RESTAURAR EN LAS FAMILIAS EL AYUNO Y LA ORACIÓN (2)

Si analizamos atentamente el texto anterior descubriremos el “pensamiento de Jesús sobre el ayuno. El Señor pide una “entrega completa” del alma: ¡Entrégate por completo a Mí! Es un despojarse de los intereses personales egoístas para darse totalmente a la Persona de Jesús. Es lo que espera el “enamorado”: que el otro se le entregue, que se despoje de cualquier otro amor. Se necesita ser “muy humilde” y tener conciencia de la propia pequeñez e impotencia para renunciar a los propios intereses, olvidarlos y asumir los intereses de Jesús. No se debe ayunar con la intención de obtener en primer lugar beneficios personales, aunque estos sean muy laudables: liberación, sanación interior. El objetivo del ayuno es la entrega total de sí mismo a Jesús, el resto viene por añadidura. El tiempo del ayuno va inseparablemente unido a la oración. Es un grave error privarse del alimento y emplear el tiempo que “sobra” en otras cosas: ver televisión, conversar banalidades, leer, dormir, chatear, etc.

Se ayuna orando y para orar. El Señor pide dos días específicos en este pasaje: Jueves y Viernes. Pide que nos privemos de todo otro alimento que no sean “pan y agua”. Pide un ofrecimiento del ayuno, en este caso “por doce almas sacerdotales”. El jueves: la Eucaristía; el viernes: su Pasión. Cada uno de estos días pide cuatro horas de adoración en su divina presencia. No dice frente al Santísimo Sacramento; sino “en Mi divina presencia”. Mucha gente no podrá ir a la Parroquia, sin embargo todos podemos recogernos ante la presencia del Señor.  Son cuatro horas de “reparación por las muchas ofensas que he recibido”. El ayuno es un acto de reparación, de expiación por los pecados, en primer lugar de los propios, de la familia, del mundo entero. El viernes, desde el medio día hasta las tres de la tarde le pide que adore su Sagrado Cuerpo y su Sangre Preciosa. ¿Cuánto dura este ayuno?: “hasta la hora en que mi Sagrado Cuerpo fue bajado de la cruz”.  ¿Qué consecuencias trae este ayuno? ¡Gracias extraordinarias! Jesús le pide a Isabel que ayune y ore de esta manera durante doce semanas  por las doce almas sacerdotales para obtenerles “gracias especiales”.

Este tipo de ayuno Jesús lo pide específicamente a Isabel y en las circunstancias propias del caso: los doce sacerdotes. Más adelante, en el ORDEN DEL DÍA, para el lunes Jesús le pide que ayune por las almas del purgatorio para que “cuanto antes puedan contemplar” su Rostro. Se trata de el “ayuno estricto” (a pan y agua todo el día). Esta petición no es sólo para Isabel, sino para todos: “los harás públicos: “Quien ayuna a pan y agua el lunes, librará cada vez un alma sacerdotal del lugar del sufrimiento” (el purgatorio). Y a su vez, “quien practica esto, recibirá la gracia de ser liberado del lugar de las penas antes de que transcurran ocho días después de su muerte”. El ayuno trae alivio a las almas del purgatorio y trae para quien ayuna un gran beneficio. También en el ayuno del lunes se une la oración: la vigilia nocturna. Jesús pide a todos que cada noche nos levantemos y durante dos horas intercedamos por los moribundos, las almas del purgatorio, los sacerdotes.

Más adelante, Isabel nos cuenta: “…al terminar yo nueve días de riguroso ayuno” me habló de esta manera (DE 12-7-1962): “¡Invítame a tu mesa huésped a tu modesto desayuno!…”no pongas cara aburrida porque tendría que creer que lo haces de mala gana por Mí. Trae tus debilidades a Mí. ¡No creas que esto no es meritorio!…” La sierva de Dios ha aprendido a ayunar, y ahora lo hace a pan y agua durante nueve días seguidos. Ayuno y mortificación van juntos. La mortificación consiste en ofrecer al Señor en sacrificio la renuncia de aquellas cosas que nos dan satisfacción espiritual o corporal. Mortificación viene de “muerte”. Dar muerte en nosotros a aquello que desagrada a Dios: las pasiones propias de nuestra concupiscencia.

El ayuno no es algo “separado”, “aislado”, sino que es como un “tiempo fuerte” del proceso permanente que todo cristiano debe vivir: llevar la cruz de Cristo. Jesús le pide ahora a Isabel una nueva mortificación: “Quita todo lo que dé sabor a tus comidas, hija mía, porque sólo así seré tu huésped. Lo que es sabroso para ti, me lo puedes ofrecer. Por eso si quieres convidarme, busca lo que a Mí me agrada” (DE 20-7-1962). El ayuno cristiano no es como el ayuno musulmán del Ramadán. Los musulmanes después de ayunar todo el día sin comer ni beber, en la noche celebran comiendo y bebiendo alimentos muy ricos. Los cristianos estamos llamados a ayunar para mejor llevar la Cruz de Cristo, que es la fuerza de Dios, el poder de Dios, la Sabiduría de Dios (1Cor 1,17b- 2,10).

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