CARTA No.274: LOS DEMONIOS DE HOMOSEXUALIDAD PENETRAN EN LAS VIOLACIONES A NIÑOS
Queridos padres de familia, les comparto otra experiencia relativa a niños.
Juancito tenía nueve años. Vivía en una casa muy modesta con sus padres y cinco hermanos en un barrio popular. Su abuelo tenía su negocio en la casa de al lado. Los empleados entraban y salían. El niño estaba un día jugando solo en la entrada. Al fondo del patio estaba la familia. Un trabajador de su abuelo, viendo al niño sin compañía, lo metió en el servicio higiénico y en un instante lo sodomizó. Amenazó a Juancito con matarlo si decía algo. Con el correr de los años el niño se fue manifestando retraído, rebelde, violento. En la adolescencia comenzó a juntarse con otros muchachos del barrio y pasaba las horas en las calles platicando con ellos. Allí aprendió a fumar, a beber y se inició en las relaciones homosexuales. La familia de Juancito no era particularmente piadosa. Sus padres vivían en concubinato, juntándose y separándose en medio de pleitos. En el interior del hogar riñas y divisiones entre hermanos. La presencia de Juan en el interior de su casa generaba grandes problemas. Él era ya abiertamente homosexual. Sentía el rechazo de sus hermanos. Se comenzaron a oír ruidos en el tejado; Juan comenzó a tener visiones de un hombre negro que se le presentaba cuando estaba dormido, más tarde lo vio en pleno día, después veía a demonios pequeños que se paseaban en el interior de la casa.
La familia estaba aterrorizada por lo que sucedía ya que no sólo Juan experimentaba esas presencias sino otros miembros del hogar. Cuando inicié las oraciones de liberación él tendría unos dieciocho años. Las primeras sesiones fueron muy violentas. Hubo necesidad de amarrarlo a un fuerte silla. Se hizo presente en primer lugar el demonio Asmodeo. Dijo que había entrado en Juan cuando fue violado. Igualmente se presentaron otros demonios que se llamaban a sí mismos: homosexualidad, lujuria, fornicación, deseos impuros, pornografía, promiscuidad. También estaban los demonios de violencia: Belcebú, Leviatán. A medida que los exorcismos avanzaban los demonios se iban debilitando. Juan, por un tiempo, dejó de lado a sus amistades homosexuales y se vio un gran progreso. La familia empezó a orar y a frecuentar la iglesia. La voluntad de Juan, sin embargo, no era muy sólida y dejaba pasar el tiempo entre exorcismo y exorcismo. Cuando regresaba después de varias semanas los demonios se habían fortalecido considerablemente. Los amigos homosexuales que lo rodeaban le pedían que regresara con ellos. Juan se dejó llevar y abandonó las oraciones. Tristemente se hundió en ese mundo de la homosexualidad. Desde hace años no lo he vuelto a ver.
Podemos aprender mucho de este relato. En primer lugar que los niños son muy vulnerables. No podemos descuidarlos, ni aún en el ambiente familiar. De hecho las estadísticas dicen que es en el seno de la familia donde se dan los mayores abusos infantiles. Algo muy importante a tener en cuenta es que cuando hay relaciones sexuales de por medio los demonios penetran en la persona abusada. Si un niño ha sido vejado es necesario hacerle inmediatamente oraciones de liberación y darle no sólo un tratamiento psicológico. Las oraciones son super importantes para expulsar la presencia de los espíritus malignos e impedir que se arraiguen en la víctima. La familia que vive de verdad la fe se convierte en un hogar moralmente ordenado. Cuando no hay una figura paterna responsable por ausencia del progenitor o por madresolterismo, y es la mujer la que debe hacer de padre y madre, los niños son más susceptibles a las tendencias homosexuales. La oración en familia es una grandísima defensa contra la acción de los espíritus malignos, especialmente el rezo del Rosario de la Llama de Amor. Es indispensable enseñar a los niños a orar, a invocar a la Virgen María, a protegerse de otros niños y adolescentes ya pervertidos que buscan corromperlos. No podemos favorecer la mentalidad que favorece la homosexualidad. Es totalmente destructiva para las personas que la practican. Debemos abrir los ojos y darnos cuenta de que detrás de los pecados contra el sexto mandamiento están los espíritus malignos de lujuria. Quien vence a la homosexualidad y al lesbianismo en la Virgen María, especialmente con la devoción a su Llama de Amor.