LOS PADRES DE FAMILIA TESTIGOS DE LA FE CATÓLICA
(Nota: para mejor comprender este comentario sugiero que vayamos al Catecismo de la Iglesia Católica y estudiemos los números relativos a la Introducción y la explicación del Credo)
El principal testimonio que los padres de familia deben dar a sus hijos es el de una FE CATÓLICA. No se puede comprender el mensaje de la Llama de Amor si nuestra inteligencia y nuestras facultades emocionales están contaminadas por elementos extraños a la plenitud de la Fe. Cuanto hablamos de FE CATÓLICA estamos refiriéndonos al contenido integral de la Divina Revelación tal como nos ha sido enseñado por la Iglesia a lo largo de los siglos. Isabel Kindelmann proviene de un hogar en el que su padre era protestante y su madre católica. Con el tiempo su padre se convirtió al catolicismo. Por el hecho de haberse casado con una mujer de religión católica el padre de Isabel fue repudiado por su familia. El abuelo paterno de Isabel era pastor protestante. A los doce años ella quedó totalmente huérfana y sin ningún lazo familiar. Sin embargo la providencia la llevó a la Iglesia Católica y en contacto con la parroquia fue consolidando su Fe.
Hoy tenemos un gravísimo problema por la gran contaminación de la Fe de los católicos con numerosos elementos que no forman parte de la Divina Revelación ni de la Tradición de la Iglesia. Infinidad de bautizados en la Iglesia Católica no tienen una Fe plena, sino que se llaman católicos sin serlo en realidad porque creen en cosas que están en contradicción con lo que Dios nos ha revelado, o carecen de elementos fundamentales del contenido de la Fe católica. En realidad ser católico implica un dinamismo de la Fe que día tras día se va perfeccionando por la acción del Espíritu Santo que nos introduce como un guía en la Verdad. Siempre estamos convirtiéndonos cada día que pasa en mejores católicos, en la medida en vamos conociendo y viviendo mejor el contenido de la Fe.
Todos debemos tener el Catecismo de la Iglesia Católica (el del Vaticano II promulgado por San Juan Pablo II) y estudiarlo asiduamente hasta el final de nuestras vidas. Mucha gente comete el error de decir: “Soy cristiano”, no soy “católico”. Eso pasa actualmente con muchísimas personas que se imaginan que “ser cristiano” se opone a “ser católico”, como si ser cristiano fuese mejor que ser católico. Es un grave error histórico y teológico. Ya San Ignacio de Antioquía lo decía hace más de mil ochocientos años que no es verdadero cristiano “el que no tiene una Fe católica”. Y es lógico: cristiano significa discípulo de Cristo, pero hay muchas clases de discípulos de Cristo. San Pablo los llamaba “falsos hermanos”. La garantía de ser verdadero discípulo de Cristo está en el contenido de la Fe en Cristo Jesús.
Solamente la Iglesia auténtica y verdadera que está fundada sobre la doctrina de los Apóstoles nos garantiza que la fe que profesamos es la que ellos, testigos autorizados, profesaron. Los que se dicen cristianos no católicos son en realidad “protestantes” porque su Fe no está enraizada en la Fe de los doce Apóstoles. Basta abrir los ojos para darnos cuenta de que esos llamados “cristianos” en realidad profesan multitud de contenidos de la Fe en Cristo (herejías) que no corresponden con la enseñanza de la Iglesia que viene de los Apóstoles. Son miles de miles las “iglesias cristianas” que no tienen ni siquiera “unidad en la doctrina”, ni garantía de que lo que creen venga de los Apóstoles. Creen en Cristo y en la Iglesia “a su manera”.
Para que la Llama de Amor se arraigue en la familia los padres, que son lo guías y pastores, deben crecer en la Fe católica. Deben estudiar, asimilar, comprender el contenido de la Fe. Eso se logra gradualmente con la participación asidua en la vida parroquial y con el estudio personal del Catecismo. Los padres de familia deben estar atentos a salvar a los hijos del proselitismo fanático de los llamados “cristianos” ayudándoles a comprender que donde no está la plenitud de la Verdad no está plenamente Jesucristo. Donde no está la Eucaristía no está la Iglesia. Donde no están los sacramentos hay una enorme falla radical, donde no están ni María, ni los Santos, ni las ánimas del Purgatorio, no está la Iglesia que fundó Jesús. Ni aplausos, ni bailes, ni cantos hermosos, ni sonrisas, besos y abrazos, ni la interpretación personal de la Escritura pueden remplazar el inmenso vacío que deja en el alma la ausencia del Cristo vivo en el Sagrario.