MARÍA
María Santísima nos dice en el Diario Espiritual que la Llama de Amor de su Inmaculado Corazón es su Hijo Jesucristo quien es Dios verdadero y Hombre verdadero. No podemos ni siquiera imaginar la altísima dignidad que estas palabras representan para María Santísima. María es Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo. Si conocemos a la Santísima Trinidad es porque Jesucristo, el hijo de María, nos la ha revelado. Sin ese acontecimiento estaríamos hoy adorando a infinidad de ídolos creados por la fecunda imaginación humana, o en el mejor de los casos adorando al Dios Uno y Verdadero del Monte Sinaí, terrible y grandioso al mismo tiempo que misericordioso, pero de todos modos lejano. En el corazón de la Revelación de Dios a la humanidad por Jesucristo, está una Mujer, María Santísima. Por obra de su Espíritu Santo el Padre engendra en ese seno santísimo la naturaleza humana de su propio Hijo.
María es auténticamente Madre de Dios porque el hijo que lleva es el Dios verdadero, no una fantasía mitológica. Jesús es la segunda Persona de la Santísima Trinidad. El Diario Espiritual se convierte para nosotros en una invitación para que descubramos la personalidad de María de Nazaret. Los católicos sabemos por la teología tradicional de la Iglesia que María es Madre de Dios, Inmaculada, Virgen antes, en y después del parto, y que está en cuerpo y alma glorificada en el Cielo. Que es nuestra Madre espiritual porque Jesús nos la donó por tal en la hora de su muerte y que ejerce en beneficio de toda la humanidad la función de intercesora ante su Hijo. Estas son unas cuantas pinceladas que tratan de dar la semblanza de la Virgen nazarena.
Cada una de esas palabras contienen riquezas innumerables e incomprensibles para nuestra limitada inteligencia humana. Por mucho que amemos a la Madre de Jesucristo y nuestra, estamos en gran ignorancia de lo que encierran esos títulos que Dios le ha otorgado. Aunque en el Cielo gozaremos al conocer su gloria es necesario que desde esta vida terrenal la Iglesia entera se vaya haciendo consciente del significado de María Santísima para cada uno de sus hijos espirituales. Jesús dice en el Diario de Isabel Kindelmann que viene una época en la que su Madre será conocida y honrada como nunca antes lo fue en la historia de la Iglesia. Eso coincide con la profecía de la Virgen de Fatima: “Al final mi Inmaculado Corazón triunfará”.
Es voluntad del Señor que toda la Iglesia honre a María Santísima y la venere por lo que es: Madre de Dios. Ya estamos viviendo una época mariana que desde las apariciones de la Medalla Milagrosa se va extendiendo sobre la tierra como un manto de amor y de misericordia para los pecadores. Esperemos con gran seguridad que los años que vienen, aunque sea una época de grandes combates contra el Enemigo, serán los años de la Victoria de la Madre de Dios. Por algo la Señora nos da un instrumento infaliblemente eficaz: el efecto de gracia de su Llama de Amor. Es necesario sobrepasar los sentimientos de incertidumbre que tantas profecías alarmistas están sembrando en muchos corazones. La Llama de Amor es un mensaje de serenidad y de éxito para la Iglesia. En medio de las tormentas, la barca de Pedro llega una excelente piloto, la Madre de los pecadores. Las fuerzas del infierno no podrán con Ella.