CARTA No.95: Sigo respondiendo a Cecilia de Bogotá

Las virtudes teologales y la Llama de Amor. El catecismo nos dice que en el Bautismo recibimos el don de las virtudes teologales, que son la Fe, la Esperanza y la Caridad. Se considera que hay dos tipos de virtudes. Las humanas y las teologales. ¿Qué son las virtudes humanas? Son las disposiciones permanentes de nuestra inteligencia y voluntad que guían nuestra conducta para que actuemos de acuerdo a nuestra dignidad de seres racionales. ¿Qué son las virtudes teologales? Son gracias que el Espíritu Santo nos da el día de nuestro bautismo para que nuestra inteligencia y voluntad se adhieran libre y seguramente a Dios. Por las virtudes teologales creemos en Dios y en su Palabra, esperamos en Él y lo amamos. Son gracias divinas que nos llevan a relacionarnos íntimamente con Dios como hijos llenos de amor hacia nuestro Padre. Todos los seres humanos sin excepción estamos llamados a desarrollar las virtudes humanas de tal manera que nuestra conducta esté a la altura de nuestra dignidad de seres racionales. Los bautizados somos, además, configurados a Cristo Sumo y Eterno sacerdote el día en que recibimos ese sacramento. Recibimos allí las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo. Estamos llamados a crecer continuamente en santidad por el ejercicio permanente de estas virtudes. Si somos fieles al bautismo llegamos a la santidad de vida y entramos en la Vida Eterna después de la muerte.

Desgraciadamente podemos perder la Fe, la Esperanza y el Amor a Dios y entonces perdemos el sentido de la vida en Cristo. Nuestra conducta en este caso está dirigida solamente por las virtudes humanas, no actuamos ya como “hijos de Dios”, sino solamente como “criaturas racionales”. La Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María viene a renovar en los fieles católicos el sentido de la vida en Cristo. La familia y la Iglesia están en crisis porque la mayoría de los fieles católicos no vivimos conscientemente de acuerdo a las virtudes teologales. La cultura dominante ha hecho de las virtudes humanas el modelo de vida por excelencia, olvidando que el ser humano está llamado a la Vida Eterna. El ateísmo, el agnosticismo, el laicismo han puesto al hombre un límite: realizarse como seres para la vida terrenal. Ese es el drama que la actual cultura quiere imponernos por la fuerza o por la astucia a los hombres que hemos nacido en esta época de la historia. Es aquí donde se está jugando el futuro de la Iglesia. O los cristianos vivimos de acuerdo a las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo y entonces seremos fieles a Jesucristo, o nos dejamos llevar por la visión miope y exclusivamente terrenal del materialismo y entonces la Iglesia se convertirá en el más grande ONG de la historia.

Este es el nudo del problema. Si reflexionamos un poco nos damos cuenta de que las ideologías materialistas cierran al ser humano las puertas de la Vida Eterna. Es decir: niegan la existencia de Dios, de Jesucristo, de la Redención, del pecado, del juicio divino, del cielo, del infierno, del Demonio, etc. Niegan la Revelación divina. Están conduciendo a la humanidad al rechazo frontal a Dios. ¿Quién puede estar detrás de esta “movida” en el ajedrez de la existencia humana? Ya la Virgen lo dice: Satanás con fuerza rabiosa quiere conducir al mayor número de almas a la condenación eterna. El papel de la Llama de Amor no consiste primordialmente en cegar a Satanás, sino en que pongamos los ojos en Jesucristo. El cegamiento del Demonio es simplemente la consecuencia de la adhesión total de las almas a Jesús. Al promover la Llama de Amor estamos llamando a nuestros hermanos bautizados a “vivir de acuerdo a las virtudes teologales”, a crecer en la Fe, la Esperanza y la Caridad. El Inmaculado Corazón de María nos está llamando a vivir en Cristo, a transformar nuestras vidas por la práctica de las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo.

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