CARTA No.234 Guandolfo, de Guatemala, pregunta:
¿Cuál es el principal impedimento para que una familia sea un santuario familiar?
Sin ninguna duda el “pecado habitual” en el seno del hogar. La palabra “santuario” indica un lugar santo, alejado del pecado, lleno de la gracia de Dios. Pecado es todo aquello que nos separa de Dios. Es aquel acto que de manera consciente se opone a la voluntad del Señor. El objetivo de la Llama de Amor es llevar a todos los miembros de la familia a una vida de santidad. En la existencia de todo hombre se da el combate entre las tendencias que nos alejan de la voluntad de Dios y la voz de Dios que nos llama a actuar rectamente. Entre los cristianos esta tensión de fuerzas es conocida como la lucha entre la carne y el Espíritu. En las cartas a los gálatas, efesios, romanos, colosenses, corintios, etc. San Pablo constantemente habla de esa permanente lucha entre las tendencias de la carne y las tendencias del Espíritu. Como consecuencia del pecado de Adán estamos asechados por la concupiscencia o atracción hacia el mal. Cuando el ser humano no conoce a Jesucristo cae bajo el poder de la carne y se vuelve “esclavo de la carne”. Cuando conocemos a Cristo, creemos en Él y hacemos opción por Él se produce en nuestro interior una transformación. Somos liberados de la esclavitud del pecado.
Recibimos el Espíritu Santo y emprendemos con su ayuda la lucha contra las obras de la carne: “fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, ambición, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, comilonas y cosas semejantes” (Gl 5:19–21). Cuando el bautizado persevera en el camino de la lucha contra las tendencias de la carne va ganando la batalla y vive permanentemente en “gracia de Dios”. Cuando deja de lado los auxilios que Dios nos da se produce un retroceso hacia el mundo de las tinieblas. Lucha espiritual siempre habrá en nuestro interior y alrededor nuestro. El Demonio nunca dejará de atacarnos. Por eso debemos estar siempre alertas en la defensa. A causa de nuestra debilidad es posible que caigamos ocasionalmente en pecado grave pero con la gracia de Dios nos levantamos. También podemos, desgraciadamente, dejar de luchar y permanecer en el pecado. En este caso el pecado se llama “habitual” porque se vive permanentemente en pecado mortal. El pecado habitual más frecuente que impide la formación de un santuario es la fornicación. Los esposos o progenitores están unidos fuera del sacramento o favorecen el pecado de fornicación de sus hijos dándoles albergue.
En este último caso se trata de cooperación al pecado ajeno. El santuario familiar se va edificando sobre el sacramento del matrimonio o sobre la soltería, en el caso de viudos o padres solteros. No puede edificarse sobre la fornicación o adulterio. Otros pecados impiden la santidad del hogar: el recurso de los familiares a la brujería, la práctica de supersticiones, la embriaguez, el clima de odio, de violencia, de división en el interior de la familia, el pecado de herejía cuando una parte de la familia ha abandonado la fe católica o ha caído en el ateísmo, maneras pecaminosas de ganarse la vida (p.ej. venta de drogas, prostitución, operaciones fraudulentas, etc.). El gran reto de la Llama de Amor es la evangelización del hogar desde el interior. Nos esforzamos por ir llevando a los pies del Señor a los miembros de nuestra familia. El hecho de que no podamos llamar a la familia “santuario” no impide que vivamos intensamente la devoción a la Llama de Amor en nuestro hogar. Llegará un momento en que todos en la familia se volverán arrepentidos de corazón hacia Jesús y recibirán de Él su gracia. El poder de la jaculatoria es tan grande que termina por cegar a Satanás y expulsarlo del hogar.