EL OBJETIVO DE JESUCRISTO Y EL OBJETIVO DE SATANÁS

Dios nos creó para hacernos participar de su propia vida íntima. Este es el objetivo de toda la creación. No somos solamente criaturas sino sobre todo somos HIJOS amados de Dios. No lo somos por naturaleza, sino por regalo de Dios. Sin ningún mérito de nuestra parte el Señor nos llama a participar de su Amor, de su propia vida. Jesús nos habla de esa Vida Eterna que Él ha venido a darnos de parte del Padre. San Juan nos habla maravillosamente de este grandísimo Don de Dios que es la razón por la cual nosotros existimos (1Jn 1,1-5). Dios nos creó con ese sólo objetivo: que experimentemos su infinito amor y que lo amemos con todas nuestras posibilidades: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…”.  Jesucristo se encarnó con ese propósito: abrirnos el acceso a la Vida Eterna que estaba bloqueado por el pecado de Adán. Por el pecado original caímos bajo e poder de Satanás y peor aún, le entregamos el dominio del mundo. Por eso Satanás se considera a sí mismo como el Príncipe y dueño de este mundo. Se siente con derecho sobre nosotros que somos sus esclavos.

 La venida de Cristo al mundo es la peor tragedia que le pudo acontecer al Demonio. Fue derrotado absolutamente en la cruz. Perdió el dominio sobre nosotros y sobre el universo. Su reino de tinieblas ya ha sido destruido. No tiene ninguna posibilidad de victoria. Sin embargo la victoria de Jesucristo sobre Satanás tiene que ser ratificada  y aceptada por cada ser humano para que sea eficiente en su vida. Aunque Cristo haya vencido al reino de las tinieblas cada hombre debe libremente rechazar al Demonio y adherirse a Jesucristo para que la muerte de Jesús tenga efecto sobre su vida. Este es el designio divino. Siendo libre el ser humano, libremente debe aceptar a Jesucristo, libremente debe rechazar el pecado y su esclavitud satánica. La Vida Eterna es nuestro destino pero debemos abrirnos a ese misterio participando en la muerte de Jesucristo. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo” (Jn 17:3). La vida de Isabel Kindelmann se va desarrollando en esta perspectiva: el conocimiento de Cristo. El Señor nos pone a Isabel como espejo para que miremos su ejemplo y tratemos de imitarla. 

En torno a Isabel se da la lucha de Satanás por atraerla a su reino de tinieblas. Hará todo cuanto esté de su parte para esclavizarla. Si Isabel logra zafarse de su terrible malicia es porque Jesús y María están con ella para salvarla. Solamente hay salvación en la medida en que participamos en los sufrimientos de Cristo crucificado. El Diario Espiritual es una escuela para que los padres de familia comprendan, y especialmente las madres, que no hay otro camino de salvación más que el de la cruz. El Demonio es vencido cuando el ser humano acepta con fe y humildad los dolores, los sufrimientos, las humillaciones que Dios le manda para reparar sus propios pecados y los del mundo entero. El engaño del Demonio es hacernos creer que nos salvamos cuando estamos felices y contentos por la posesión de los bienes de este mundo. Su poder sobre nuestras facultades mentales y emocionales es tal que puede confundir la inteligencia para hacernos creer que la cruz, el dolor, el sufrimiento, la pobreza, las humillaciones, etc. de esta vida son un mal.

Aparentemente lo son, pero por voluntad del Dios redentor,  al haberse Jesucristo atado a la Cruz, el dolor, el sufrimiento, las penas de este mundo fueron transformadas en el supremo valor para Dios. El objetivo de Cristo es ayudarnos a aceptar la Voluntad de su Padre respecto a nuestra salvación: no hay otro medio para salvarse más que ser semejantes a Cristo humillado y sacrificado en la Cruz. El objetivo de Satanás es convencernos, obligarnos, engañarnos para que rechacemos la Cruz y busquemos por todos los medios el placer, el saber, el poseer como medios de salvación. La vocación fundamental de la Iglesia es anunciar al mundo entero esta aparente contradicción. La salvación viene de Cristo crucificado.  Por eso la Iglesia es rechazada por aquellos que tienen los ojos del alma cegados por la acción diabólica. Llevar al interior de las familias la luz que viene de Dios es el papel de la Llama de Amor. En definitiva no es algo nuevo, es simplemente el Evangelio olvidado por muchos cristianos. San Pablo nos lo repite en sus epístolas cuando se queja de que muchos bautizados en Cristo quieren vivir según la carne y rechazan a Cristo crucificado. 

Cuando Pablo nos habla de que debemos endosar la armadura (Efesios) nos está hablando del combate que se establece en lo profundo de cada ser humano donde el Demonio suscita el rechazo a la gracia de Dios. Jesús pone en guardia a Isabel, le dice: “Ten cuidado. Ten cuidado, no sea que pierda fuerza du alma. El maligno está continuamente al acecho sin quitar ni por un momento la mirada de ti. Suscita frecuentemente y sin motivo confusión en tu alma porque todavía no ha perdido la esperanza. Que la esperanza de tu alma se alimente del Espíritu de Amor cuya fuerza atemoriza a Satanás. Esta es mi petición y lo que te inspiro que si acoges y haces tuya, hará enmudecer en tu alma la bulla perturbadora del maligno que vocifera al silencio de tu alma” (DE 3-marzo-1964). Uno de los objetivos del Diario es ayudar a los padres de familia a conducir a sus hijos en el camino de la Cruz. Si ellos comprenden que la fuerza del hombre contra los ataques diabólicos está en aceptar con amor y fe la cruz de cada día la Devoción a la Llama de Amor está bien vivida.

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