CARTA No.235: Guandolfo, de Guatemala, pregunta: 

¿Para Ud. cuál es el medio para vencer al pecado habitual? La mayor parte de las personas que yo conozco están en pecado de fornicación. ¿Cómo se podrán salvar si permanecen juntadas y no quieren casarse por el sacramento? 

Respuesta: La Virgen dice en el Diario de Isabel Kindelmann, y en diversos mensajes que el pecado de fornicación es el que más almas lleva al infierno. Debemos tener en cuenta las palabras del Evangelio: el que ama a Jesús es aquel que hace su voluntad. El que dice amar a Dios pero no cumple sus mandamientos se engaña a sí mismo. San Pablo nos dice que no entrarán en el Reino de los cielos aquellos que practican las obras de la carne (Gál 5,18…). Entre las primeras están el adulterio, la fornicación, la impudicia, el libertinaje. En el primer capítulo de Romanos explica cómo las perversiones sexuales son consecuencia del rechazo a la Ley de Dios y conducen a la muerte eterna. Las palabras de Cristo son claras: Si queremos salvarnos debemos hacer una opción auténtica por Él. Esto significa que debemos renunciar a nosotros mismos, a hacer nuestra propia voluntad. Debemos adherirnos a Jesucristo con sinceridad. Lo que dices es muy cierto. Son incontables las familias de “cristianos” que están fundadas sobre el pecado de la fornicación, es decir, fuera del sacramento. También es dolorosamente cierto que muchos casados por el sacramento del matrimonio no son fieles a los compromisos que juraron ante el altar. 

No basta recibir el sacramento para salvarse. Es necesario vivirlo. ¿Qué hacer en este alarmante caso? Es necesario evangelizar a aquellos que se dicen cristianos porque de niños recibieron el bautismo y en realidad no lo viven. Están en fornicación porque no conocen realmente a Cristo ni sus palabras. Piensan que haciendo su propia voluntad, vivir en unión libre, es una ventaja y un bien. No comprenden, porque no se les ha enseñado, que la verdadera felicidad viene de la fidelidad a los mandamientos del Señor. El camino a la Vida Eterna de la que nos habla Jesús es un durísimo y doloroso combate contra nuestras pasiones. No entra en la Vida Eterna el que no vence al pecado. Por medio de la gracia de Dios ya no estamos bajo la esclavitud del pecado. El que cree en Jesucristo es una nueva criatura (estudiemos los capítulos 7 y 8 a los Romanos). Por la fe viva en Jesucristo recibimos la fuerza que viene de lo alto para vencer la fuerza del pecado. 

Si no tomamos en serio la vida cristiana no entraremos en el Reino de los Cielos dice Jesús. La gracia de la Llama de Amor es eminentemente una gracia evangelizadora de la familia, desde el interior. En muchas familias hay un gran combate entre los que quieren seguir viviendo en la carne y produciendo sus obras  (adulterio, fornicación, impudicia, libertinaje, hechicería, violencia, embriaguez, etc.) y aquellos que quieren vivir según el Espíritu Santo (Gál 5,17-24) produciendo sus frutos. El gran instrumento de la conversión del corazón es el sacramento de la confesión bien recibido, bien hecho. Hay gente que se confiesa mal. No cambian de vida. Se confiesan y siguen pecando. Cuando uno se acerca frecuentemente a la confesión con auténtico dolor de sus pecados viene la fuerza para abandonarlo. No hay pecado que resista la gracia que emana del sacramento de la reconciliación. Enseñemos a las personas a hacer un examen de conciencia honesto e integral. Ayudémosles a vencer el miedo a reconocerse pecadores. Entonces serán libres del poder del pecado.

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