CARTA No.101: ¿Por qué tanta gente no cree en la existencia de Satanás?
Josefina de México dice: En mi casa todos mis hijos son estudiados, universitarios. Mi marido es médico. Yo soy la única que creo en la existencia del Demonio y de los espíritus malignos. Se burlan de mí. ¿Por qué tanta gente no cree en la existencia de Satanás?
Respuesta: Mucha gente no cree en la existencia de Satanás y de los espíritus malignos porque no han leído las Sagradas Escrituras con humildad y atención. Pueden tener la experiencia de la tentación, de la infestación, de los fenómenos que acompañan la presencia del maligno, y hasta estar informados sobre las posesiones diabólicas pero no comprenden lo que viven y lo que oyen. Les pasa lo que dice el profeta Jeremías: “Oigan esto, pueblo necio y sin seso, tienen ojos y no ven, orejas y no oyen” (Jr 5:21). Ezequiel va más allá cuando los llama “casa rebelde” (Ez 12,2). Los sencillos que no han tenido instrucción adecuada en la Fe están expuestos a “creer” en la existencia del Diablo de una manera supersticiosa. Los que han tenido una educación superior, pero tampoco han asimilado las enseñanzas de la Palabra de Dios, están expuestos a rechazar como “acientífico” la existencia de Satanás y de su reino integrado por espíritus inferiores a él y por adeptos humanos seducidos por sus artimañas. Son los dos extremos. Para llegar a creer en el mundo demoníaco es necesario dejarse iluminar por el Evangelio de Jesucristo. Podemos aceptar la existencia de Satanás y de los espíritus malignos
de una manera errónea, fuera de la visión que el Evangelio nos presenta. Eso no es verdaderamente hacer un acto de Fe.
Las personas que practican el espiritismo como una religión aceptan la existencia del Demonio y de los espíritus buenos y malos. Pero eso no tiene nada que ver con el Evangelio. Esas son “creencias” humanas, puntos de vista puramente culturales. Si de verdad creyesen en la existencia del Demonio abandonarían sus prácticas esotéricas. La Palabra de Dios es la que nos ayuda a situarnos correctamente frente a un misterio que sobrepasa nuestra inteligencia. Leyendo el Evangelio vamos que cantidad de veces se hace alusión directa a Satanás y los espíritus malignos. (Mt 8,31; Mc 1,34; Lc 8,35; Mc 1,22-28; etc.) El Señor constantemente predica el Reino de los Cielos y al mismo tiempo sana a los enfermos del cuerpo y libera de los demonios y espíritus malignos a los posesos. El avance de las ciencias y de posturas filosóficas racionalistas y materialistas han considerado que la Biblia es un libro “no inspirado por Dios” y que su mensaje es mitológico. No responde a la época actual en la que la ciencia experimental es la única respuesta válida a los problemas de la humanidad. La psicológica y la psiquiatría explicarían de manera diferente lo que el Evangelio llama posesiones. Esa postura racionalista se ha infiltrado en la Iglesia por medio de exégetas y teólogos que han declarado que ni los ángeles ni los demonios existen. La Biblia hablaría con el lenguaje de su tiempo y por lo tanto no es válido para el nuestro. Estas posturas han hecho mucho daño, especialmente entre los estudiantes de teología.
Al llegar al sacerdocio quedan en su predicación y catequesis completamente disminuidos. Si el Demonio y el infierno no existen ¿para qué sirve Jesucristo? La existencia de Satanás solamente se puede comprender mirando a Cristo. Nuestra actitud frente a este misterio se resuelve escuchando a Jesús y poniendo en práctica su palabra. Es Jesús quien revela al verdadero Satanás. Lo desenmascara. Destruye su reino y lo aplasta bajo sus pies. La Iglesia en toda su historia ha tenido constantemente la oposición de este oscuro misterio de los ángeles caídos condenados al eterno sufrimiento, alejados de Dios, llenos de odio hacia el hombre. El Inmaculado Corazón de María en el Diario Espiritual nos dice con claridad sobre cómo luchar de manera victoriosa contra el príncipe de las tinieblas y sus secuaces. Las personas que niegan la existencia del mundo Demoníaco son como ciegos que van desorientados por el camino de la vida. Los demonios los atacan y no les oponen resistencia. Son como soldados ciegos que no ven al enemigo. Como pastores que no creen que el lobo exista. Éste entra en el redil y devora a las ovejas. La gracia de la Llama de Amor nos llama a la humildad para creer en Cristo Jesús, poner en práctica su palabra, y beneficiarnos de su victoria contra el príncipe de este mundo.