HAGAMOS DEL ROSARIO UNA VERDADERA CELEBRACIÓN
La Eucaristía es una “celebración”. Se trata de una gran “fiesta”, la más importante del discípulo de Cristo. La comunidad se reúne para alabar, bendecir y glorificar a Dios de manera gozosa dándole gracias por todas sus bondades pero especialmente por el Don de nuestra Redención en Cristo Jesús. El pueblo de Israel celebraba las glorias del Señor expresando su alegría en las diversas fiestas que a lo largo del año marcaban su vida litúrgica. La fiesta más importante de Israel fue y sigue siendo la Pascua. Los cristianos, Nuevo Israel, continuamos “celebrando” las diversas fiestas del año litúrgico, gozándonos de la permanente Obra del Señor en Cristo Jesús por el poder del Espíritu Santo. El gozo, la alegría es una de las características más importante de las celebraciones cristianas. El Santo Rosario debe ser para la familia católica una celebración gozosa de los misterios de Cristo Jesús. Es la actualización diaria en familia de esos acontecimientos fundamentales de la vida del Salvador que nosotros llamamos “misterios”.
En el rezo del rosario vamos viviendo en cierto modo el año litúrgico. Contemplamos la vida de Jesús desde el nacimiento hasta su glorificación en la resurrección, ascensión y donación del Espíritu Santo. Damos a María Santísima el honor y la gloria que Ella se merece por su condición de Madre de Dios y de la Iglesia. Podemos decir que el Rosario es la prolongación en el interior de la familia de la liturgia que celebramos en la Parroquia. Quien reza el Rosario está en
unión íntima con toda la Iglesia que en oración contempla y vive permanentemente los misterios de la vida del Señor Jesús. Esta oración que decimos hecha en honor de María Santísima es en realidad la glorificación de Jesucristo por medio del Inmaculado Corazón de su Madre. Más que una alabanza a María el Rosario es la alabanza de María y de la Iglesia a Jesucristo Nuestro Dios y Señor. Todas las demás oraciones compuestas por la piedad cristiana, por muy bellas que sean, no se pueden comparar a la dignidad del Rosario.
Ese es el motivo de la Insistencia de Nuestra Señora. En sus diversas intervenciones pide que lo recemos diariamente piadosamente unidos en el interior del hogar. La Iglesia debe descubrir a fondo el Rosario en familia para convertirlo en el más práctico instrumento de evangelización, catequesis y crecimiento espiritual. El Evangelio está al alcance de la mano de todos los bautizados cuando sabemos aprovechar el Rosario y convertirlo en el momento más importante de la vida familiar. Contradictoriamente nos encontramos con que para muchísimos católicos y especialmente para los niños, adolescentes y jóvenes el Rosario es un tiempo de aburrimiento. En vez de ser el momento en que todos los miembros del hogar se reúnan para compartir la alegría de Jesucristo, para muchos es el tiempo que se rehuye. Nadie rechaza un momento de felicidad verdadera; ¡al contrario!, tratamos de promoverlos para el crecimiento de la armonía familiar.
El primer deber que como cristianos tenemos es el de convertir los tiempos diarios de oración en familia en momentos
de felicidad. De la manera de rezar el Rosario depende que se lo ame o se lo rechace. Hermosos cánticos, lecturas bíblicas,
peticiones, oraciones de sanación y súplicas de liberación, expresiones de alabanza, etc. podrían convertir el rezo del
Rosario en un momento anhelado de gozo y felicidad. El rezo del Rosario debe ser una verdadera celebración familiar, aunque fuese de breves momentos. En el Diario Espiritual la Virgen insiste en que el rezo del Rosario en familia vaya unido a los sacrificios para fortalecer su poder en el combate espiritual contra la acción del Maligno.