CARTA No.219 (Sigo respondiendo a la pregunta anterior – carta 218)

Además de la humildad y de la confianza en la oración debemos adquirir el sentido de la “perseverancia”. Jesús nos habla de que debemos orar sin cansarnos. Da el ejemplo de la viuda que va perseverantemente ante el magistrado y le pide justicia. Éste, aunque es impío y no le importa para nada impartirla se siente presionado por la constancia de la viuda. Termina por fallar a su favor (Lc 18,1-5). La inconstancia en la práctica de las virtudes cristianas es signo de la falta de fe. La oración diaria en familia es super necesaria para proteger el matrimonio y a los hijos. El desastre en las parejas y en los hijos viene de la falta de oración diaria. El Demonio ni descansa ni duerme. Es un ejército bien coordinado que asedia a cada familia con una perseverancia admirable. Tanto Jesús en el Evangelio, como las epístolas, nos hablan de la constancia en la oración como de algo básico, indispensable en la vida cristiana. Sin oración de todos los días no hay victoria contra Satanás (Lc 11, 5-13; Rom 12,12; Ef 6,18; 1 Tes 5,17…). En el Diario Espiritual Jesús y María todo el tiempo están conduciendo a Isabel Kindelmann en el camino de la perseverancia, no sólo en la oración sino también en el “sufrimiento”. No se puede luchar contra Satanás un día y al siguiente no.

La familia está bajo asedio constante, por eso necesita constantemente de oración. La Virgen pide a cada familia que implemente la práctica de la reunión diaria de oración. Cuando María Santísima habla del rezo de la jaculatoria dice que Ella no quiere cambiar la oración del Ave María, sino que su deseo es “sacudir” a la humanidad para que ésta se despierte de su letargo y de su frialdad para con Dios. Va más allá cuando dice que la jaculatoria ha de ser “una súplica constante”(DE 2-2-1982). Algo así como la “respiración”. Si queremos vivir debemos respirar todo el tiempo. No podemos dejar de respirar, no podemos dejar de orar. La filosofía racionalista que impregna la mentalidad modernista ha sido como una terrible “helada” que ha matado la piedad de las familias y de las masas. Dios no importa mucho. No tenemos necesidad de Él. El hombre se siente capaz de edificar un mundo nuevo sin Dios. Dios ha muerto. No tenemos necesidad de orar. El resultado ha sido que innumerables familias han entrado en crisis muy graves. Dios ha establecido como una norma que si le pedimos recibimos las gracias extraordinarias, si no las pedimos nos quedamos con las manos vacías (Jn 16,24; Lc 11,9; Jonás 2,1-3; etc.).

La nueva generación de familias católicas que la Llama de Amor está suscitando tiene como punto de partida la oración diaria en familia, y de preferencia el “rezo diario del Santo Rosario”. Es la petición de Fátima. Hablamos de la virtud de la perseverancia como de la garantía que nos fortalece en el combate espiritual. Cuando la respuesta de Dios tarda en venir será probablemente porque en los designios de Dios no es el momento de dar la gracia solicitada. Tal vez será que no hemos llenado los requerimientos para que la oración sea escuchada. Tomemos los salmos y aprendamos a orar con perseverancia. En estas maravillosas oraciones está el alma del Pueblo de Dios. Con los salmos aprendemos a orar. Debería ser nuestro libro de cabecera, nuestro devocionario más perfecto. Es difícil para los padres de familia inculcar la perseverancia en la oración cuando desde niños los hijos no han aprendido a orar. Hay muchos obstáculos. Sin embargo debemos invitar sin desfallecer a los nuestros a que mantengamos encendida en el seno del hogar la llama de la oración. La perseverancia será recompensada. Dios no falla. Siempre responde y da más de lo que le pedimos o deseamos.

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