LOS PRINCIPALES ATAQUES DIABÓLICOS A LA FAMILIA
Cuando leemos el Diario Espiritual podemos quedar sorprendidos de la cantidad de veces que de manera directa o indirecta se menciona a Satanás. Esto puede molestar a algunas personas que niegan la existencia del mundo de los ángeles caídos. Sin embargo la razón de ser del mensaje de la Llama de Amor es precisamente éste: abrirnos los ojos de la inteligencia para hacernos ver más allá de lo exterior. María Santísima nos lleva a redescubrir el misterio de la iniquidad que desgraciadamente ha sido negado por las ideologías racionalistas y materialistas que reducen la problemática del mal a puras causas temporales. La negación de la existencia de Satanás y sus ángeles caídos ha dañado enormemente la fe y la moral de los cristianos hasta convertirlos en “víctimas” de la ignorancia culpable. Cuando los soldados no ven al enemigo caen prisioneros de su astucia. María Santísima insiste en sus mensajes, desde la Medalla milagrosa hasta Medjugorje en la existencia y acción del Demonio.
En las apariciones de Fátima Nuestra Señora revela la existencia del infierno, de los demonios y de los condenados. Estamos pues sobreadvertidos. No podemos alegar ignorancia. Es prácticamente imposible explicar de manera exhaustiva y ordenada la acción diabólica sobre la humanidad. Quienes tratan de este tema hacen lo posible para ayudarnos a comprender este mundo tan confuso y oscuro. Cada exégeta, teólogo, demonólogo, exorcista, y también el equipo infinito de “charlatanes” tienen su punto de vista. Todos muy respetables. En lo que nos concierne nos contentaremos con dar algunos puntos de referencia que nos podrán ayudar a comprender mejor el mensaje de la Llama de Amor. A mi manera de ver, fruto de una experiencia limitada, el primer y más peligroso ataque del Demonio va contra las facultades del alma: la inteligencia, la voluntad, la memoria. Muchísimas veces cuando he preguntado en los exorcismos: ¿Quiénes son ustedes?, Me han respondido somos demonios “de la inteligencia, de la voluntad, de la memoria”.
Estos espíritus malignos trabajan juntos y tienen un objetivo: embotar la capacidad de creer en Dios y amar a Dios. Oscurecen al alma para que rechace a Dios. Detrás de todos ellos está la fuente o raíz Lucifer. Lo acompañan soberbia, orgullo intelectual, prepotencia, autoidolatría, mentira, rechazo a la Verdad, confusión, duda, incredulidad, rechazo al Señorío de Jesús, negación de la divinidad de Jesucristo, desprecio a toda autoridad divina y humana, negación de la existencia de Dios, rechazo y persecución a la Iglesia (al Papa, a los obispos, a los sacerdotes, a los consagrados) bloqueo intelectual y emocional contra la Palabra de Dios, incapacidad de comprenderla, incapacidad de leerla y de proclamarla físicamente, sordera espiritual, incapacidad de orar, agnosticismo, panteísmo, idolatría, apertura a lo esotérico, a lo oculto, al espiritismo, frialdad para con Dios y las cosas de Dios, rechazo a los sacramentos, especialmente a la confesión y a la Eucaristía, etc, etc.
Podríamos resumir todo esto en una palabra: ateísmo. Cuando los espíritus malignos logran que el alma rechace a su Creador, tienen ganada la partida. El cuidado pastoral de los padres ha de centrarse en primer lugar en proteger la inteligencia de sus hijos ayudándoles desde que son niños a abrirse con humildad a la Fe y al Amor a Dios. Cultivar la virtud cristiana de la humildad es la mejor manera de protegerlos contra la soberbia intelectual que conduce a la pérdida de la Fe. Jesús y María nos dicen en el Diario Espiritual que el arma fundamental para vencer a Satanás es la humildad. El primer ejemplo que los padres de familia deben dar es precisamente este: la humildad.