María Santísima está pidiendo el ayuno y la oración.
Esta práctica tan importante en la tradición cristiana ha terminado por desaparecer del modo de vivir de los católicos. Fueron suprimidos por diversos motivos los ayunos de Cuaresma, y de otros tiempos litúrgicos. Igualmente la obligación de la abstinencia de los viernes. En el horizonte del católico medio, el ayuno y la abstinencia de carne es algo ausente. Igualmente la palabra penitencia. Nuestra Señora está pidiendo que tomemos conciencia de la importancia de la práctica del ayuno y nos invita a implementarlo como un instrumento de conversión personal y familiar y como ayuda a las benditas ánimas del purgatorio y para nuestra victoria en el combate espiritual contra Satanás. El proceso de convertir a la propia familia en un SANTUARIO en el que Jesucristo sea el Dueño y Señor de todo es un camino «penitencial», es decir es un camino de «despojamiento» y de «renuncias». El Señor invita en primer lugar a los padres de familia a renunciar a hacer «la propia voluntad» para asumir y hacer la «voluntad de Dios». Esto sin ninguna duda comporta una gran «penitencia».
El cambio de conducta está lleno de sufrimientos que se convierten en ofrenda que hacemos a Dios en reparación de nuestros pecados. Por ejemplo: Dejar el alcohol, dejar de fumar, dejar el juego, dejar la adición a las telenovelas y demás diversiones vacuas, dejar la costumbre de ofender al cónyuge con palabras violentas y gritos, renunciar a la vanidad en el vestir, renunciar a amistades perniciosas, etc. etc. ¡Cuesta! Comenzar a orar juntos en familia es una gran batalla porque no todos aceptan renunciar a sus aficiones para dar a Dios el tiempo que le corresponde. Cuando se comienza el camino de la Llama de Amor debemos prepararnos para estos combates diarios contra el príncipe de este mundo que quiere «reinar en la familias» para conducirlas a la condenación eterna.
La Evangelización de todos los miembros del hogar se impone y caemos en lo que Jesús nos dice: que los de nuestra propia casa se convierten en nuestros enemigos cuando tratamos de anunciarles la salvación y poner en práctica la Palabra del Señor. En vez de considerar esta situación como algo malo o destructivo debemos mirarla como una «gracia de Dios» que nos permite participar en los sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo. El proceso de convertir la familia en un Santuario varía de familia a familia. En algunos hogares es rápido; en otros es lento; en algunos prácticamente imposible por la oposición frontal y marcada de algunos. No debemos desanimarnos. Dios tiene su tiempo, su hora, su minuto, su segundo para botarnos del caballo y quitarnos las escamas de los ojos. En todos los hogares este proceso significa dolor porque siempre hay que renunciar a cosas que nos agradan mucho pero que se oponen a los designios de Dios. Por eso tenemos muchos méritos ante el Señor cuando abrazamos con generosidad su designio de salvación para nuestra familia. Todo sufrimiento tiene une gran recompensa.
Madre de Dios y Madre nuestra derrama el Efecto de Gracia de tu Llama de Amor sobre toda la humanidad ahora y e n la hora de nuestra muerte amén