MARÍA FORMA SU EJÉRCITO POR MEDIO DEL REZO DEL ROSARIO

Los católicos de hoy estamos viviendo en una época privilegiada, la de los últimos tiempos. Es un verdadero regalo de Dios.
Debemos dar gracias al Señor por permitirnos participar en los grandes acontecimientos de hoy y del mañana. Dios nos llama a ser sus testigos, testigos de Jesucristo, Rey y Señor del universo. El principal deber que nos incumbe es el de vivir en plenitud las gracias propias de la catolicidad. La plenitud de la Fe, la plenitud de la Revelación divina en Jesucristo. El Señor ha puesto en nuestras manos un talento esperando que le devolvamos diez, para hacernos gozar el fruto de nuestra fidelidad a su Divina Voluntad (Lc 19,12-27). Estamos en el gran tiempo del combate decisivo entre la Luz y las Tinieblas. Es un gran honor que Dios nos llame a formar parte de ese ejército de Luz que derrotará irremediablemente a las tinieblas por muy poderosas que éstas parezcan.

Estamos en la aurora de los grandes tiempos en que brillará la gloria de María Santísima con un esplendor único. Todas las apariciones y mensajes de la Virgen que hasta ahora hemos tenido son como el inicio de estos tiempos. Apenas estamos comenzando los preparativos del combate. Los numerosos mensajes marianos se ensamblan armoniosamente. Aunque sean muchas las apariciones y palabras de la Virgen en realidad constituyen un solo mensaje que debemos comprender. Jesús ha constituido a su Madre como el adalid de ese inmenso ejército de huesos secos “resucitados” (Ez 37,1-14). Por voluntad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, al frente del ejército constituido por los discípulos de Cristo está la Mujer (Ap 12). Ella, más terrible que un ejército en orden de batalla, hace temblar al Enemigo.


En estos momentos la Virgen María está reconstruyendo ese ejército de “huesos secos” para darles “Vida” y combatir al
Enemigo de su Hijo. El mensaje de la Divina Voluntad, transmitido por el Señor a la Iglesia de los últimos tiempos por
medio de Luisa Picarreta, el mensaje de Fátima y el de la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María, dado por medio de Isabel Kindelmann están íntimamente relacionados. Nos hablan del papel providencial dado por Dios a María Santísima “para formar sobre la tierra a los hijos del reino de su Divina Voluntad”. Es de María Santísima que la Iglesia debe recibir las “sublimes y celestiales lecciones” que nos conducirán al triunfo de la Luz sobre las Tinieblas. Lo que Maria quiere es que formemos parte de ese ejército que pida “el reino adorable del Querer Divino”. La victoria de María será fruto de la oración intensa de la Iglesia porque el Reino de Dios se obtiene pidiéndolo tal como lo recita el “Padre Nuestro”. Es una gracia.

La inmensa multitud de los hijos de Dios debe dejarse conducir por la Virgen María para que el reino del Querer Divino se establezca sobre la tierra. El rezo del Rosario en el que recitamos tantas veces el Credo, el Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria, y contemplamos paso a paso los misterios de la vida de Nuestro Señor es el principal instrumento de María Santísima para conducirnos al Reino de la Divina Voluntad. Los padres de familia deben ser los capitanes de ese inmenso ejército de familias católicas resucitadas y renovadas por la Virgen María. La transformación de esos huesos secos que son tantos y tantos hogares católicos se dará a través del Santo Rosario potenciado al máximo por la Llama de Amor. Es necesario cegar a Satanás en las almas para que se realice el Reino de la Divina Voluntad.

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