JESUCRISTO NO TIENE NECESIDAD DE NUESTRA FUERZA

El Señor no tiene necesidad de nuestra inteligencia humana ni de nuestras fuerzas para lograr sus objetivos. Tiene necesidad de nuestra humildad y obediencia.  El objetivo de la devoción a la Llama de Amor es la “salvación de las almas”. La gran tentación de los padres de familia es la de convertirse solamente en excelentes proveedores de los bienes materiales para sus hijos. La expresión tradicional en la espiritualidad católica: “la salvación de las almas” ya no tiene sentido para los mismos católicos. No captan su significado, no valoran su contenido, los deja indiferentes. No comprenden que lo más importante para el Señor es la “salvación de sus almas”. La cultura moderna ha secuestrado la escala de valores cristianos y la ha sepultado bajo el peso de la visión materialista de la vida. La inmensa mayoría de los católicos que fundan una familia lo hacen para satisfacer sus anhelos afectivos. Quieren dar a sus hijos lo mejor que esté a su alcance.

Este “lo mejor” se reduce a lo material: alimento, casa, vestido, educación, religión, un buena profesión, posición social. Y allí basta. La gracia de la Llama de Amor debe producir en la mente de los padres un cambio de valores. Si esa conversión no se da, la Llama de Amor queda reducida a una “devoción más”: rezar el rosario. Y con eso se quedan contentos. Sienten que ya han cumplido. Es más, se catalogan como “excelentes padres de familia católicos”. El objetivo de la Virgen María es convertir las familias católicas “muy frías” en colaboradoras suyas en el gran misterio de la redención. Jesús dice a Isabel: “¡Quieran ustedes tomar parte en mi obra redentora! Que esto sea el FIN SUPREMO de sus vidas, lo más valioso que podrán traer a Mi Presencia. ¡Agarren ustedes cada oportunidad y cada manera para salvar las almas!” “Yo con mi claridad divina al alma que se postra delante de Mí le comunico la inteligencia de mi Divinidad y por ella su mente alcanzará a comprender cuál es Mi eterno anhelo: la salvación de la almas” (DE 15-1-1964).

Se necesita pues una gracia extraordinaria para romper el duro caparazón de materialismo que el mundo, el demonio y la carne han puesto sobre la “mente” del hombre moderno. Esa gracia de iluminación se obtiene postrándose delante de Jesucristo. Ha de darse  un momento trascendental en la vida de los padres de familia: la renuncia a sus propios objetivos “mundanos” para asumir los “objetivos de Cristo”. Es entonces cuando la Llama de Amor da sus frutos más auténticos en el seno del hogar. Se pone como  principal valor la salvación de la propia alma y de las almas del cónyuge y de los hijos. Toma sentido entonces el contenido del Diario Espiritual que a muchas gente al principio le resulta “chocante” porque Jesús y María piden a Isabel Kindelmann constante renuncia a los placeres de esta vida; la llevan por un camino de grandes sacrificios, le enseñan que el dolor tiene un grandísimo valor para la salvación de las almas de su familia. 

Hoy, frente a la avalancha de divorcios, esta lección es de trascendental importancia. Si los cónyuges comprendieran que matrimonio según el Corazón de Cristo tiene por objetivo la santificación de los cónyuges y la salvación de las almas de sus hijos aceptarían con fe los sufrimientos que exige la propia conversión y la vida familiar. El centro de la gracia de la Llama de Amor es Jesucristo crucificado: la redención. Aquí está el secreto del triunfo contra el poder aparente del príncipe de este mundo que amenaza con destrozar a las familias por el divorcio. Si los cónyuges aceptan llevar juntos la cruz de Cristo su matrimonio tendrá éxito: lograrán la salvación eterna de sus hijos; el demonio no los arrastrará a una vida de pecado.

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