CARTA No.94: Sigo respondiendo a Cecilia de Bogotá
El papel de las tres virtudes teologales en la Devoción a la Llama de Amor. Decíamos en comentarios anteriores que la raíz de la crisis actual en la iglesia es el desmoronamiento de la Fe católica que las familias han ido experimentando gradualmente en las últimas generaciones. Perder la Fe católica significa dejar a un lado lo que Dios nos reveló en Jesucristo a través de la Iglesia para remplazarlo por doctrinas ajenas. Se adultera el contenido de la Fe que hemos recibido de los Apóstoles y se sigue viviendo una apariencia de vida cristiana. Esta manera de pensar y de vivir no corresponde a la auténtica Fe en Jesucristo. Son otras motivaciones las que mueven entonces la vida de las personas bautizadas. Se sigue pensando que “somos católicos”, pero en realidad se actúa fuera de la proyección de la Fe recibida de los Apóstoles. Esto sucede por ignorancia de la verdadera doctrina y por la “contaminación” que el ambiente en que se vive produce en la mente y en la conducta de los católicos mal formados. Se va gradualmente cayendo en una “apostasía light”. El embate de los poderes de este mundo estan fuerte que la Fe frágil no resiste y los bautizados sucumben ante la tentación de vivir fuera de la gracia de Dios. Los ataques contra la Fe siempre han existido. No es en sí nada nuevo. Podemos decir que los cristianos hemos estado en permanente combate contra el asedio del “mundo-demonio- carne”. Millones de personas han preferido morir, en los siglos que nos preceden, antes que renunciar a Jesucristo.
La razón de este martirio ha sido la esperanza en la Vida Eterna que el Evangelio nos da. En nuestros días, aunque el problema es esencialmente el mismo, su gravedad es muy diferente. La vertiginosa evolución del mundo ha cambiado por completo las circunstancias en que se vive hoy la Fe. Antes era una pacífica posesión porque el ambiente cultural en que se vivía no la cuestionaba. Hoy la Fe no sólo es cuestionada, sino que es rechazada, y peor aún, perseguida. Hasta tal punto ha llegado el combate contra la Fe en Jesucristo y en la Iglesia que el “Enemigo” por todos los medios trata de penetrar en los hogares para impedir que la familia pueda hacer de sus hijos discípulos de Cristo. Si la Fe no tuviese importancia la Virgen María no hubiera aparecido tantas veces. No habría dado a la Iglesia, y a las familias en particular, la gracia de la Llama de Amor. El mensaje dado a Isabel Kindelmann viene a abrirnos los ojos para que entendamos de una vez por todas que el ataque descomunal que la humanidad entera y en especial la Iglesia está sufriendo, proviene del reino de las tinieblas.
Jamás en la historia de la humanidad el hombre, como criatura de Dios, ha sido tan odiado y sometido a las espantosas torturas de la guerra y del aborto. Ese odio solamente puede provenir del odio satánico que ha seducido a infinidad de hombres para convertirlos en sus colaboradores. La Virgen María nos dice que nunca antes en la historia de la Iglesia ha sido dada una gracia más poderosa que la Llama de Amor de su Inmaculado Corazón. La finalidad de esta gracia es revivir la Fe de la Iglesia transformando el interior de las familias en verdaderos “Santuarios” en los que Jesucristo reine. El poder de la Iglesia no está en su influencia social ni en sus medios materiales. La Iglesia es poderosa contra los poderes del infierno por su nivel de santidad, por su capacidad de oración y por su valentía en llevar la cruz de Cristo. La Virgen llama a todos los cristianos pero en particular a sus hijos católicos a renovarse desde las raíces para que se conviertan en luz del mundo. Esta renovación viene de la práctica de la oración y de la vivencia integral de los sacramentos. La lucha por adquirir y transmitir la plenitud de la Fe es el principal objetivo de la Iglesia de hoy. La Llama de Amor va a convertir las familias en testigos evangelizadores de su hijos con el poder del Espíritu Santo por la intercesión todopoderosa del Inmaculado Corazón de María.