¿En qué consiste el éxito del matrimonio cristiano?
Los primeros que el Demonio ataca son los padres de familia. En tiempos de cristiandad, era un verdadero escándalo que una pareja de católicos viviera en unión libre; igualmente que un matrimonio se divorciase. Hoy, con la descristianización galopante los jóvenes prefieren vivir en fornicación, en unión libre. Los jóvenes “católicos” tienen “miedo” a contraer matrimonio. Dicen: primero vamos a probar; si nos va bien nos casamos “por la Iglesia”, si nos va mal nos separamos. Esta manera de razonar es fruto de la triste realidad que han visto a su alrededor. En ciertos ambientes de cada cuatro matrimonios, tres se separan. Es fruto también de la “ignorancia” espiritual y sobre todo de la falta de verdadera Fe.
La historia que se ha vivido en los últimos siglos ha contemplado el resquebrajamiento de los “valores cristianos” y el surgimiento de una mentalidad materialista y pragmática. Hay un miedo a fracasar en el matrimonio y quedar “atado” por la ley de la Iglesia que nos dice que el “matrimonio sacramental válidamente contraído es indisoluble”. El Evangelio dice que es adulterio casarse con una persona que haya estado ligada por un matrimonio. De hecho muchísimas personas van al matrimonio eclesiástico sin las debidas disposiciones. Lógicamente se les hace muy difícil llevar adelante algo tan grandioso como es el “Misterio” de la unión del hombre y de la mujer en Cristo.
El matrimonio es visto desde su parte externa: un contrato social. Un requisito exigido por una “mentalidad conservadora”. Si no funciona no sirve. La raíz profunda de esta actitud está en la “falta de sometimiento” a Jesucristo de parte de las personas. La palabra sometimiento parece muy chocante. Nos da idea de algo que nos oprime desde afuera y que por fuerza mayor debemos acatar, nos guste o no nos guste. Sin embargo es la palabra exacta. Cuando un joven está enamorado de una muchacha vemos con sorpresa que “se somete” a muchísimas cosas difíciles. Igualmente cuántas mujeres están “sometidas” a sus maridos e hijos porque “los aman”.
Someterse a Jesucristo es simplemente reconocerlo como a Nuestro Dios y Señor porque creemos verdaderamente en Él y lo amamos.
La explicación está en el conocimiento y en el amor. Conocemos a Dios y lo amamos. Confiamos en Él, en su Gracia. Jesús dijo que nos enviaba como “corderos en medio de lobos”; “que en el mundo tendríamos mucho que sufrir”, que si queríamos entrar en su Reino deberíamos renunciar a hacer nuestra propia voluntad; No son los que dicen ¡Señor, Señor! los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que hacen la voluntad del Padre Celestial.
Hay muchos pasajes que nos llevan al punto crucial: ¡Jesús es el Señor! Todo deriva de este punto. Si reconozco a Jesús como a MI SEÑOR, mi “salvador, mi “redentor”, el “dueño de mi persona y de todo lo que tengo”, “mi Roca”, mi “fuerza”, “mi permanente auxilio” no tendré entonces miedo de seguirlo.
El matrimonio sacramental según Cristo parece entonces el camino ideal, perfecto para fundar y edificar una familia. Quienes piensan que van a ser felices en la unión libre, se equivocan. También se equivocan quienes piensan que pueden vivir un matrimonio sacramental como si fuera unión libre. El matrimonio sacramental solamente funciona si se vive tal y como el Señor lo ha diseñado; y esto es lo que muchos no quieren. Desean estar casados por la Iglesia y “vivir como paganos”, sin Cristo. Lógicamente su matrimonio es un fracaso.
El matrimonio es un camino de santidad. Solamente se llega a la santidad por la aceptación de la Cruz de Cristo. Quien no está dispuesto a seguir a Cristo no debería casarse por el sacramento; el matrimonio es un permanente combate contra el mundo, el demonio y la carne.
Aquí es donde el “efecto de gracia de la Llama de Amor” desempeña su papel. María auxilia a los esposos en ese combate cuerpo a cuerpo contra el príncipe de este mundo que por todos los medios buscará el “fracaso” de ese matrimonio y la destrucción de la familia. No se puede sostener un matrimonio con la simples recetas psicológicas ya que el matrimonio es un”misterio espiritual”. Vivir juntos hasta el fin no significa tener éxito en el matrimonio. Muchas parejas que viven juntas hasta el fin de sus vidas han llevado un fracaso matrimonial completo.
El éxito en el matrimonio significa haber vivido juntos, con los hijos, la verdadera santidad cristiana.
Es muy ardua la labor de la Llama de Amor porque es ante todo conversión de los corazones a la Palabra de Dios. Para Dios no hay nada imposible. La Virgen garantiza con su intervención poderosa la victoria: “Te aseguro hijita mía, una fuerza tan poderosa de Gracia no he puesto todavía a disposición de ustedes como esta vez: la Llama de Amor de mi Corazón; desde que el Verbo de Dios se hizo carne, no he emprendido yo un movimiento más grande que éste de la
Llama de Amor de mi Corazón que salta hasta ustedes. Hasta ahora no ha habido nada que tanto ciegue a Satanás, y de ustedes depende que no la rechacen porque esto traería consigo una gran ruina”. (p 79)