimiento implica tomar la Cruz del Señor que es lo único que puede vencer a Satanás. Este cruel déspota no quiere renunciar a nosotros y busca por todos los medios hacernos regresar a su reino. Aquí se instaura el combate entre ese mundo de las tinieblas y nuestra propia voluntad de pertenecer a Jesucristo. Perderíamos la batalla sin un auxilio especial del Cielo.
En estos “últimos tiempos” el ataque del Demonio es terrible porque sabe que le falta poco tiempo para su total derrota. Busca por todos los medios arrastrar el mayor número de almas a la condenación eterna. Si no sabemos esto no podemos comprender lo que está pasando en el mundo y en nuestro alrededor. Los que no tienen una Fe viva atribuyen la degradación de la humanidad a causas superficiales. No van a la raíz espiritual del desastre que es la acción concertada de millones de servidores de Satanás. La Llama de Amor cobra sentido cuando la vemos desde esta perspectiva.
La Santísima Virgen dice; “¡Entren en batalla, los vencedores seremos nosotros! Mi Llama de Amor cegará a Satanás en la misma medida en que ustedes la propaguen en el mundo entero. Quiero que así como conocen Mi nombre en el mundo, conozcan también la Llama de Amor de Mi Corazón que hace milagros en lo profundo de los corazones” (p 120).
Tenemos la promesa de la Virgen: “los vencedores seremos nosotros”. Tenemos una orden: “entren en batalla”. Tenemos una explicación del por qué de nuestra victoria: “Mi Llama de Amor cegará a Satanás”. Tenemos una condición para que se dé esa victoria: “en la misma medida en que ustedes la propaguen en el mundo entero”. La gracia de la Llama de Amor debe ser “conocida” en el mundo entero. Tenemos la explicación del por qué de su fuerza: “que hace milagros”. ¿Dónde? “En lo profundo de los corazones”. Dios nos ama tanto que Él hace que su gracia toque los corazones y los convierta: ese es el milagro de la Llama de Amor. No son los “favores” materiales que pedimos.
Isabel entra en batalla contra su tibieza espiritual (p 19 -21). “Así se inició una gran lucha en mí. Imploraba a Dios. Algo indescriptible; no encuentro palabras para expresar la lucha espiritual que comenzó en mí. La lucha era larga, espantosa, se me crispaban los nervios” (p19). Para cegar a Satanás hay que comenzar por “luchar contra él”. Santiago nos dice: “Sométanse pues a Dios; resistan al diablo y él huirá de ustedes” (Sant 4,6…). Isabel experimenta el auxilio de la Llama de Amor: “Quien no ha sufrido nunca semejante tentación difícilmente puede comprender lo que se siente ante tal incertidumbre. Estuve largo tiempo en silencio y poco a poco se fue disipando esta terrible oscuridad. Comencé a sentir que el maligno ya no me confundía tanto y mi alma comenzaba a sentir alivio” (p 31-32).
Cada uno tiene sus “propias tentaciones”. Si las acogemos y las seguimos por un momento nos sentimos bien; después viene el remordimiento. Si las enfrentamos y rechazamos, viene el combate. Allí entra la ayuda de Dios: la Llama de Amor ciega a Satanás. Éste huye y viene el alivio, la Paz. La vida del cristiano es lucha permanente contra el pecado. El que no lucha es esclavizado y conducido a la muerte eterna.