LA ORACIÓN DIARIA
Jesús es el modelo de vida del cristiano. El Señor cumple a la perfección la Ley. El Evangelio nos lo muestra en permanentemente oración. En el Padre Nuestro Jesús nos hace ver que cada día debemos “orar”. “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Como cada día debemos comer, así cada día debemos pedir al Padre Celestial el alimento del alma y del cuerpo. En el Diario Espiritual tanto Jesús como María Santísima insisten en la oración diaria en el seno de la familia. Es lo primero que debemos de manera urgentísima renovar en estos “últimos tiempos” para salvar la familia católica. Familia que no ora intensamente todos los días, cae bajo el asedio pertinaz de los espíritus malignos. La venida del Mesías, Cristo Jesús, impone un cambio radical en la manera de orar. Antes de la encarnación del Verbo la oración se dirigía directamente a Dios. Se ofrecían sacrificios de animales ajustándose a los rituales establecidos por Moisés.
Cuando Jesús muere y resucita son abolidos los sacrificios de animales que solamente eran figura del verdadero Cordero que quita los pecados del mundo. Los cristianos ofrecemos a Dios el sacrificio de Cristo en la cruz. No levantamos nuestras oraciones directamente al Padre sino que decimos “por Cristo Nuestro Señor” para recalcar que Jesús es nuestro único y eterno Mediador. Todo lo que pedimos al Padre en el Nombre de Jesús, lo obtenemos. El rosario en familia nos enseña a orar con eficacia y nos lleva a la Eucaristía. El sacrificio del Cuerpo y Sangre de Cristo, la Misa, es la oración por excelencia, la más perfecta y la más poderosa de todas. Es la oración suprema de Jesús al Padre, por eso es la que ciega a Satanás y destruye su poder. Donde no se ora el Demonio se va apoderando paulatinamente de la mente y del corazón de los seres humanos hasta llevarlos al rechazo de Dios y a múltiples perversiones.
Este es el signo más claro de la presencia de los espíritus malignos en los hogares: la frialdad y la indiferencia hacia Dios, el rechazo a Su Ley, y diversas perversiones morales. Sabemos que Jesucristo no reina en una familia cuando en ésta no hay una oración verdaderamente cristiana. Entonces proliferan las supersticiones y el recurso a la magia, la adivinación, el espiritismo, la santería, el vudú, etc. El primer gran deber de los padres de familia es educar a sus hijos para que oren como se debe, no a su manera, sino de acuerdo con las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia. Debemos orar individualmente y también comunitariamente. La oración personal nos lleva a la intimidad con el Padre, Hijo y Espíritu Santo. La oración comunitaria edifica a la familia y a la Iglesia. La oración comunitaria por excelencia es la celebración dominical de la Eucaristía de la que nunca debemos prescindir.
Toda oración cristiana se dirige al Padre celestial por Jesucristo en el Espíritu Santo. El centro de toda oración es Jesús aunque no se lo mencione explícitamente porque Él es el Camino que nos lleva al Padre. En el Diario Espiritual vamos aprendiendo a integrar todas las maneras de orar tanto individuales como comunitarias a la gran oración de la Iglesia: la Eucaristía y el Oficio Divino. Llamamos Oficio Divino al rezo oficial de los salmos encargado a los sacerdotes y religiosos quienes alaban a Dios cada día en nombre de toda la Iglesia y piden por las intenciones y necesidades del Pueblo de Dios. En la oración de la Iglesia participan los ángeles y bienaventurados del Cielo, las almas del purgatorio y los que estamos en la tierra como “viadores” (peregrinos, caminantes) hacia la Patria celestial. La devoción a la Llama de Amor renueva en primer lugar la identidad católica de las familias introduciéndolas en la oración diaria y haciéndolas descubrir la oración tanto personal, familiar, como eclesial.