CARTA No.199: Sigo con la pregunta de Carlos de México:
¿Por qué es importante hablar de estos temas que no aparecen en el Diario Espiritual?
Respuesta: La Virgen nos pide que edifiquemos el Santuario familiar. “No te olvides: tu principal trabajo misionero seguirá siendo tu propia familia. …Tu familia es el punto de partida de tu misión” (DE 25-8-1962). No basta orar para edificar el Santuario familiar. Es necesario luchar contra la acción del enemigo. La Virgen pone en las manos de cada uno de los integrantes de la familia el “instrumento” de su Llama de Amor. La edificación del Santuario es obra de todos, desde los más pequeños hasta los más ancianos, pero de manera especialísima es obra de la acción de la Virgen María. El Santuario familiar es el Reino de Cristo en el interior del hogar. Solamente la poderosa intercesión del Inmaculado Corazón logra que la familia se entregue de corazón al servicio de Jesucristo. Es cierto que cada uno debe edificar su propio Santuario interior y que todos juntos deben ponerse de acuerdo para edificar el Santuario familiar. Esto implica la lucha y la victoria contra “la impiedad y los deseos mundanos” (Ti 2,11-12), es decir contra Satanás, el mundo y la carne que son los tres enemigos de la santidad cristiana de la familia. En el Diario Espiritual está bien claro que el cegamiento de Satanás es fruto de la poderosa acción de la Madre de la Iglesia que nos lleva a su Hijo. La mirada del discípulo debe estar puesta en su Maestro: “Que nuestros pies vayan juntos, que nuestras manos recojan unidas…”.
Edificar el Santuario Familiar es en primer lugar imitar a Cristo, cultivar en la propia vida y en la vida familiar las virtudes de Jesús. El poder de las malas inclinaciones y de las pasiones de la “carne” según San Pablo es el gran campo de batalla
de los discípulos. La misión que Dios da a los padres de familia es la de evangelizar y conducir a la santidad a los suyos. Ese pastoreo espiritual sobre los hijos debe ser constante. Aunque los hijos se hayan emancipado de la tutela paternal y fundado su propio hogar, los padres conservan esa gran responsabilidad de cuidar su vida espiritual. Si los padres hacen su pastoreo con gran discernimiento se darán cuenta de que en la vida propia y en la vida de los hijos actúan los demonios y sus servidores los hechiceros. Quieren arrastrar las almas al pecado y destruir la paz del hogar. Contra ellos se vuelve el poder de la Madre de la Iglesia para cegarlos. Hay otro campo muy difícil de explicar con claridad y que es preciso tener muy en cuenta: el de las almas de los difuntos que por permisión de Dios, de diversas maneras, se hacen presente en las personas y en los hogares. En este terreno actúa de manera especialísima la Virgen María derramando sobre las almas sufrientes su piedad misericordiosa. Es una realidad: las almas influyen sobre nosotros.
Tenemos en el Diario Espiritual (13 Oct. 1962) una alusión: Isabel nos comparte su experiencia. “Sentí en mi alma un alivio indescriptible…mi alma se sumergió en la felicidad inconmensurable del alma que llega a la presencia de Dios”. La Virgen le dice: “Las almas sufrientes deben sentir ellas también el efecto de gracia de la Llama de Amor de mi Corazón maternal”. Al ejercer su pastoreo, los padres de familia inevitablemente se encontrarán con esta doble realidad: la acción del mundo diabólico (demonios y maleficieros) y la del mundo de las almas sufrientes. Necesitan estar preparados para que puedan orar apropiadamente y no cometan el error de atribuir a los demonios lo que es producto de la acción de las almas y viceversa. Yo solamente puedo hablar de mi experiencia personal. La comparto con la intención de que los padres de familia puedan servirse de ella para el pastoreo de su pequeño rebaño. Podemos quedar desconcertados, no saber qué pensar ni qué hacer, cuando en el espacio del hogar y en nuestros seres queridos se dan fenómenos que están más allá del campo de la psicología científica. No existe literatura seria a la que se pueda recurrir. Desgraciadamente este campo está lleno de charlatanería en la que campean ofertas mágicas, espiritistas, orientalistas (budismo, yoga, tantra, zen, elucubraciones parapsicológicas, etc.) que en vez de ayudar a los cristianos a situarse correctamente, los empujan a la confusión o al paganismo. En los próximos comentarios seguiremos profundizando en este tema.