TODOS LOS SERES HUMANOS SOMOS SOLIDARIOS EN EL PECADO Y EN LA GRACIA
Por voluntad divina todos los seres humanos somos solidarios en la gracia de Dios y también en el pecado. No venimos a la existencia como seres creados individualmente, sin lazos ni dependencia. Venimos de miles y de millones de ancestros. Todo el género humano es uno. Estamos unidos para el bien y para el mal. Ninguna de nuestras acciones es indiferente, todas influyen en la historia de la salvación sobre todos los demás seres humanos, nuestros hermanos. Tenemos un sólo Creador y Padre. Somos hijos de Dios, todos sin excepción. Hemos sido creados dentro de un plan y con un propósito. La divina revelación nos lo dice desde las primeras páginas del Génesis. Somos uno en Adán y somos uno en el Nuevo Adán, Cristo. La destrucción de la unidad del género humano viene de aquel que siembra la división: Satanás. La lucha de Satanás consiste esencialmente en separarnos de Dios y separarnos de nuestros hermanos los hombres. El pecado fundamental es en definitiva el odio a Dios y a los hombres. En el Diario Espiritual la Virgen nos va haciendo tomar conciencia de esa solidaridad con los ancestros y con los demás vivientes de hoy y del mañana.
La lucha de la Virgen es en definitiva contra el “odio” satánico que María define como “la llama” del Demonio. Hay pues dos Llamas: la Llama de Amor y la Llama del Odio. Ella promete que su Llama de Amor destruirá la Llama del Demonio. El acto supremo del Amor es el de su Hijo que dio la vida por todos los seres humanos, para restituirles su condición original de hijos de Dios. Cuando creemos en Cristo y aceptamos su redención recuperamos nuestra filiación divina y entramos al servicio de esa redención. En el Diario Espiritual vemos cómo la Virgen insiste constantemente en la salvación de “las almas”. No dice en la salvación de “tu alma”, sino que se refiere a todos los seres humanos. Vamos aprendiendo a considerar al próximo y al lejano como hermanos. Tampoco reduce su petición a los seres actualmente vivos sobre la tierra, sino que nos habla de las almas del purgatorio y de las almas de los moribundos. El proceso evangelizador de la Llama de Amor nos lleva a considerarnos miembros del “Pueblo de Dios” al cual están llamados todos los seres humanos.
La jaculatoria que ciega a Satanás dice: “derrama el efecto de gracia de tu Llama de Amor sobre toda la humanidad”. Allí estamos todos incluidos. La solidaridad entre los seres humanos hace de los “muertos” y de los vivos un sólo cuerpo. Los hermanos que ya gozan de la gloria eterna oran por nosotros los todavía caminantes en este mundo y por las almas de los que están en la antesala del Cielo, el purgatorio. Las benditas ánimas del purgatorio oran por nosotros los “vivos”. Los vivos oramos por nuestros hermanos que están en esta tierra y por las “ánimas del purgatorio”. Para vivir la Devoción a la Llama de Amor esta solidaridad es de primera importancia. No estamos solos. Nos beneficiamos grandemente de las oraciones y sacrificios de nuestros hermanos. Aunque no tengamos una proximidad “física” con los demás podemos estar seguro de que la proximidad espiritual es una realidad. Dos son los medios que la Virgen nos da para auxiliar a todos los seres humanos: la oración y el sacrificio. Vivimos inmersos en una realidad que no vemos con los ojos carnales.
A nuestro lado están los ángeles, los santos, las almas del purgatorio y los demás seres humanos que aún viven sobre la tierra. El pecado nos separa, la oración y el sacrificio nos unen. Esta lucha la podemos inclinar en favor del Plan de Dios en la medida en que rechazamos las propuestas satánicas del odio. Debemos leer el Diario Espiritual como un camino de aprendizaje. Aprendemos gradualmente a renunciar a todas las barreras que separan a los hombres: la raza, el sexo, las religiones, las ambiciones egoístas, etc. para volvernos hacia lo único esencial. Los intereses de la Virgen María se concentran en uno solo: la salvación de las almas. Ese combate no se gana en las calles con manifestaciones de violencia física, verbal o propagandística. La Llama de Amor es “mansa”, “discreta”, “humilde”. Ella va conquistando suavemente los corazones de todos los seres humanos en la medida en que “obedecemos” a la Virgen María. Los resultados no se cuentan con los programas de “marketing”. El triunfo de María se da en lo profundo de los corazones, allí donde solamente llega Jesucristo con su gracia invisible. La Devoción a la Llama de Amor nos hace crecer en la virtud de la Esperanza. Aunque las cosas parezcan como una derrota, la victoria contra el maligno está asegurada.