UN LLAMADO AL MATRIMONIO SACRAMENTAL
El mensaje de la Llama de Amor es una llamada urgentísima a los padres de familia que viven en fornicación. Los que quieren seguir a Jesús están llamados a ser sus testigos para el mundo entero. El Evangelio es bien claro: solamente es discípulo de Cristo aquel que pone en práctica sus enseñanzas. Pagano es aquel que no es cristiano, que no conoce a Jesucristo o que lo rechaza y por lo tanto decide organizar su vida según sus gustos o propios criterios. La enseñanza de Jesús sobre el matrimonio se basa no sobre las tradiciones del pueblo de Israel que admitían en una época la poligamia y el divorcio, sino en la primitiva revelación: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne”.(Gn 2:24). Más aún Jesús eleva esta relación entre el hombre y la mujer a la categoría de sacramento.
Se trata de una gracia especial y permanente que hace del hombre imagen de Cristo y de la mujer imagen de la Iglesia. (Ver Ef 5). Hombre y mujer son testigos vivos de Jesucristo ante la comunidad cristiana y ante el mundo entero. La vida familiar de Isabel se desarrolla en la gracia del sacramento. Las enseñanzas del Diario Espiritual se comprenden desde el punto de vista de la estructura de una familia católica Tradicional, insertada coherentemente en la vida parroquial y en una cultura fuertemente marcada por mil años de cristianismo. La palabra fornicación, o concubinato, hace referencia a la cohabitación del hombre y de la mujer fuera de vínculos civiles o religiosos. La vocación del discípulo de Cristo es la de ser testigo de Jesús en medio de “una generación maligna y perversa» (Fil. 2:15). La cultura pagana del Imperio Romano admitía toda clase de perversiones morales.
Los primeros cristianos tuvieron que luchar interna y externamente contra las inmoralidades que eran corrientes en el seno delos hogares y en el ambiente. Los discípulos de Cristo van al matrimonio con la certeza de que es una vocación, un carisma, un ministerio al que Dios los llama. El mundo globalizado de hoy está fundamentado en los valores morales del paganismo. Los valores que circulan en todos los ambientes ya no son los valores que la cristiandad de la edad media reconocía. Sin embargo la vocación al matrimonio cristiano permanece con toda su riqueza espiritual y toda su exigencia. El Diario Espiritual de la Llama de Amor y su mensaje urgente a los cristianos y especialmente a los católicos es que no pueden conformarse a los criterios de este mundo si quieren entrar en el reino de los cielos. Nadie está obligado a ser cristiano.
El seguimiento de Jesucristo es un acto voluntario y lúcido. Quien de verdad quiere ser llamado cristiano debe ser coherente con su vida poniendo en práctica las enseñanzas del divino Maestro. Debe renunciar a los criterios del mundo – demonio – carne para adquirir los de Cristo. Las enseñanzas de Jesús no son arbitrarias. Siendo Él Creador – Redentor – Señor del hombre y de universo, sus mandamientos son los verdaderos. La familia según Cristo es la familia correcta. Pretender una moral familiar fuera de Cristo es un gravísimo error que tiene grandísimas y pésimas consecuencias para la humanidad entera. Si queremos llamarnos cristianos y gozar del premio que el Señor promete a sus seguidores debemos obligatoriamente asumir sus disposiciones.
El mal que asedia a las familias que se dicen católicas está en que una gran proporción no está viviendo en las disposiciones de Jesucristo. El principal y generalizado error está en que la unión matrimonial del hombre y de la mujer no está fundamentada en la santidad y la fuerza del sacramento sino en los criterios paganos de la voluntad propia. La Llama de Amor no está pidiendo nada extraordinario a los esposos católicos. Les exige simplemente fidelidad a las promesas del Bautismo. La Virgen pide coherencia. No puede llamarse cristiana una familia que hace a un lado a Jesucristo en lo más importante y esencial. Todos aquellos hogares que se forman fuera del sacramento están fundados sobre la arena y en vez de contribuir a la solidez de la Iglesia, la destruyen.