CARTA No.218: La Sra. Miriam, de Managua, Nicaragua, dice:
Quiero que mi familia aprenda a orar por sanación y liberación con la Llama de Amor. ¿Qué consejos u orientaciones me puede dar?
Respuesta: La felicito por esa decisión. En todos los hogares la Virgen María con su Llama de Amor debería ser la gran maestra de vida cristiana. Más que darle consejos trataré de compartir con Ud. alguna de las cosas que a mi modo de ver son importantes para que la devoción a la Llama de Amor se vaya convirtiendo en el interior de su hogar en una fuente permanente de Sanación y Liberación. He dicho en mis comentarios al Diario Espiritual que la Devoción a la Llama de Amor es un “instrumento” que la Santísima Virgen nos da para hacer que la familia salga victoriosa de los ataques de Satanás. No basta con rezar el Santo Rosario. Hay que aplicar la jaculatoria a nuestra vida personal y familiar a lo largo del día y de la noche. La Virgen habla de una “súplica constante” (DE 2-2-1982), algo así como una permanente respiración del alma. Sea que recemos el Rosario individualmente o juntos en familia; sea que nos reunamos en grupo para orar por sanación y liberación creo que las dos actitudes más importantes son la humildad y la confianza. Hay otras actitudes que iremos adquiriendo pero estas son las básicas y permanentes. En primer lugar la humildad nos lleva a someternos al plan de Dios, a los designios del Señor en la vida de aquellos por quienes oramos. Es falta de humildad tomar las riendas de la oración y “querer obligar a Dios a que haga nuestra voluntad”. A que Él sane o libere según nuestros deseos y “nuestro tiempo”.
El Señor, en su divina providencia, permite que llegue a nosotros el dolor en sus diversas formas. Siempre para nuestro mayor bien. Sea el dolor físico, sean las tentaciones, o las vejaciones del enemigo. Para el Señor todo tiene sentido. Dios permite los ataques del Maligno para santificarnos, para que vayamos adquiriendo las virtudes cristianas. Un peligro que corremos al orar es el de querer llevar la iniciativa en la oración. San Pablo nos dice que es el Espíritu Santo el que ora en nuestro interior y nos inspira para hacerlo de manera agradable a Dios. Cuando oramos con la Llama de Amor entramos en una “escuela” de vida. La Maestra es la Virgen. La invitamos a que venga a vivir y orar con nosotros en familia. Ella, que es la Esposa del Espíritu Santo, ha de llevar la oración. Le pedimos “ derrama el efecto de gracia de tu Llama de Amor sobre…” (la humanidad,… sobre cada persona, sobre el problema que tenemos, sobre el mismo espíritu maligno que nos asedia, (ira, violencia, odio, etc.). Es María la que ciega a Satanás, la que lo vence, la que lo quebranta. Por las manos de María pasan todas las gracias, especialmente las de sanación. Si somos humildes iremos detrás de Nuestra Señora. No nos atreveremos a ponernos en el primer puesto, delante de Ella.
La confianza en su poder de intercesión y en el dominio total, absoluto que tiene sobre los espíritus malignos nos debe ayudar a guardar la paz en todas las circunstancias. Confiamos en el amor sin límites que nuestra Madre nos tiene, en que Ella tiene más interés en darnos las gracias que nosotros mismos en pedirlas. El mismo tono de voz en la oración debe ser manso, humilde, sencillo, confiante. Cuando falla nuestra confianza en María corremos el riesgo de querer ser nosotros los protagonistas en la liberación. Pensamos que ordenando a la enfermedad o a los demonios que se vayan tendremos mejores resultados. Lo mejor es suplicar a María que Ella sane, que Ella someta y expulse a los espíritus malignos, que Ella ayude a las almas que nos agobian con sus sufrimientos a ir hacia Jesús, hacia la Luz. A veces la respuesta que esperamos tarda en llegar. Puede ser que falten disposiciones de nuestra parte y que necesitemos madurar en la fe. Orar con la Llama de Amor es un “camino de aprendizaje maravilloso”. La Virgen María debe intervenir en nuestra vida personal y familiar como una persona viva, como una Madre que está constantemente actuando en el interior del hogar para mantenerlo sano y libre. Veremos entonces las maravillas que la Virgen hace en los corazones. Ella es la mejor maestra para ayudarnos a formar el santuario familiar. Como familia debemos ir creciendo en Cristo llevados de su mano.