LA VOCACIÓN DE LA FAMILIA CATÓLICA
San Pablo nos habla en 2 Cor 2,14-16 de que nosotros somos el “perfume de Cristo”. Jesús nos asocia a su triunfo. Por nuestro medio Cristo va difundiendo su conocimiento como un suave olor que es aspirado por los que nos observan. Unos se convierten y somos para ellos vida; otros nos rechazan y al no aceptar el mensaje de Cristo que transmitimos somos para ellos perdición porque rechazan al Salvador. Tenemos una grandísima responsabilidad la de ser “perfume legítimo” de Jesús, que dé vida y no muerte a quienes lo aspiran. Para los orientales los perfumes tienen una grandísima importancia. Si somos auténticamente seguidores de Jesús nuestro perfume será auténtico, el ejemplo será válido. Si nuestra conducta en vez de reflejar a Cristo manifiesta el triunfo del pecado en nuestras vidas, nuestro ejemplo será nefasto para quienes nos observan.
El Nombre de Cristo será lógicamente rechazado y seremos culpables de la perdición de los que se apartan de Jesús y de la Iglesia. El ejemplo de vida es el perfume que los cristianos ofrecemos a Dios como una ofrenda que se quema ante el Señor, en suavísimo olor. La vocación de la familia cristiana es la de ser un perfume que da vida a quienes la observan. En 1 Cor 4,9 San Pablo dice de sí mismo y de los Apóstoles que “somos un espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres” a causa de Cristo. Cuánta importancia tiene en el mensaje dado a Isabel Kindelman la percepción que de nosotros tienen los demás, a nivel individual y sobre todo a nivel familiar. El objetivo de la Gracia de la Llama de Amor es transformar de tal manera la vida familiar que ésta se convierta en el “perfume de Cristo” que dé vida a quienes lo “aspiran”. En otras palabras el ejemplo de vida cristiana es el instrumento que el Inmaculado Corazón de María está promoviendo por el efecto de gracia.
La labor de los espíritus malignos consiste en gran parte en impedir que la familia exhale el perfume de Cristo. La pérdida de la identidad cristiana de las familias bautizadas es el mayor drama que está viviendo la Iglesia. En el plan de evangelización del mundo que Jesús nos dio el “testimonio” es fundamental. Somos “testigos” de Cristo. Jesús es el gran Testigo del Padre. No habla de sí mismo, habla lo que el Padre le dice (Jn 5,30-32). El Cristiano testifica de Cristo proclamando su Palabra con la boca y con el corazón. Es decir con la vida. Todo lo que la Virgen María propone en el Diario a través de lo que Ella le va pidiendo a Isabel Kindelmann tiene ese objetivo: que todos en la familia asuman la cruz del testimonio integral: palabra evangelizadora y ejemplo de vida en Cristo. No podemos llamarnos cristianos y estar viviendo una vida en contradicción con lo que significa ser discípulo de Jesús. ¿Habrá habido en la historia de la Iglesia alguna familia tan luminosamente cristiana que su ejemplo haya sido perfecto? Probablemente no.
Sin embargo hay familias que a lo largo de los siglos han dado frutos de gran santidad. Ese es el propósito de la gracia de la Llama de Amor. Que todas las familias cristianas produzcan frutos de santidad. El combate contra los demonios y sus colaboradores se da en el interior del hogar. La presencia maléfica se va a manifestar en las familias a través de sus miembos. Doble es el trabajo en la lucha espiritual de los hogares que quieren llegar a ser auténticamente cristianos: la lucha de cada uno contra sus propios enemigos y la colaboración y ayuda mutua de todos los miembros de la familia contra la estrategia satánica que quiere arrastrarlos lejos del Señor. Exhalar el perfume de Cristo debe ser el objetivo. No debemos confundir esto con la vanidad de ciertas familias para quien la “reputación”, el “buen nombre”, la “fama” es lo más importante. No se trata del “¡qué dirán!”. Se trata de autenticidad de vida en Cristo.
Por ese motivo debemos irnos instruyendo para “detectar” los signos de la presencia y acción de Satanás en cada miembro y en la familia entera. Debemos trabajar juntos para que las virtudes de Cristo vayan creciendo en todos los miembros. Son dos movimientos concomitantes: el rechazo a la presencia y obras del Maligno en primer lugar y al mismo tiempo el permanente esfuerzo por ir viviendo las virtudes de Cristo Jesús. Crecer en Cristo por la práctica de la virtudes del Señor. ¿Quiénes deben presidir sobre este doble combate? Los padres de familia que son los pastores naturales que Dios ha designado para cada hogar. Familia sin pastores verá disgregarse su rebaño y la pérdida de sus ovejas. La formación cristiana de los novios que van a convertirse en padres y pastores es lo más urgente en la Iglesia. De la nueva generación de hogares embebidos por la gracia de la Llama de Amor nacerá el reguero de pólvora que María profetiza. Estamos comenzando apenas el camino de la Llama de Amor.