CARTA No.102: ¿Para Ud. cuál es el ataque diabólico más importante?
Francisco José, de Managua, Nicaragua, pregunta: ¿Para Ud. cuál es el ataque diabólico más importante?
Respuesta: este tema lo he tratado en comentarios anteriores que se encuentran en el blog: https://llamadeamor-corpuschristi.org/. Trataré de completar las ideas. El más grave y peligroso ataque de Satanás es la tentación. Consiste en incitar a hacer algo que se aparta de la Voluntad de Dios. Lo tenemos claro en la tentación de Eva y Adán (Gn 3,1-7) y en la tentación de Jesús en el desierto (Mt 4,1-11). Son las tentaciones “clásicas”. Todos los seres humanos somos y seremos tentados. Es inevitable. Se trata de una prueba que Dios permite para que le probemos nuestro amor y recompensarnos si salimos victoriosos (St 1,12). Lo más bello de ese amor de Dios para su criatura es que Él junto a la tentación pone su auxilio para que no caigamos (1 Cor 10,13), Él no permite que la tentación supere nuestras fuerzas. Debemos tener en cuenta que Jesús no solamente fue tentado por el Diablo sino que tuvo que ser “probado en todo” (Heb 4,15), es decir soportó infinidad de sufrimientos que hubieran bastado por sí mismos para apartarlo del designio divino. Él superó las pruebas por nuestro mayor bien, para ayudarnos a superarlas (He 2,18). Debemos tener en cuenta que no todas las tentaciones vienen del Demonio de manera directa, aunque en último término podríamos decir que la mayor parte de ellas tienen su origen en las consecuencias del pecado original y por lo tanto Satanás de manera indirecta está presente.
“Cada uno es probado, arrastrado y seducido por su propia concupiscencia”, dice Santiago (St 1,14), la concupiscencia es la atracción ardorosa que experimentamos en nuestros sentidos hacia lo pecaminoso. Esta tiene su origen en la ruptura del dominio interior que nuestra inteligencia y voluntad tenían sobre las pasiones antes del pecado original. Cuando leemos el Diario Espiritual caemos en la cuenta de que Isabel Kindelmann experimentó cantidad de tentaciones de una gravedad extraordinaria. Como en nuestra naturaleza humana la inteligencia y el corazón van íntimamente unidos y se influencian mutuamente Satanás las ataca para desestabilizarnos y arrastrarnos al pecado. Estudiemos bien el hermoso texto de San Pablo en Rom 7,18-23. Allí podemos encontrar lo que nos pasa frente a la tentación: sentimos en nuestro interior un tremendo desgarramiento. Queremos hacer el bien que deseamos hacer pero no podemos; hacemos el mal que no queremos hacer. La Virgen María en su mensaje del Diario Espiritual nos explica que con la jaculatoria: “derrama el efecto de gracia…” nos da el instrumento para cegar los ataques diabólicos. Si cerramos las puertas de la imaginación, de los pensamientos que nos asaltan, de los sentimientos que nos quieren seducir, de los deseos obsesivos de hacer algo que se opone a la voluntad de Dios, entonces salimos victoriosos.
Ese es el efecto de gracia: cegar a Satanás, vencerlo en su propio terreno. La jaculatoria repetida incansablemente ante la tentación que nos asalta tiene su efecto. El Demonio recibe un golpe contundente. El uso de la jaculatoria es facilísimo de enseñar a los niños. Aprenden así a resistir a las tentaciones desde pequeñitos y más tarde, cuando adolescentes podrán vencer los ataques del maligno. La jaculatoria es una oración fortísima que impetra el auxilio poderoso de la intercesión de la Madre de la Iglesia. En el plan de la Inmaculada todas las familias católicas tienen que convertirse en escuelas de combate espiritual contra el Maligno. Ese es el camino de la Llama de Amor para renovar a la Iglesia y salvar a la humanidad. El ataque diabólico atroz que sufre la familia debe ser detenido radicalmente. No se puede detener con discursos ni terapias. Se tiene que enfrentar en cada hogar con la fuerza de la gracia de Dios. Los padres de familia deben ser los entrenadores experimentados de sus hijos. Aquí está la eficacia de la gracia de la Llama de Amor. Cuando los esposos la utilizan constantemente para superar sus propias tentaciones encuentran la experiencia para volverse maestros y guías espirituales de sus propios hijos. Éstos sabrán combatir entonces las tentaciones.
La jaculatoria repetida incansablemente ante la tentación que nos asalta tiene su efecto.
El Demonio recibe un golpe contundente y con ello debilitamos las tentaciones del enemigo maligno ya que nos fortalece si lo hacemos de manera frecuente.