CARTA No.305: LA SAL EXORCIZADA, SU FUNCIÓN COMO SACRAMENTAL
Roberto, de la ciudad de León, Nicaragua pide: Explíquenos el sacramental de la sal exorcizada. Por qué la Iglesia utiliza la sal, cómo podemos usarla en nuestro diario combate contra los espíritus malignos.
Respuesta: De la misma manera que el agua la sal ha sido uno de los elementos más importantes en la vida del ser humano y de los animales. Es un elemento abundante en la naturaleza. En todas las culturas la sal ha sido apreciadísima en primer lugar como parte integrante del arte culinario. La sal da sabor a las comidas. Igualmente la sal preserva y conserva algunos alimentos, especialmente la carne y el pescado. Allí donde no hay medios para refrigerar estos alimentos se emplea la sal porque impide que las bacterias que corrompen las carnes ejerzan su acción. En nuestro metabolismo la sal desempeña un gran papel aportando al cuerpo sustancias químicas que éste necesita para su buen funcionamiento. También ha sido usada en la antigüedad como moneda de comercio. En Israel la sal era y es abundantísima. Toda la región del mar muerto está impregnada de diversos tipos de sal. La sal da vida y también puede dar la muerte, igual que el agua. Jesús dice a sus discípulos: ustedes son la “sal de la tierra” (Mat 5,13). Nuestra misión es la misma de Jesús: anunciar al mundo la Buena Nueva de la salvación y destruir las obras de Satanás (1 Jn 3,8) preservando a la humanidad de la acción del Maligno. Somos testigos de Cristo.
Si nosotros perdemos por negligencia la capacidad de ser “sal de la tierra” renunciamos a nuestra identidad cristiana: «Buena es la sal; mas si también la sal pierde su sabor, ¿con qué se la sazonará? No es útil ni para la tierra ni para la basura; la tiran fuera. El que tenga oídos para oír, que oiga.»(Lucas 14:34-35). La sal y el agua se mezclan para hacer el agua exorcizada. El profeta Eliseo sanó las aguas de Jericó que estaban contaminadas (2 Reyes 2,21-22) echándoles sal. El exorcismo de la sal dice así: “Yo te exorcizo, oh criatura de la sal, por el Dios vivo, por el Dios verdadero, por el Dios Santo, por el Dios que te ordenó que, por Eliseo profeta, fueras colocada en el agua para que quedase sanada la esterilidad del agua y te conviertas en sal exorcizada para la salvación de los creyentes y seas salud del alma y del cuerpo, para los que te reciban. Y que huya de ti y se aparte del lugar en que fueres asperjada todo fantasma y perversidad o astucia de cualquier engaño diabólico y que todo espíritu inmundo sea conjurado por aquel que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos y al mundo por medio del fuego”. Esta oración explica muy bien cómo debemos usar la sal exorcizada. Igual que del agua bendita los demonios huyen de la sal exorcizada. Se la esparce sobre los lugares como si fuese agua bendita. Hay veces que no se puede usar ésta porque puede mojar objetos o papeles. También la sal es más discreta que el agua porque no se ve y la podemos utilizar en lugares contaminados como oficinas, salas de reunión, vehículos, cines, etc guardando anonimato.
Podemos tomar unos granitos de sal y ponerlos en nuestra lengua o tomar agua bendita con sal exorcizada cuando nos sentimos víctimas de ataques espirituales, cuando somos tentados fuertemente. Se puede cocinar con ella, utilizarla en los saleros del comedor.. Si no tenemos agua bendita podemos mezclar en el agua normal varias cucharadas de sal exorcizada y utilizarla como tal. Es muy útil llevar un vasito con sal exorcizada en nuestros viajes, cuando nos hospedamos en hoteles para bendecir el cuarto y la cama. En caso de maleficios comidos o bebidos es utilísimo beber regularmente una mezcla de agua, sal y aceite exorcizados o ingerirlos individualmente. Los espíritus inmundos ligados al maleficio van siendo gradualmente expulsados. Cuando en un lugar o en una casa hay presencias inquietantes, sombras, fenómenos, ruidos extraños, …etc. que se sospechen son de origen maligno es útil colocar en los rincones o debajo de la cama vasitos con agua, sal y aceite exorcizados. Debemos tener muy en cuenta que es la fe viva en el poder de Cristo Jesús lo que da valor a los sacramentales. Estos dones de la Iglesia nos deben llevar a vivir en gracia de Dios, a establecer nuestra existencia sobre el poder de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, a caminar rectamente en presencia del Señor guardando sus mandamientos.