CARTA No.136: ¿En qué consiste la obra Satánica?

¿Cómo podemos darnos cuenta de la acción diabólica en el seno de nuestra familia? ¿Si la Llama de Amor es un instrumento que María Santísima nos da para cegar a Satanás, cómo saber cuándo el Demonio ataca a nuestros hijos? Estas son preguntas de varios padres de familia.

Respuesta: Si la obra del Espíritu Santo en nuestro interior es transformarnos en imágenes cada día más perfectas de Cristo, la obra de Satanás es degradar cada vez más al hombre hasta convertirlo en un ser embrutecido. El hombre es por voluntad divina imagen de Dios, imagen de Cristo, hijo de Dios en el Hijo. El odio Satánico tiene una terrible motivación: profanar esa imagen de Dios hasta rebajarla el nivel de los animales, de tal modo que sea incapaz de utilizar su inteligencia y voluntad para conocer, amar y servir al Dios verdadero. El embrutecimiento del ser humano es la obra del Demonio. Quien cae bajo las garras de Satanás se va convirtiendo gradualmente en un ser sometido a las pasiones más bajas; su inteligencia se va cegando paulatinamente hasta llegar a desconocer a Dios, a negar su existencia; su voluntad se va entenebreciendo hasta llegar al odio y rechazo contra el Creador. La lucha de Satanás contra los hijos de Dios es permanente (Ap 12,17). El Dragón, vencido por el Hijo, es lanzado a la tierra en donde se dedica a perseguir a los hijos de la Mujer.

Es necesario estudiar el primer capítulo de la epístola de San Pablo a los Romanos para entender cómo actúa Satanás. En los versículos 19 al 31 el Apóstol explica que quienes se alejan de Dios pierden su auxilio y se encuentran sin ayuda frente al poder de las pasiones más bajas. La mente se extravía y queda a oscuras. No pueden distinguir entre el bien y el mal. Y se van hundiendo en las pasiones más vergonzosas dominados por sus malos deseos. Cambian la verdad por la mentira, idolatran a las criaturas y se ven repletos de injusticia, maldad, codicia, malignidad, envidia, homicidios, discordias, fraudes, perversiones. Se convierten en difamadores, calumniadores, enemigos de Dios, soberbios, arrogantes, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes con sus padres, sin juicio, desleales, crueles, despiadados. En estas líneas San Pablo nos hace un esbozo de la imagen de Satanás que se va imprimiendo en aquellos que caen bajo su influencia. El primer deber pastoral de los padres de familia es dar a sus hijos el ejemplo de verdaderos “discípulos de Cristo”. La mejor catequesis no es la que se hace con la boca sino la que se da con la vida.

En el Diario Espiritual los padres de familia encontrarán todos los elementos que les ayudarán a convertirse en verdaderos evangelizadores y catequistas de sus hijos. El primer paso para ser un buen padre de familia-pastor, es conocer a Jesucristo. Por lo tanto todos los jóvenes que desean formar un hogar cristiano deben empeñarse en leer, meditar y orar la vida y enseñanzas de Jesús que nos transmiten los Evangelios. Cuando lleguen al matrimonio podrán discernir con facilidad los ataques del enemigo. Los espíritus malignos van a tratar de afectar a los niños desde la más tierna edad, aún desde el seno materno. La primera defensa contra el ataque Satánico a la familia es la oración diaria. De allí la insistencia de la Virgen de que cada día se rece el Santo Rosario en el hogar. La madre de familia es la que principalmente tiene ese ministerio de iniciar a sus niños en la oración con la jaculatoria de la Llama de Amor.

Lo que se aprende en los primeros años de vida queda grabado en lo profundo de alma. Por eso la mejor defensa contra Satanás que podemos dar a los hijos es enseñarles a amar al Inmaculado Corazón de María. Si los niños aprenden a utilizar la jaculatoria de la Llama de Amor para luchar contra sus malas pasiones se volverán expertos en el combate espiritual contra Satanás. Hoy más que nunca los niños son la víctimas preferidas del Demonio. Los servidores de Satanás buscan cómo corromper el corazón de los niños con las aberraciones sexuales. El amor a María Inmaculada será para los pequeños su más poderosa defensa contra el demonio de la lujuria que tanto estrago hace en los adolescentes y jóvenes. Enseñémosles a defenderse con la jaculatoria.

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