Novena de Navidad
Comenzamos la novena de preparación a la Navidad y de todo corazón los invito a propagar la gracia de la Llama de Amor. Jesús es la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María. En cada familia católica debe encenderse esta Llama para transformar los hogares en santuarios luminosos que abrasen este mundo que está siendo devorado por las tinieblas. La Virgen nos pide que no convirtamos la Navidad en la proclamación de Santa Claus sino en la proclamación del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. El mundo dominado por las tinieblas no quiere que Jesús sea conocido por los niños ; fabricaron ese monigote vestido de rojo como símbolo de una falsa Navidad vacía de sentido cristiano. Se trata de que todo mundo pueda comprar regalos y alegrarse, pero sin Cristo. Así no se molesta ni a judíos, ni a musulmanes, ni a los ateos, ni a nadie. Lo que importa es el dinero. Lo que vale es vender. Lo que importa es celebrar ¿a quién? No sabemos a quién.
Queridos hermanos, tomemos conciencia de ese enorme disparate que consiste en unir la idea de Navidad con Santa Claus. En primer lugar es una caricatura irreverente de San Nicolás de Bari y en segundo lugar no hay ninguna relación evidente entre Santa Claus y el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Tomemos la decisión de que en el seno de nuestros hogares lo que brille sea Jesús en el pesebre. Hagamos esta novena con nuestros niños, ya que Navidad es por excelencia la fiesta de los niños. Que nuestros pequeños esperen la llegada del Niño Dios y no la llegada de un ilusorio y absurdo trineo que surca los cielos cargado de regalos, y conducido por un no menos absurdo viejillo que baja por la chimenea con un bolso repleto de chucherías. A eso se ha reducido la Navidad en la mente de infinidad de niños, que más tarde adultos, no entenderán nada del Misterio de la encarnación de Jesucristo. Los cristianos debemos serlo de cuerpo entero. Es necesario que reclamemos la Navidad.
En los siglos anteriores los niños cristianos veían el pesebre en la Iglesia y en su casa; los villancicos hablaban del nacimiento del niño Jesús, los ángeles en el cielo cantaban la gloria de Dios. Hoy los niños captan por las películas navideñas, los programas de televisión y los teléfonos inteligentes que la Navidad es una Navidad sin Cristo. El más grande Misterio de la Fe, la encarnación del Hijo de Dios, está completamente vaciada de su contenido evangelizador. ¿Quién va a devolver a la Navidad su verdadero sentido? ¿Quién más que los cristianos? Pues manos a la obra: que en el interior de nuestros hogares el centro de la Navidad sea el Niño Dios. Hagamos el pesebre y pongámoslo en el lugar más importante de la casa. Que no sea ni el árbol, ni Santa Claus, el centro de nuestra Navidad. Aprovechemos este tiempo santo para evangelizar a nuestros niños. Que ellos esperen con un corazón abierto, no los regalos materiales, sino el mejor regalo que Dios Padre nos ha dado, su Hijo Jesucristo.