El Espíritu Santo es el garante de la Fe de la Iglesia
Lo más importante en la vida del discípulo de Jesús es conocer a su Maestro Jesús tal como la Santa Madre Iglesia, su Esposa, nos lo ha presentado en el Santo Evangelio. Su Persona santísima, sus palabras, los diversos episodios de su vida, el Misterio de su muerte y resurrección, su ascensión a los Cielos, su presencia actuante en la Iglesia a través del Espíritu Santo. No podemos inventarnos un Jesús a la medida de nuestros intereses personales, de nuestra imaginación, de nuestros sentimientos. Sería un Cristo falso y eso trae consecuencias inimaginablemente graves para la salvación de nuestra alma y las de nuestros hijos.
La única garantía de fidelidad a Jesucristo se encuentra en el Magisterio oficial de la Iglesia. NI siquiera podemos seguir a teólogos que se apartan de lo que la Iglesia nos ha enseñado siempre y en todas partes. Desgraciadamente la mayor parte de los que han ocasionado grave daño a la Iglesia falseando la doctrina y la Tradición han sido teólogos y algunos de gran renombre. Para poder seguir a Jesús con fidelidad lo primero que los padres de familia deben cultivar en sus personas y en el seno de su familia es la “humildad cristiana” que nos hace acoger con amor lo que la Iglesia nos enseña como “regla de Fe”.
Si alguna enseñanza se aparta de lo que el Magisterio oficial de la Iglesia nos entrega tenemos que desecharlo porque nos conducirá por caminos equivocados. El Espíritu Santo es el garante de la Fe de la Iglesia. Jesús nos ha dicho que Él estaría siempre con nosotros y que nos dejaría su Espíritu Santo para que nos condujera como un guía en la Verdad. Lo más grave en la vida del cristiano es tener una idea equivocada de quién es Jesucristo. Algunos dicen que Jesús es Dios, pero que no es hombre verdadero. Otros que Jesús es hombre, pero que no es Dios verdadero. La Iglesia nos dice: Jesús es DIOS VERDADERO Y HOMBRE VERDADERO. Por lo tanto cuando “vemos” a Jesús o “pensamos” en Él, estamos viendo a Dios y pensando en Dios. Jesús es hombre verdadero sin dejar de ser Dios. No ha sido fácil llegar a esta claridad porque con el correr de los años surgieron en el seno de las comunidades cristianas ideas que se apartaban de la enseñanza de los Apóstoles.
Fue necesario que el Papa y los Obispos organizaran los Concilios Ecuménicos para clarificar la verdad separándola de los errores. Estas reuniones dieron como fruto los Dogmas o Reglas de Fe que nos protegen de las equivocaciones y nos señalan el camino correcto. Eso se conoce como Magisterio Oficial de la Iglesia. Son las enseñanzas del Papa y de los Obispos. Para conocer el Magisterio de la Iglesia nos vamos al Catecismo Católico. Allí encontramos lo fundamental del contenido de la Fe, garantizado por el Supremo Pastor, el Papa. Los padres de familia deben tener en su casa este Catecismo Católico y estudiarlo constantemente para formarse y poder así formar la Fe de sus hijos.
Para conocer a Jesús vayamos al Catecismo que el Concilio Vaticano II nos dejó. En los párrafos que van de los números 422 al 731 encontramos lo esencial. Allí se nos dice quién es Jesús. Nuestra relación íntima con Cristo se debe construir sobre estas enseñanzas. No hay nada mejor porque se trata de la base correcta. Encima de esas bases podemos construir con seguridad y eficacia, no sobre la arena de nuestras propias opiniones, preferencia o sentimientos. No podemos ser “católicos a mi manera”. Eso sería como decir “yo soy matemático a mi manera”. En los números 464, 465, 466, 467, 468 tenemos un resumen de lo que se llama las herejías cristológicas, es decir los errores acerca de quién es Jesús. Sabiendo cuáles son los errores nos podemos apartar de aquellas concepciones filosóficas, ideológicas, artísticas, religiosas, literarias, científicas, políticas, etc. que desfiguran el rostro de Cristo.
Cuando un niño es formado desde pequeño sobre la verdadera doctrina acerca de Jesús, cuando llega a la escuela o a la universidad, en donde encontrará multitud de opiniones y enseñanzas contrarias a la Fe, tendrá una base sólida para rechazar los errores y seguir fielmente al Señor. Si los padres de familia se contentan con hacer “rezar” a sus hijos y no les enseñan con fidelidad la verdadera doctrina desde que son niños, éstos no podrán resistir los argumentos contrarios. Correrán el peligro de perder la Fe, o se volverán ateos, o quedarán confundidos.
“Católico ignorante futuro protestante”, dice el refrán con mucha razón. Si queremos ser verdaderos católicos debemos estudiar con mucho empeño la verdadera doctrina. En el Diario Espiritual nos encontramos con una madre de familia que apenas llegó al cuarto grado de primaria pero que con su asistencia perseverante a las enseñanzas de la iglesia y su estudio personal de la Palabra de Dios logró una verdadera Fe Católica. Imitemos a Isabel Kindelmann. Dios se sirvió de su humildad para darnos la gracia que vence a Satanás dejándolo ciego.