CARTA No.259: RECOMENDACIONES PARA ORAR CON LA LLAMA DE AMOR (11).
La raíz profunda del poder de Satanás sobre las personas, las familias, las comunidades, las naciones, el mundo entero, es el pecado. La acción diabólica se fortalece en la medida en que las personas están atadas voluntariamente a sus pecados personales y sociales. El camino de la sanación y liberación espiritual comienza cuando la persona descubre su pecado, acepta que ha ofendido a Dios, se arrepiente sinceramente, pide perdón y ofrece al Señor reparación. Es tan poderoso el arrepentimiento que los demonios huyen, salen de la persona, cuando ésta pide perdón a Dios por haberlo ofendido. Ni siquiera es necesario dar órdenes a los espíritus malignos para que se vayan. En la medida que la persona va pidiendo perdón a Dios, en voz alta, por sus pecados, los demonios en ciertas ocasiones se van yendo de manera perceptible por medio de eructos y vómitos. El primer efecto de gracia de la Llama de Amor en el alma es el humilde y doloroso reconocimiento de haber ofendido al Señor. La ceguera espiritual consiste en no ver, no darse cuenta, no comprender que estamos ofendiendo a Dios cuando actuamos de cierta manera.
El Demonio actúa cegando la inteligencia, la conciencia, para que estas facultades sean incapaces de ejercer un juicio moral correcto sobre nuestros actos. Así se abre la puerta a la presencia y acción de los espíritus malignos en las personas. Se ofende a Dios fríamente, violando sus leyes, pasando por encima de su voluntad, despreciándolo, rechazándolo. En el Diario Espiritual encontramos el constante llamado de Jesús y de María al arrepentimiento de los pecados y a la reparación. Los demonios de sordera y de ceguera espiritual son los más peligrosos porque impiden en primer lugar escuchar la voz de Dios y concomitantemente ver el mal. En la parábola del sembrador la semilla, la Palabra, cae al borde del camino. El corazón está duro. La palabra no se comprende. “El Maligno viene y arrebata lo sembrado en el corazón” (Mt 13,18-19). Sordera y ceguera atacan con frecuencia de manera física a los oídos y a los ojos. Sobre todo atacan el interior: la mente, el corazón. El empecinamiento en el pecado es el fruto de la acción progresiva y cada vez más poderosa de los espíritus malignos de sordera y ceguera. Vemos cómo las personas se van hundiendo testarudamente en el mal, en el vicio, en el pecado. Sobre todo en el orgullo intelectual que las lleva al ateísmo frío y recalcitrante. Para aceptar la gracia de la Llama de Amor y comprender sus efectos es necesario “hacerse como niños” (Lc 10,21).
El efecto de gracia actúa iluminando la mente para aceptar que hemos pecado y tocando el corazón para pedir con arrepentimiento el perdón que nos sana y salva. En las páginas del Diario Espiritual encontramos en numerosos pasajes la insistente invitación y exigencia tanto de Jesús como de María para que reconozcamos nuestros pecados y hagamos penitencia de ellos. Sin reconocimiento y arrepentimiento del pecado no puede haber sanación ni liberación de la acción diabólica. El sacramento de la reconciliación es absolutamente indispensable para que los espíritus malignos sean quebrantados, debilitados y expulsados. Los espíritus malignos de sordera y ceguera espiritual han vendado las inteligencias y endurecido los corazones. Ejemplo: el aceptar el aborto como un derecho humano, igualmente reconocer la homosexualidad en todas sus formas como un valor, pretender que el hombre tiene autoridad para manipular a su antojo los procesos de la vida humana, hacer a Dios a un lado, negar su existencia y convertir a la humanidad en dueña y señora de todo cuanto existe, etc. La jaculatoria de la Llama de Amor es como una corriente de agua pura que va lavando la inteligencia y el corazón de todas las suciedades que los espíritus malignos les van depositando. La Virgen nos enseña a orar permanentemente desde el interior de nuestro ser. Esta oración constante en el interior del alma es el punto de partida del efecto de gracia que cegará a Satanás.