Toda familia es LA SALVACIÓN Y SANTIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE SUS MIEMBROS


Según el mensaje del Diario Espiritual de la Llama de Amor, toda familia debe convertirse en un SANTUARIO. Es decir un lugar en donde el Señor Jesús reine y esté presente como lo que Él es: Nuestro Dios y Señor. Lugar en donde se lo adore, se le dé gracias por los beneficios recibidos, se lo invoque pidiendo las gracias que necesitamos, se le pida perdón y ofrezca reparación por las ofensas que le inferimos. La familia debe ser pues como un templo en el que Dios habite. En muchísimos hogares esto no se da. Por ignorancia o por descuido el Señor está ausente en muchísimas familias. Esta ausencia de Dios trae gravísimas consecuencias para esos hogares, especialmente para la salvación de las almas. Donde no reina Dios, sabemos quién está: Satán, el tentador y acusador; el que es homicida desde el principio y padre de la mentira. La finalidad de toda familia es LA SALVACIÓN Y SANTIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE SUS MIEMBROS. Esa es la misión de los esposos y padres de familia.

En primer término los cristianos se casan para ayudarse mutuamente a salvar sus almas y santificarse. Si Dios les concede hijos su principal deber es la salvación y santificación de su prole. El resto viene por añadidura. Cuando no se cumplen las condiciones para que Jesucristo sea el Señor del matrimonio y de los hijos, no tenemos un hogar verdaderamente cristiano. No realiza la misión y función que le ha sido encomendada por Dios. La base sobre la que se construye el hogar cristiano son la Palabra de Dios y los Sacramentos, especialmente el Sacramento del Matrimonio. Infinidad de parejas no están unidas por los vínculos santificadores de los sacramentos. Además, para gran tristeza muchos de los que se casan por el sacramento del matrimonio viven como si no lo hubieran recibido. Si la familia está en crisis es porque Jesucristo no está presente, vivo y actuante entre los cónyuges. Han llegado a unirse por diversas motivaciones entre las que podríamos citar el amor sensible o sexual, prestigio social o económico, o por circunstancias de conveniencia. Quienes no se casan por el sacramento entre los católicos es porque no tienen una Fe viva. Tienen miedo a fracasar y quedarse atados por la indisolubilidad del matrimonio sacramental. En realidad ignoran la verdadera finalidad del matrimonio y el inmenso poder del organismo sacramental que los llevaría a la santidad. El miedo y la ignorancia de lo esencial del matrimonio llevan a muchas a contentarse con la «unión civil».

Esta ausencia de la Gracia de Dios en la pareja,( puesto que la unión de hecho y el matrimonio civil caen dentro del rango de la fornicación), es una puerta abierta para la acción diabólica en la familia. Los hijos son concebidos en estado de pecado grave. En ese tipo de matrimonio Cristo no está presente en las relaciones entre los esposos; no hay Gracia de Dios. En el matrimonio cristiano el hombre representa a Jesucristo y la Mujer a la Iglesia. Se trata de una real proclamación ante el mundo del amor de Cristo para la Iglesia y de la Iglesia para Cristo.  Es un testimonio. El matrimonio no es un invento de los hombres sino que es revelado por Dios en las sagradas escrituras: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y ambos serán una sola carne, dice el Génesis. Cristo lo hace Sacramento, es decir: productor de Gracia de Dios. Cantidad de personas están rotundamente equivocadas al considerar la acción diabólica como algo «externo». La reducen a manifestaciones físicas que les dan miedo o a fracasos económicos, o a la desesperación que sienten al enfrentarse a un misterio que amarga sus vidas como sucede en las posesiones.

La gran acción diabólica es llevar a las personas a VIVIR EN PECADO MORTAL. Lo más temible es la capacidad que tiene Satanás de confundir la «mente» o «inteligencia» del ser humano para hacerle aceptar el mal como si se tratase de un bien, para hacerle rechazar el bien como si se tratase de un mal. Eva, frente a la serpiente, «perdió la cabeza» y «perdió todo», «perdió el Cielo». A eso se reduce en último término la acción del Demonio: apartarnos de Jesucristo. El resto es puro adorno. En la vida de Isabel Kindelmann vemos esto de manera palpable. El Demonio se acerca a ella con astucia para confundirla y arrastrarla a hacer algo diferente de la voluntad de Dios. Esa es la acción diabólica fundamental: apartarnos de la voluntad de Dios. Un matrimonio que no santifica a los cónyuges es un matrimonio fracasado, igual que un sacerdocio que no santifica al sacerdote es un fracaso.

Comparte la Llama de Amor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *