CARTA No.254: RECOMENDACIONES PARA ORAR CON LA LLAMA DE AMOR (6)
Íntimamente unido al sacramento de la reconciliación está el sacramento de la comunión eucarística. El Cuerpo y la Sangre del Señor es el alimento por excelencia, el más importante para la vida del discípulo de Cristo. En el Evangelio, especialmente en el capítulo sexto de San Juan, y en la última cena, Jesús nos habla del Pan de Vida. Jesús no nos ha dejado solos. Se ha quedado con nosotros en cuerpo y alma, sangre y divinidad, por el sacramento de la Eucaristía, fuente de la Vida Eterna. Ésta consiste en que “te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado Jesucristo” (Jn 17,3). La Virgen dice que la Llama de Amor de su Inmaculado Corazón es su Hijo Jesucristo. Siendo la Eucaristía el cuerpo y sangre de Jesús, es decir su sacratísima persona, debemos tener muy en claro que la devoción a la Llama de Amor se centra por completo en la comunión eucarística. Comer el cuerpo y beber la sangre de Cristo. Adorar a Jesús presente en la sagrada hostia. Vivir de manera consciente el misterio del sacrificio eucarístico es vivir la gracia de la Llama de Amor. Si examinamos bien el Diario Espiritual caemos en cuenta de que toda su dinámica se centra en la Eucaristía.
El “efecto de gracia” que se derrama sobre “todos los pueblos y naciones” por las súplicas de la Virgen y de la Iglesia es el misterio de la Redención (DE 16-9-1963). Pedimos a María que por su poderosa intercesión se salven todas las almas. El problema más grande que enfrenta la Iglesia es la pérdida de la fe en la presencia real de Jesucristo entre nosotros bajo las especies de pan y de vino. La incredulidad ante el sacrificio de Cristo Jesús. De aquí vienen todos los males y el poder de las tinieblas sobre infinidad de bautizados. El comienzo de la sanación y liberación de las almas, de los cuerpos, de la sociedad y de la humanidad entera está en la fe viva en Jesucristo crucificado y resucitado, presente en las especies eucarísticas. La oración que Jesús da a Isabel ciega a Satanás porque proclama el misterio de la comunión al cuerpo y sangre de Cristo. “Que nuestros pies vayan juntos, que nuestras manos recojan unidas, que nuestros corazones latan al unísono, que nuestro interior sienta lo mismo, que el pensamiento de nuestras mentes sea uno, que nuestros oídos escuchen juntos el silencio, que nuestras miradas se compenetren profundamente fundiéndose la una en la otra y que nuestros labios supliquen juntos al Eterno Padre para alcanzar misericordia para toda la humanidad” (DE 4-5-1962). ¿Habrá una forma más perfecta de explicar los frutos de la comunión al cuerpo y sangre de Jesús? El mensaje dado a Isabel Kindelmann es totalmente actual y va a la raíz del problema que enfrentan los cristianos y la humanidad entera: la falta de fe plena, total, actuante en la Eucaristía.
El protestantismo dinamitó el corazón de la Iglesia al negar el sacrificio de la Misa y la comunión al cuerpo y sangre de Cristo. Destruyó la unidad eucarística. No existe ningún daño más grande que éste inferido a la Iglesia. El trabajo por excelencia de los que nos esforzamos por tener la fe católica y apostólica es ayudar a los bautizados a descubrir el misterio de Cristo palpitante entre nosotros por el Sacrificio Eucarístico y su presencia real en los signos sacramentales. Ninguna oración de liberación es más poderosa que la permanente vivencia de la comunión eucarística. Quien vive el seguimiento de Cristo centrado en la comunión a su cuerpo y sangre sale victorioso de todas las asechanzas del enemigo maligno. Por ese motivo la Devoción a la Llama de Amor se convierte en la oración de liberación por excelencia. Jesús es el que sana las enfermedades del alma y del cuerpo; Jesús es el que expulsa a Satanás. La eucaristía ciega a Satanás. En la medida que las almas viven inmersas en el misterio de la presencia real de Cristo son fuertes ante el Demonio. Cuando las parroquias y las Diócesis y la Iglesia Universal pongan como prioridad pastoral la vivencia eucarística y la adoración al Santísimo Sacramento se dará la derrota de Satanás profetizada por la Virgen María en el Diario Espiritual. Orar para que las almas sean liberadas de Satanás con la Llama de Amor significa llevarlas a los pies de Jesús sacramentado. Allí está el que libera del poder de las tinieblas.