LA LLAMA DE AMOR NOS DEFIENDE CONTRA LOS ATAQUES DE SATANÁS

El Demonio ataca tres potencias del alma: INTELIGENCIA, VOLUNTAD Y MEMORIA para llevarnos al caos espiritual, moral, físico, económico y social. Proteger de la acción satánica las tres potencias del alma debe ser nuestro principal interés. La INTELIGENCIA tiene un objetivo: que conozcamos a Dios; la VOLUNTAD, que lo amemos con todo el corazón y la MEMORIA que nos mantengamos conscientes de la obra de Dios en nuestra historia personal. Si el Demonio las confunde entonces caemos bajo su dominio. Si tenemos Fe en el poder de la oración, comprenderemos la eficacia de la Llama de Amor para cegar a Satanás: “¡Velad y orad!” para no caer en tentación (Lc 22,40). Al orar repitiendo ininterrumpidamente en el interior de nuestra mente y de nuestro corazón la jaculatoria “Derrama el efecto de gracia de tu Llama de Amor sobre toda la humanidad” … la Virgen bloquea la acción diabólica en la inteligencia, en la memoria y en la voluntad. El Demonio no puede entrar y se va quedando ciego. La jaculatoria es una súplica eficaz a la Virgen María solicitando su poderosa intercesión. La intención de Satanás es apartarnos de los designios que Dios tiene sobre nosotros. 

El Señor nos hizo a su imagen y semejanza, verdaderos hijos de Dios, destinados a vivir en unión de Amor íntima con Él por toda la eternidad.  La vida en esta tierra es pasajera y en el Plan de Dios estos pocos años han de servirnos para ganar los méritos de los que gozaremos en la vida eterna. Satanás quiere volver miserable nuestra existencia sobre la tierra e impedirnos entrar en la Vida Eterna. ¿Cómo podemos defendernos contra ese astuto y perverso enemigo? Es necesario tomar conciencia de nuestra realidad y de la realidad del Demonio. Hay una infinita distancia entre los demonios y nosotros. ¿Quiénes somos nosotros? ¿Quién es el Demonio? Nosotros somos hijos de Dios, infinitamente amados por nuestro Creador, que es nuestro Padre Celestial. Tan amados que Dios entregó a su propio Hijo a la muerte y muerte de Cruz para arrancarnos de las garras del enemigo infernal. Tenemos por lo tanto de nuestra parte todo el poder de Dios para vencer a Satanás. ¿Quién es el Demonio? Una simple criatura. Peor aún, una criatura fallida, envilecida, vencida, dependiente totalmente de la voluntad del Padre, repudiada por Dios y sometida por entero al poder de Jesucristo.

 A partir de estas premisas debemos organizar nuestra vida para salir vencedores de los ataques del Maligno Enemigo. Es cierto que el pecado de Adán abrió la puerta al Demonio para establecer su reino de las tinieblas sobre este mundo y sobre el hombre, pero Cristo nos rescató. El Demonio solamente reina sobre aquellos que se le someten. ¿Cuál es nuestra estrategia para vencerlo? ¡Adherirnos a Cristo! ¡Renunciar a Satanás y seguir a Jesús! Eso lo hicimos el día de nuestro Bautismo. ¿Qué pasó entonces? Rechazamos a Satanás y a su reino de miseria y tinieblas. Fuimos engendrados a una Nueva Vida y configurados con Cristo: desde entonces somos hijos de Dios en el Hijo. Nuestra alma fue sellada con la imagen de Cristo, el Padre imprimió en ella el carácter sacerdotal de su Hijo. Se nos dieron las tres virtudes teologales: LA FE, LA ESPERANZA Y LA CARIDAD; las virtudes morales infusas: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. La Trinidad Santísima vino a habitar en nosotros por medio del Espíritu Santo con sus siete dones: SABIDURÍA, ENTENDIMIENTO, CONSEJO, FORTALEZA, CIENCIA, PIEDAD Y TEMOR DE DIOS. Se nos dio la posibilidad de crecer en gracia y en méritos produciendo los doce frutos del Espíritu Santo: Caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, mansedumbre, fe , fidelidad, modestia, continencia y castidad. Pasamos a formar parte del Reino de Dios, Reino de la Luz. Además la Madre Iglesia nos entregó la divina revelación contenida en las Sagradas Escrituras y en la Tradición. Como Madre Espiritual nos guía con su Magisterio para que podamos comprender de manera correcta la Palabra de Dios. Nos enseña que los Diez Mandamientos son el camino recto que nos lleva al Cielo.

Cristo nos dio los siete sacramentos por medio de los cuales somos fortalecidos en el camino hacia la Vida Eterna. Especialmente la Eucaristía y el perdón de los pecados, la oración y el ayuno, mantienen nuestra alma sana, libre y fuerte contra el mundo de las tinieblas. Tenemos de manera especial la poderosa intercesión de Maria Santísima y de los Santos y la protección de los Ángeles. Estamos pues pertrechados con todos los elementos necesarios y sobreabundantes para vencer al Demonio. Nuestra gran defensa contra los falsos poderes del Demonio es la FE viva, iluminada, en Jesucristo, que nos permita utilizar todos los medios a nuestra disposición. Una de las armas frecuentemente usadas por Satanás es infundirnos miedo, para paralizarnos y someternos. Nos hace creer que él es poderoso, que es el rival de Dios, que tiene mucho que darnos, que él es el dueño de este mundo. ¡Puras mentiras! Satanás ni es poderoso, ni es grande, ni es el rival de Dios, ni es dueño de este mundo, no tiene nada que darnos más que sufrimientos terribles. Por eso lo primero que debemos hacer es rechazarlo con el poder de Jesucristo. Hay que despreciarlo, desenmascararlo como mentiroso, hipócrita y falsario. Cuando se siente humillado y despreciado, entonces huye. Pobrecitos aquellos que confían en el Demonio y le sirven y lo adoran, serán desgraciados en este mundo e infinitamente desgraciados en el otro para toda la eternidad.

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