EL ROSARIO ES LA ESCUELA DE ORACIÓN DE LA FAMILIA CRISTIANA

Vivimos rodeados de las bendiciones del Padre Celestial. La vida entera está llena de infinidad de gracias que el Señor nos da; son tantas que ni siquiera las tomamos en cuenta. El aire que respiramos, el sol que da vida a todo lo que toca, el alimento diario, el trabajo, la naturaleza que nos rodea, la salud, el cónyuge, los hijos, los nietos, etc., etc. Todo es prácticamente bendición de Dios. La más grande e importante es su propio Hijo Jesucristo. En Él están todas las gracias habidas y por haber. Dios quiere colmarnos de sus favores día tras día hasta que pueda llevarnos a la dicha total y perfecta: el Cielo. Es deber de todo ser humano dar gracias a Dios cada día por todas las bendiciones que recibe del Creador. Es un verdadero ingrato aquel que no bendice, alaba, glorifica y da gracias cada día al Padre Celestial. A lo largo de la vida, el Señor va edificando nuestra condición de hijos de Dios hasta llevarnos a la perfección, si se lo permitimos. Somos hijos de Dios en su Hijo Jesucristo.

El Padre Celestial quiere que seamos otros “Jesús”, otros “Cristo”. Por la acción del Espíritu Santo el Creador va
transformando nuestro “interior” de tal modo que nos vayamos transformando en imágenes vivas de su Hijo. Él es el modelo y la medida de todas las cosas. El negocio más importante y la razón suprema por la que estamos en este mundo no consiste en que acumulemos poder y dinero y éxitos materiales. Consiste en que nos asemejemos a Jesucristo. En que lo imitemos hasta ser como Él. Esta semejanza es obra del Espíritu Santo que nos habita. El Espíritu Santo se sirve de todos los medios de salvación que Jesucristo nos ha dejado en el seno de su Iglesia. La Palabra de Dios y los Sacramentos son los más importantes y poderosos. Son el centro de la vida cristiana. Todos los demás medios salen de la Palabra y de los Sacramentos y a ellos regresan.

Entre estos medios de salvación está el Santo Rosario. Consiste en ir contemplando a Jesucristo con los ojos del alma, al mismo tiempo que se van pronunciado las palabras más nobles de la Revelación divina: el Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria al Padre. Por el Rosario pasan todas las bendiciones que Dios tiene preparadas para la Iglesia y para cada familia y persona individual. Si solamente recitamos las palabras y no contemplamos los misterios de la vida de Jesucristo estamos celebrando a medias el Rosario. Cuando desde niños aprendemos a hacer mal una cosa tenemos la tendencia a repetir ese error a lo largo de la vida. Eso puede suceder con el Rezo del Santo Rosario. Si desde que eres niño, el maestro de piano no te enseña a colocar bien tus manos y a utilizar correctamente los dedos, nunca llegarás a ser un gran pianista. Te acostumbraste a tocar el piano de manera incorrecta. Si te enseñan a rezar de manera incorrecta el Rosario con el correr del tiempo lo dejarás de lado.

Es de trascendental importancia que en la familia los padres enseñen a sus niños a celebrar el Rosario contemplando los misterios de la vida de Jesús. Más vale rezar un misterio en el que se contempla a Jesús, que cinco en carrera, sin el Señor. La familia debe ser una “escuela” en la que la primera asignatura sea “aprender a orar”. El Rosario es la mejor escuela para iniciarse en la contemplación de la vida del Señor. La lectura y explicación de los textos bíblicos y la recitación pausada del misterio correspondiente son los primeros escalones que nos llevan a mirar a Jesús con los ojos del alma. Como dice la Virgen: Ella es la que enciende en nuestra alma la Llama de Amor de su Inmaculado Corazón. Los cristianos no recitamos fórmulas sino que a través de las fórmulas contemplamos el rostro de Cristo Jesús.

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Un comentario

  • Me ayuda mucho,la explicación que Dios nos da por medio de sus palabras padre Sergio.Eso me ayuda a poner mayor atención y amor a cada palabra pronunciada en cada oración en la meditación del Santo Rosario.

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