CARTA No.47: ¿Qué es el exorcismo de la casa vejada? ¿Para qué sirve?

La Sra. Raquel de Venezuela pregunta: ¿Qué es el exorcismo de la casa vejada? ¿Para qué sirve?

Respuesta: El exorcismo de la casa “vejada por el demonio” es un exorcismo especialmente destinado para liberar aquellas casas o lugares en donde hay una manifestación extraordinaria de la acción diabólica. Se encuentra en el apéndice al Ritual Romano. Este exorcismo lo puede hacer cualquier sacerdote. No se necesita permiso del Obispo para hacerlo, ni ser exorcista. Se trata de un hermoso exorcismo que une a la familia en oración por medio de los salmos llamados “de
peregrinación” o de “las subidas”. Debemos recordar que la casa de habitación de un discípulo de Cristo es un Templo, un Santuario, un lugar en donde la familia vive “en santidad”. Cuando en una casa se han llevan a cabo prácticas diabólicas (juego de la uija, misas negras, invocación a los demonios, cultos diabólicos, etc.) o se han cometido pecados muy graves pueden venir espíritus malignos o almas de difuntos a habitar. La casa queda profanada o vejada por estas presencias maléficas.

Los salmos graduales o de las subidas son un grupo especial de cantos que empleaba el pueblo de Dios en las peregrinaciones que hacía cada año al Templo de Jerusalén. Por ese motivo se llaman “de las subidas”: se sube a Jerusalén. Son quince salmos del número 119 al 123 ( o del 120 al 134 según otra numeración). Nos recuerdan de manera especial la salida de Egipto. Allí el pueblo de Dios estuvo prisionero por cuatrocientos años y sometido al poder del Faraón que es símbolo de demonio. El pueblo de Dios sale de la esclavitud y va subiendo a través del desierto hacia la “tierra prometida” y específicamente a Jerusalén. Un segundo recuerdo es el de la salida del pueblo de Dios que estuvo exiliado en Babilonia durante cincuenta años. El exilo es símbolo de la esclavitud del pecado. Israel es liberado por el rey Ciro y retorna libre a Jerusalén a reconstruir el Templo de Dios. El exorcismo nos recuerda cómo Dios liberó a su pueblo del poder de sus enemigos. La familia va a pedir al Señor que la libere de la acción diabólica que se ha apoderado de su hogar.

La oración de exorcismo se divide en tres grupos de cinco salmos cada uno. Primero hay una introducción que hace el sacerdote y que incluye dos oraciones y un conjuro contra el demonio para que salga de la casa. Sigue después el rezo o canto de los salmos 119 a 123 y mientras tanto se va en procesión visitando los diversos lugares de la casa. El sacerdote va adelante echando agua bendita. Se termina esta primera ronda con el rezo del Padre Nuestro y una oración en la que se pide al Señor que entre en la casa y que no permita que en ella domine maldad alguna. Se inicia una segunda ronda con los salmos 124 al 128. Se termina con el Padre Nuestro y una segunda oración en la que se pide a Dios que proteja la casa de todo poder maligno. En la tercera ronda se procede de igual manera. Incluye los salmos 129 al 133. Se pide al Señor que su bendición sobre esa casa permanezca inviolable. Se proclama después el Evangelio (Luc 19,1-10). Se inciensa toda la casa y se bendicen todas las habitaciones.

Este exorcismo se emplea solamente en los casos de graves afectaciones. Por eso se llama de la “casa vejada”. En los casos
leves se utiliza un exorcismo breve. Es necesario primero discernir si los fenómenos que se dan son producto de la acción
demoníaca o provienen de las almas de difuntos que piden oración. En este caso hay que orar por ellos y celebrar eucaristías por su eterno descanso. Los sacramentales del agua, la sal y el aceite exorcizados son muy útiles para mantener la casa limpia de presencias maléficas. Toda familia católica debería tener estos tres sacramentales. Los espíritus malignos huyen del agua, la sal y el aceite benditos o exorcizados. Debemos comprender que lo más importante para conservar la casa libre de presencias maléficas es que todos los miembros de la familia lleven una vida de santidad. Cuando en un hogar no se ora, no se viven los sacramentos, se lleva una vida de pecado, se recurre a prácticas esotéricas o visitas de brujos, los espíritus malignos se hacen presente generando en el interior de la familia conflictos y desasosiego. La Paz es fruto de una vida santa. La casa de habitación del cristiano debe ser considerado como un lugar santo, el Templo de Dios.

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