¿Cómo vence al Demonio Isabel Kindelmann?
Isabel es una mensajera y un modelo en la lucha contra Satanás. Quien nos envía el mensaje es el Señor a través del Corazón de su Santísima Madre: “Satanás quiere reinar en las familias”. El mundo y especialmente la Iglesia están siendo atacados en estos últimos tiempos con una ferocidad sin precedentes en la historia de la humanidad. Hay que tener en cuenta que Isabel es solamente uno de los muchos mensajeros que Dios nos ha mandado en estos últimos tiempos para hacernos tomar conciencia de esa realidad.
La primera y gran mensajera es el Inmaculado Corazón de María que en sus diversas apariciones, especialmente en Fátima, ha estado insistiendo en este misterio de la iniquidad que los hombres se empeñan en negar. La lista de almas santas que en estos tiempos modernos han sido atormentadas por Satanás no deja de ser impresionante: Josefa Menéndez, Elisabetta Ravasio, Pierina Gilli, Marta Robin, Luisa Picarreta, Sor Faustina, Padre Pio de Pietrelcina, etc, etc son solamente algunas de ellas. Tantos son los testigos que en estos días nos hablan del maligno que debemos abrir los ojos y prestar gran atención. Aunque todos nos dan el mismo mensaje: “Satanás existe y nos quiere destruir física y espiritualmente”, cada uno de estos testigos tiene sus propias características. El mensaje de Isabel nos dice que la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia, por voluntad de su Hijo está al frente del combate espiritual contra el Dragón. Es Ella quien vence al maligno con la Llama de Amor de su Inmaculado Corazón.
En el Diario Espiritual se revela el motivo de esta intervención de la Virgen: Es el amor infinito que María Santísima nos tiene lo que la motiva para venir en nuestra ayuda. Ella es nuestra verdadera Madre Espiritual, hemos sido engendrados en Cristo por Ella al pie de la Cruz y como tal su Corazón sufre indeciblemente con la condenación eterna de las almas. Ella nos pide encarecidamente que tomemos parte activa y enérgica en este combate contra el enemigo de nuestra salvación y nos da para ello una gracia especial que ciega al Demonio: la Llama de Amor de su Inmaculado Corazón. Esa gracia es un Don extraordinario que Dios nos da debido a la iniciativa de María Santísima quien con su poderosa intercesión la ha obtenido del Padre Eterno por medio de las llagas de su Hijo Jesucristo.
¿Cómo lo ciega? Por una especial intervención suya que quebranta el poder de Satanás. La Virgen nos obtiene la gracia de combatir eficazmente al Demonio cuando la invocamos con la jaculatoria “Derrama el efecto de gracia de tu Llama de Amor sobre toda la humanidad”. La intervención de María es una respuesta de su condición de Madre Espiritual de todos los seres humanos al clamor de sus hijos. María deja fuera de combate al maligno “cegándolo” con la sangre de Jesús, es decir con los méritos de la Redención. “Yo, el rayo hermoso de la aurora, cegaré a Satanás” dice María (DE 182-183). Aquí podemos vislumbrar el sentido de la participación de María en la obra redentora de Jesús. La Virgen es “corredentora” porque íntimamente unida a su Hijo por su maternidad divina participa de modo excelso en la pasión redentora de Jesús. Ese es el motivo porque dice: “Yo cegaré a Satanás”. El fruto primero de la gracia de la Llama de Amor es acercarnos a Dios y a la Iglesia renovando en nosotros toda la vida cristiana. Mucha gente se ha alejado de la Iglesia; cantidad de bautizados han caído en una tremenda torpeza espiritual que los ha vuelto impotentes para defenderse del Enemigo. La intervención de María en nuestra vida espiritual debilita al Demonio en el combate de cada día hasta dejarlo incapaz de hacernos daño. Son muchas las enseñanzas que podemos sacar de Isabel Kindelman en este combate espiritual contra el mundo de las tinieblas.En primer lugar que no debemos tener miedo al Demonio.
Le tenemos miedo porque desde que somos niños nos han hablado del Diablo como de un ser poderoso que se opone a Dios como un rival, capaz de hacernos daño y de arrastrarnos al infierno. Esta mala pedagogía nos ha dejado marcados por el terror al Demonio. Aquí debemos saber dos cosas: en primer lugar Satanás no es más que una criatura, por lo tanto está en todo sometido al Señor. Por sí mismo no tiene autonomía para tomar decisiones. Depende enteramente de la voluntad de Dios. Por lo tanto no tiene ningún poder sobre nosotros independiente de la voluntad de Dios, a no ser que se lo demos. En segundo lugar hay que tener en cuenta que aunque el Demonio sea totalmente dependiente de Dios, si nosotros nos alejamos del Señor, perdemos la protección divina, y es entonces cuando Satanás sí nos puede hacer enorme daño, afectándonos gravísimamente en la vida cotidiana hasta conducirnos a la muerte eterna. Quien vive en gracia de Dios, íntimamente unido al Señor, guardando sus mandamientos y fortaleciéndose con los medios de salvación, no debe vivir obsesionado por el miedo al Demonio.
Es cierto que Dios permite que el Diablo nos tiente y nos aflija, pero es sólo para probar nuestra fe y nuestro amor. La pedagogía divina se sirve de Satanás para santificarnos y darnos la oportunidad de ganar méritos para el cielo. Al lado de la tentación y de las aflicciones diabólicas que podemos padecer Dios pone su gracia y no permite que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas. Él está a nuestro lado para protegernos y ayudarnos en el combate de cada día. El Demonio tratará siempre de llenarnos de miedo porque así nos debilita. Se presenta siempre como alguien grande y poderoso, que amenaza con destruirnos. Trata de engañarnos porque es el Padre de la mentira y de los mentirosos pero se retira vencido cuando lo atacamos en el Nombre de Jesús. Isabel Kindelmann experimenta al principio un gran miedo al sentir la presencia del espíritu maligno, pero con el tiempo, al ver los efectos que produce la gracia de la Llama de Amor, comprende que el Demonio está vencido por la intervención de María Santísima y se atreve a humillarlo y a despreciarlo. Darnos cuenta de que el Demonio no tiene ningún poder sobre nosotros cuando vivimos intensamente nuestra consagración Bautismal a Jesucristo es un gran motivo de serenidad y de paz. Aunque seamos grandemente tentados o afectados por la acción diabólica externa o interna, no hay motivo para desesperar, porque las amenazas del maligno se pueden convertir para nosotros en grandes victorias. Todo depende de nuestra diligencia para enfrentarlo: “enfréntate al Demonio y él huirá”, nos dice Santiago. La Llama de Amor es el instrumento milagroso para humillar al príncipe de este mundo. Cuando lo combatimos con la jaculatoria y el Rosario, el Demonio se retira vencido.