LA FAMILIA ES UNA COMUNIÓN EN CRISTO

El principal trabajo pastoral de los padres y madres de familia es “crear en el interior de su hogar” una auténtica comunión en Cristo Jesús: la Iglesia doméstica.  Los novios cristianos deberían ir al matrimonio con el ideal de formar una familia según el corazón de Jesucristo. La verdadera familia cristiana es producto de la Fe de los padres:  “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca de la Palabra de vida, — pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y les anunciamos la Vida eterna, que estaba junto al Padre y que se nos manifestó lo que hemos visto y oído, se lo anunciamos, para que también ustedes estén en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Les escribimos esto para que nuestro gozo sea completo. (1 Jn 1:1–4). Podríamos decir que cada pareja tiene el estilo de hijos que su Fe les merece.

Dios está siempre dispuesto a dar a los padres las gracias que necesitan para edificar un hogar que sea SANTUARIO FAMILIAR. Los primeros cristianos “se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones”(Hch 2:42). El propósito de la Llama de Amor es ayudar a los padres de familia a edificar un hogar en el que reine Jesucristo.  Para esto hay que estar conscientes de los requisitos que exige tal designio. Los hijos contemplan a sus padres y asimilan de manera subconsciente los valores que ellos proyectan a lo largo de los años de su formación en el interior de las familias. Los paganos, los que no son verdaderos cristianos, van al matrimonio con su “propia agenda”. Cuando dos discípulos de Cristo deciden formar una familia van al matrimonio con la “agenda de Jesucristo”.

Se someten a su Señor con entusiasmo y alegría porque saben que en el centro de su hogar está Jesucristo dándoles las gracias que necesitan para cumplir el propósito divino. Es necesario recordar que la “familia”, toda familia, es una obra divina. Tiene su origen en el querer de la Santísima Trinidad. No somos los hombres los que hemos inventado la familia; se trata de un “designio divino”: “por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y ambos serán una sola carne” nos dice el Génesis. A realizar este plan de Dios nos llama la gracia de la Llama de Amor.  No debemos extrañarnos de que la familia sea tan atacada. El objetivo de Satanás es suplantar en la mente de los hombres ese designio divino con un estilo de familia que dependa de los criterios humanos. El divorcio va directamente en contra de la voluntad de Dios.

El matrimonio entre personas del mismo sexo es fruto de la perversión del alma y del corazón. La utilización de los anticonceptivos se aparta del designio divino y tiene su origen en la búsqueda del placer como primer objetivo del matrimonio. El aborto es producto del odio a Dios y al ser humano que es su imagen. Los medios artificiales de concebir al hijo que no se puede tener violentan el propósito divino y constituyen una gran injusticia contra los embriones que se desechan. La promiscuidad, el adulterio, proviene de no haber comprendido la vocación matrimonial que hace del hombre y de la mujer una sola cosa en Cristo Jesús. Detrás de todas estas perversiones, nos dice el  Diario Espiritual, está Satanás que quiere reinar en las familias. En definitiva la base del matrimonio según Cristo está en el primer mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, sobre toda las cosas”.

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