LA LLAMA DE AMOR NOS PROTEGE, NOS DEFIENDE Y NOS AYUDA A VENCER A SATANAS (3)

La amistad con Jesús está maravillosamente explicada en el preciosísimo libro de la Biblia llamado “El cantar de los cantares”. Los grandes místicos tanto del judaísmo como del cristianismo han bebido en los seis cantos de amor que lo componen. Debemos leer y meditar este libro para hacernos una idea del amor infinito de Dios por Israel, la Iglesia y cada uno de nosotros. ¿Quién escribió estos poemas tan bellos e inspirados? El Espíritu Santo.  Llegamos a la raíz del amor de Jesucristo para las  almas y de las almas  para con Jesucristo. “Nadie viene a Mí si el Padre no lo atrae” nos dice Jesús. El Espíritu Santo es el puro amor entre el Padre y su Hijo. 

El Padre no desea otra cosa más que su Hijo sea amado infinitamente por nosotros. Igualmente el Hijo solamente desea que amemos a su Padre. “Con el mismo amor con que mi Padre me ha amado os he amado Yo” nos dice Jesús. “Que ellos sean UNO como Tú Padre estás en Mí y Yo en Ti”. “Quien me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará, vendremos a Él y haremos en Él nuestra morada”  (Jn 15,9; 17,23-24; 17,26; Mt 3,17;etc). El acto más trascendental en la vida de todo ser humano es “recibir, acoger, abrirse al Espíritu Santo” que es el Don más maravilloso que el Padre y el Hijo nos puedan dar. ¿Pero quién es el Espíritu Santo? Es la Llama de Amor.  El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una sola cosa: un sólo Dios en tres Personas divinas. Cuando actúan, cuando aman no podemos hacer diferencias entre los Tres.

Cuando la Virgen nos dice que su Hijo es la Llama de Amor de su Inmaculado Corazón nos está expresando un Misterio de Fe que en realidad es la misma Santísima Trinidad porque en el Hijo es el mismo Padre el que se nos entrega, y el Padre es el mismo Hijo que nos es dado por el Padre y el Espíritu Santo es el Padre y el Hijo que nos habitan y actúan en nosotros amándonos y pidiendo nuestro amor. Nuestra pequeña inteligencia no puede comprender este Misterio, así que nos tenemos que contentar con creer en esas palabras del Evangelio y de la Virgen María y experimentarlo en la medida en que Dios nos lo permita en esta tierra. En la eternidad será la felicidad plena.   El Padre y Jesús actúan en nosotros, en la Iglesia y en el universo entero por el Espíritu Santo. Él nos introduce como un guía en la Verdad.  Este Misterio de la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María nos lleva a ver en la Virgen nuestro propio modelo de vida.

Lo que Ella es debemos ser nosotros. Cada uno en particular, la misma familia, la humanidad entera. “Que todos sean UNO como tú Padre estás en Mí y Yo en Ti”.  La Virgen es Inmaculada, es decir, no hay en Ella la menor contaminación de pecado. El pecado es una distracción que nos lleva fuera de lo esencial. La acción demoníaca lo que busca es que no pongamos los ojos en la Trinidad que nos habita por el Bautismo  sino que nos dediquemos a buscar y amar lo que no es Dios. La íntima amistad con Jesús es la protección más grande contra la acción del mundo de las tinieblas. Por ese motivo la “sanación y liberación” de nuestras almas no consiste en primer lugar en luchar contra los demonios y sus secuaces, sino en crecer en el amor a Jesucristo. Es el Espíritu Santo quien “rechaza” desde nuestro interior al enemigo. Si nuestro cuerpo está sano con su sistema inmunológico en plenitud los microbios patógenos no pueden dañarlo.

Si nos fijamos bien el Diario Espiritual nos lleva a centrarnos en Jesús, y a crecer  en su amor (DE 25-2-1964). No nos centra en primer lugar en combatir a Satanás. Es la Virgen la que combate por nosotros: “Yo el Rayo hermoso de la aurora, cegaré a Satanás”. Nuestro verdadero esfuerza ha de ser “crecer” en Cristo Jesús. Conocerlo, amarlo, poner en práctica sus enseñanzas, utilizar los medios que la Iglesia nos da para lograr en plenitud la vocación a la que la Santísima Trinidad nos llama: la Vida Eterna.  La acción diabólica más perniciosa consiste en distraernos y alejarnos de Cristo. Fundamentalmente es la “confusión de nuestra inteligencia y del corazón” para que perdamos el tiempo en cosas banales. Infinidad de hombres y mujeres pierden miserablemente el precioso tiempo que Dios les ha dado.

En vez de dedicarlo a crecer en Cristo y en atesorar para el Cielo las obras de amor al prójimo, lo dedican a perseguir sus quimeras: el poder egoísta, los placeres, las vanidades, los tesoros materiales, la ciencia que llena de soberbia, etc. Cuando venga el Dueño y les pida cuenta de los talentos le dirán: “Señor, yo sé que eres un hombre muy exigente, que pides hasta lo imposible. Por eso me dio miedo, así que envolví el dinero en un pañuelo y lo guardé. Aquí te lo devuelvo todo.”  El rey le respondió: “Eres un empleado malo. Tú mismo te has condenado con tus propias palabras. Si sabías que soy muy exigente, y que pido hasta lo imposible,  ¿por qué no llevaste el dinero al banco? Así, cuando yo volviera, recibiría el dinero que te di, más los intereses.” (Lc 19:12–23). Este mal siervo fue echado fuera, a las tinieblas.

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