LOS DEMONIOS ODIAN A LAS MUJERES MÁS QUE A LOS HOMBRES (3)
El propósito de la Llama de Amor es restaurar la familia según el plan de Dios creador. El pecado hirió directamente lo más íntimo del hombre y de la mujer al separarlos de su creador. Satanás infundió en el corazón de Adán y Eva sus propias actitudes para con Dios: ¡No serviré! Así el hombre y la mujer fueron sometidos al poder de las tinieblas. Por el pecado de Adán entró la muerte al mundo. El hombre se volvió contra la mujer y la mujer contra el hombre. Todas las cosas fueron desquiciadas y especialmente la familia. Cada ser humano y las instituciones, especialmente la familia, encontrará su equilibrio en Cristo Jesús. Jesucristo vino a restaurar todas las cosas destruyendo las obras de Satanás. San Pablo en la epístola a los colosenses nos explica cómo somos liberados por Cristo de la esclavitud de los poderes diabólicos. “Así, ya que han aceptado a Cristo Jesús como Señor, vivan unidos con Él, enraizados y cimentados en Él, apoyados en la fe que les enseñaron…Tengan cuidado, no se dejen arrastrar por quienes los quieren engañar…por quienes se apoyan en los poderes que dominan este mundo, y no en Cristo.” (Col 2,6-15).
Por el bautismo fuimos sepultados con Cristo para resucitar con Él a una vida nueva por el poder de Dios. Estábamos muertos por nuestros pecados pero Cristo nos hizo revivir con Él. Despojó a los demonios (principados y potestades) de sus poderes sobre nosotros y los hizo sus prisioneros. Por el bautismo estamos muertos a los criterios del mundo. Por lo tanto “hagan morir en ustedes todo lo terrenal: la inmoralidad sexual, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y la avaricia que es una especie de idolatría”, dejen todo eso: el enojo, la pasión, la maldad, los insultos y las palabras indecentes…ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras para revestirse del hombre nuevo, que por el conocimiento se va renovando a imagen de su Creador. …revístanse de sentimientos de profunda compasión, de amabilidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia, sopórtense mutuamente; perdónense si alguien tiene queja de otro; el Señor los ha perdonado, hagan ustedes lo mismo. Y por encima de todo el amor, que es el broche de la perfección. Y que la paz de Cristo dirija sus corazones, esa paz a la que han sido llamados para formar un cuerpo.”(Col 3,5-17). ¿Por qué motivo infinidad de hogares de bautizados se han vuelto pequeños o grandes “infiernos”? En vez de reinar en ellos la Paz de Jesucristo reina el egoísmo y la división que son el sello de Satanás? Si fueran paganos, no bautizados, sería comprensible.
La familia estaba destinada por Dios a ser un “edén” en el cual el hombre y la mujer gozasen de la amistad con el Creador. Dios bajaba a ese jardín a pasear con Adán y Eva nos dice el Génesis. Para los bautizados el testimonio por excelencia de su condición de discípulos de Cristo es la caridad, el amor. Donde hay caridad y amor allí está Dios. Donde no hay amor no está Dios. Al leer a San Pablo comprendemos que todo ese desastre interior en que se debaten infinidad de familias de bautizados tiene su raíz en la ceguera espiritual. No se dan cuenta de que ese desorden proviene del poder que ejercen los “principados y potestades”, los “poderes” diabólicos sobre los corazones. Cuando no se tiene conciencia del llamado que Dios nos hace en el bautismo caminamos sin brújula. Así vemos que muchos cónyuges en problemas van a buscar el consejo en maestros y terapeutas “que se apoyan en los poderes que dominan este mundo”, y no en Cristo (Col 2,6-15). Y nos encontramos con terapias matrimoniales totalmente alejadas del plan de Dios, algunas tan absurdas y destructoras como las que hacen del sexo lo esencial. Proponen intercambio de parejas, tríos, relaciones homosexuales, autocomplacencia, etc.
En vez de buscar el agua límpida en las fuentes de la vida eterna la buscan en cisternas reventadas, llenas de lodo, como dice el profeta Jeremías (Jer 2,13). El fracaso de tantas familias proviene de los pecados cometidos por los cónyuges antes del matrimonio. La bendición de Dios se aparta cuando los novios como Adán y Eva rechazan el plan de Dios sobre sus vidas. Repiten el pecado de Adán: ¡no serviremos! ¡No nos someteremos a la Ley de Dios! Viene entonces el amor libre, las relaciones prematrimoniales, los anticonceptivos, el aborto, las relaciones prohibidas, etc. Y con el pecado las consecuencias de las que nos habla San Pablo en colosenses. Y la que más pierde como siempre es la mujer, que queda herida y humillada. La Llama de Amor nos pide que protejamos a los hijos de la influencia de los ideólogos del neopaganismo que quieren imponer por todos los medios la cultura de la sexualidad desenfrenada como una victoria y un derecho. Este es uno de los principales combates del Inmaculado Corazón de María contra el dragón infernal. De nosotros depende en gran parte la victoria.