CARTA No.178: Francisco, de León, Nicaragua pregunta:
¿Qué relación existe entre el proceso de la Llama de Amor y el sacramento de la confesión de los pecados? Ahora muy poca gente se confiesa y a los sacerdotes no les gusta confesar.
Respuesta: Quiero seguir hablando primero de la íntima relación que existe entre la acción del Espíritu Santo y la Llama de Amor. San Pablo en Gál 5,22-24 nos dice que: el fruto del Espíritu es “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad,mansedumbre, dominio propio”. “Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”. Es el tremendo combate entre el Espíritu Santo y el “mundo, el Demonio y la carne”. Para que se establezca en un hogar la Llama de Amor es necesario, con la ayuda de los dones del Espíritu Santo, enfrentar decididamente estas tres fuentes del pecado. Qué felices son las familias en las que se producen los frutos del Espíritu Santo. Dios nos llama a edificar hogares que rebosen de paz, de alegría, de verdadera felicidad. Ese tesoro tiene un precio: ¡crucificar la carne con sus pasiones y deseos”. ¿Cómo no van a ser infelices aquellas familias en las que se dan las “obras de la carne”? En Gal 5,19-21 San Pablo las pone en evidencia: “Las obras de la carne son evidentes: inmoralidad, impureza, sensualidad, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, sectarismos, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes”. Son pequeños infiernos. Los cónyuges y los hijos sufren de manera indecible. ¿Por qué? Porque no quieren crucificar sus pasiones y deseos. Quieren vivir dando gusto a sus instintos. No quieren poner en práctica el Evangelio. Cada uno quiere hacer su propia voluntad y no se someten a la voluntad de Jesucristo. Traicionan las promesas de su matrimonio.
Cuando los novios van ante el altar están haciendo un juramento ante Dios: vivir de acuerdo al Evangelio. Más valiera que no se “casaran por la Iglesia” si van con la intención de vivir el matrimonio “a su manera”. Se trata de una verdadera profanación del sacramento. Ese es el motivo fundamental del fracaso de tantas parejas que van al matrimonio por pura conveniencia social. No tienen Fe. Sin embargo la Llama de Amor es para estos cónyuges una gran esperanza. Con la intervención del Inmaculado Corazón de María en el seno del hogar se podrá encender su Llama de Amor y revertir el proceso de muerte para dar nueva vida a esos matrimonios. Este es el milagro que la Virgen promete. ¿Cuál es la relación entre el sacramento de la confesión de los pecados y la gracia de la Llama de Amor? Es importantísima porque para vencer al mundo, al Demonio y a la carne se necesitan las gracias que este sacramento da. No es el sacerdote el que perdona, aconseja, sana, libera y fortalece en este sacramento. ¡Es Jesucristo mismo! El Demonio odia la confesión de los pecados. Infunde miedo y vergüenza en los corazones para que los fieles no se acerquen al sacerdote. Satanás sabe que en la confesión Jesús le aplasta la cabeza y lo expulsa. Es la principal arma que tiene el católico para vencer a los demonios. Cuando en una familia todos los miembros viven este sacramento con gran fidelidad y comprensión, el hogar se convierte en una fortaleza contra el mundo, el Demonio y la carne.
Este sacramento es más poderoso que un exorcismo y expulsa a los espíritus inmundos. Detrás de cada obra de la carne hay espíritus malignos que impulsan al pecado. El examen de conciencia que ha de hacerse antes de la confesión es de trascendental importancia. Allí cada uno descubre cómo están actuando las influencias espirituales negativas para llevarnos al pecado. Al arrepentirse y dolerse del pecado damos paso a la misericordia divina que nos restaura. Se dice que la confesión es algo así como un “segundo bautismo” que regenera el alma muerta por el pecado y le da nueva vida. La confesión debe utilizarse como un poderosísimo instrumento de santificación para cada persona y para la familia entera. No hay pecado que resista a la confesión periódica y sistemática. Los arranca de raíz. Es triste que haya sacerdotes que no ejerzan este sacramento. Privan a los fieles del derecho que tienen de recibir el perdón de los pecados y se privan de las gracias que el confesor obtiene cuando ejerce el sacramento. El Inmaculado Corazón de María, al darnos la devoción a los cinco primeros sábados, insiste en la confesión mensual. En el Diario Espiritual Isabel Kindelmann nos da ejemplo. Ella recurre constantemente a la confesión para encontrar alivio a los ataques del Demonio. Todos necesitamos confesarnos con frecuencia para salvaguardar la paz de nuestra alma.