EL DEMONIO HUYE FRENTE AL SACRIFICIO
Una cosa es el dolor y otra cosa es el sacrificio. Nuestro cuerpo y nuestra alma pueden padecer dolores de diversa intensidad, algunos tan intensos y prolongados que llevan a la desesperación. Todos los humanos conocemos lo que es el dolor. Cuando ofrecemos nuestros dolores a Dios entonces se convierten en sacrificio. La palabra sacrificio significa “ofrenda” de algo valioso a Dios como signo de amor, de agradecimiento, de reparación, de alabanza. En todas las religiones se ofrecen diversos tipos de sacrificios a la divinidad. En el Antiguo Testamento Dios exige al pueblo de Israel los sacrificios rituales para expiar los pecados o para agradecer o pedir gracias. En el Levítico encontramos las regulaciones para los diversos sacrificios. El sacrificio supremo y perfecto es el de Jesús que se entrega al Padre celestial para expiar nuestros pecados. Por sus sufrimientos hemos sido salvados.
Todos los seres humanos para salvarnos de la condenación eterna debemos unirnos a Jesucristo por la Fe ofreciendo al Padre nuestras vidas participando en el sacrificio de Jesús. El dolor es inaceptable para la razón humana, sobre todo el dolor que lleva a la destrucción del hombre. Hay sufrimientos tan grandes e incomprensibles que pueden impulsar al ser humano a la desesperación y al suicidio. La Palabra de Dios nos explica que el dolor, el mal, la muerte no vienen del Dios verdadero creador de todo cuando existe sino del pecado del hombre. Por el pecado entró la muerte al mundo. Los discípulos de Cristo vemos el dolor desde otra perspectiva. Desde que Jesucristo llevó sobre sí nuestros pecados y sus consecuencias, el dolor y el sufrimiento se convierten en instrumentos de salvación para nuestras almas. Cuando ofrecemos el dolor en unión a los dolores y sufrimientos de Jesucristo se convierten en sacrificio para honra y gloria de Dios.
En el Diario Espiritual vemos cómo Nuestro Señor Jesucristo va introduciendo a Isabel en el sentido del sacrificio. Le pide que “renuncie a sí misma”, que acepte los dolores y sufrimientos que Él le envía cada día en reparación de sus pecados, de los pecados de su familia, por la salvación de los pecadores, por las ánimas del purgatorio. El Sacrificio va íntimamente unido a la oración. No solamente le pide que acepte los dolores que le vienen del Cielo sino que se prive de muchas cosas agradables por iniciativa propia y los ofrezca a Dios. El sacrificio u ofrenda hecha a Dios se extiende no sólo a los momentos de dolor y privaciones voluntarias, sino a toda la existencia del ser humano. La vida entera del discípulo de Cristo debe ser un sacrificio, una ofrenda amorosa al Creador y Padre celestial. Este concepto del Sacrificio es totalmente revolucionario.
Es lo más revolucionario que se haya podido dar en la historia del ser humano. La muerte se transforma en vida. El dolor se transforma en gloria eterna. La humillación, la pobreza, la miseria, la enfermedad y todo cuanto perjudica al hombre arrastrándolo en el sufrimiento se transforma en riqueza eterna. Por la muerte de Cristo la muerte ha sido derrotada. San Pablo nos explica en la primera carta a los corintios el formidable poder de la cruz de Cristo (1 Cor 1,18-30). La vida del cristiano es una constante ofrenda al Padre por medio de Jesucristo y Jesucristo crucificado. A partir de ese momento el dolor cambia de sentido. Ya no destruye al hombre sino que unido a los sufrimientos de Cristo en la cruz se transforma en gloria eterna. Esta es la explicación de los grandes dolores y sufrimientos íntimos por los que Isabel Kindelmann ha de pasar.
El mundo moderno, inspirado por Satanás, ha renunciado a la cruz de Cristo. Rechaza el dolor y el sacrificio. Blasfema contra Dios acusándolo de ser el causante del mal del hombre. La humanidad entera se ha dejado engañar por Satanás y sus propagandistas que exaltan el placer y la glorias temporales como la finalidad de la vida del hombre. La Devoción a la Llama de Amor lleva a las familias a comprender el sentido del dolor y a transformarlo en Sacrificio en reparación de los pecados del mundo y para la salvación de las almas. Satanás odia a la Llama de Amor porque transforma la vida del ser humano en una constante entrega a la gloria de Dios. Satanás huye derrotado cuando tomamos la cruz de Cristo y la llevamos con amor.