CARTA No.200: ¿Cómo podemos los padres de familia distinguir y enfrentar estas presencias o acciones para ayudar a nuestros hijos?

Respuesta: En realidad este mundo que nos rodea es muy complejo. Para simplificar y ayudarnos a comprender lo que sucede en el combate espiritual de las familias podemos reducir a tres categorías estas acciones que nos afectan negativamente. La acción de los demonios, la acción concertada de brujos y demonios, y la presencia de almas que viven su purgatorio en variadas circunstancias y que pueden influenciar nuestra vida de múltiples formas. No es fácil poner claridad en este mundo que no vemos ni controlamos pero que podemos sentir y discernir con la ayuda del Espíritu Santo. Hablemos primero del tema más importante para dejar el resto a ulteriores comentarios. Decimos que la gran responsabilidad de los padres consiste en el permanente pastoreo sobre los hijos: defender y alimentar su alma, conducirlos por el Camino de la santidad cristiana. Todo esto sin olvidar el pastoreo que los padres de familia deben ejercer el uno sobre el otro para su propio crecimiento espiritual. El paso más importante es prevenir que los hijos sean víctimas de la curiosidad y de la ingenuidad. Este mundo oscuro indefectiblemente se acercará a los niños y con mayor razón a los adolescentes y jóvenes para invitarlos a entrar en contacto y a partir de allí poder más fácilmente dañarlos.

Muchos niños son asediados por presencias sutiles, sobre todo de noche, durante el sueño o en la oscuridad. Cantidad de niños ven, conversan y juegan con amiguitos imaginarios que resultan ser “duendes” (espíritus malignos o almas de niños muertos sin bautismo y consagrados a Satanás). Otros son agredidos emocionalmente por entes espirituales negativos. Por ese motivo es indispensable proteger la habitación donde duermen. Algunos compañeritos pueden invitarlos a juegos mágicos, sigue internet y todas sus ofertas de espiritismo, magia, hechicería. He encontrado a niños de doce años que se han inscrito en “escuelas de brujería virtuales”. Al menos una niña terminó suicidándose. Es necesario bautizar a los niños desde pequeñitos, lo más pronto posible. El sacramento los defiende, los protege. Utilizar frecuentemente con ellos los sacramentales, especialmente el aceite exorcizado para proteger sus cuerpos inocentes; el agua y la sal bendita para sellar el cuarto donde duermen. En vez de contarles cuentos sin contenido antes de dormir, es necesario orar con ellos y leerles y comentarles pasajes del Evangelio. Los niños merecen todo nuestro respeto. Todo el ambiente de la casa debe ser ordenado en función de la paz de los niños. Hay que erradicar del seno de la familia el recurso a brujos y hechiceros, los objetos de superstición (imágenes de Buda, de dioses orientales, signos esotéricos, ristras de ajos y sábila amarrados con trapos rojos, herraduras de la buena suerte, etc.)

En la medida en que vayan siendo capaces de comprender hay que ponerlos en guardia contra todo lo que sea espiritismo, juegos mágicos, hechicería, invocación de los demonios ( los satanistas están creando grupos para niños en los que se invoca a Satanás). Impedir que consuman películas, programas de TV y de redes sociales en los que se promueva lo esotérico como algo positivo. Las películas diabólicas y de miedo son nefastas. La correcta formación e información sobre la vida cristiana es de primordial importancia para la protección espiritual. Es conveniente que desde pequeñitos aprendan
a llevar los signos de protección dados por el Cielo, tales como el “escapulario” del Carmen, las medallas exorcizadas y bendecidas (en primer lugar el crucifijo, la cruz, la medalla de la Inmaculada Concepcion, llamada también, medalla milagrosa, de San Benito, etc.). La oración diaria (la jaculatoria de la Llama de Amor) será la principal defensa y arma de los niños contra los avances de los espíritus malignos. Los años de la infancia son los más importantes para que los padres de familia puedan formar las convicciones básicas de la fe en sus hijos. Sin ésta, serán víctimas de la acción taimada de los espíritus malignos que siembran sus semillas perversas para hacerlas germinar en los años de la adolescencia y juventud. Es aquí donde la oración personal de los padres de familia sobre cada uno de sus hijos desempeña un papel importantísimo para su salud espiritual y mental.

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