LA PRINCIPAL LABOR DE LAS TINIEBLAS: OSCURECER EL ROSTRO DE CRISTO

Muchísimos católicos y aún sacerdotes se dejan impresionar por los fenómenos que se dan en las personas posesas o gravemente afectadas por la acción de los espíritus malignos. Contorsiones, gritos, insultos, desvanecimientos, etc. etc. Quedan horrorizados y creen que eso es lo más grave. No, lo más grave en la acción diabólica es lo que no se ve, lo que está en el interior de la persona, de sus facultades más íntimas: la inteligencia, la voluntad, la memoria. Lo más grave no es la posesión diabólica porque el poseso puede ser un gran santo, alguien que ame a Dios con todo su corazón, con todas sus fuerzas, con toda su alma. La posesión no es pecado. Dios la puede permitir en personas inocentes para sacar muchos beneficios espirituales para ella misma o para otras. Muchísimo más grave es el dominio de los espíritus malignos sobre la inteligencia. Como no se ve no se le da importancia. 

Es aquí donde todos debemos unir nuestras oraciones y sacrificios para que los espíritus malignos sean neutralizados en el interior de cada bautizado y de cada ser humano. Los demonios por ser espíritus pueden afectar las facultades de nuestra alma para producir su oscurecimiento. Especialmente atacan la inteligencia o sea la capacidad de conocer la Verdad. El Demonio es el padre de la mentira y de los mentirosos. Al Demonio no le interesa tanto afectar el cuerpo como la mente. Allí concentra todos sus esfuerzos. Lo hace tan astutamente que no nos damos cuenta y no le damos importancia. La inteligencia o la “mente”  es la capacidad que Dios nos ha dado para llegar a Él con lucidez, para valorar todas las cosas desde el punto de vista del Creador, para poder establecer con Él una relación de amor, de entrega, de diálogo. 

Cuando los demonios logran oscurecer la inteligencia, la apartan del Creador y el ser humano queda confundido, centrado en sí mismo o en otros “bienes aparentes”, y lentamente va siendo conducida hacia el sometimiento a los espíritus infernales. Del sometimiento de la inteligencia los demonios pasan al sometimiento de la voluntad. Inteligencia y voluntad están íntimamente unidas, relacionadas. La voluntad y los “sentimientos, emociones, y demás aspectos afectivos” caen bajo el domino de los diversos espíritus malignos hasta que la persona se vuelve una marioneta en sus manos. De allí vienen todos los vicios que rebajan la dignidad del hombre y de la mujer. 

La confusión no es solamente intelectual sino también moral.  Casi siempre la gente “se siente bien” y en consecuencia no mide la gravedad de su situación. El mundo yace bajo el poder de Satanás nos dice San Juan, no tanto por lo exterior de las personas, cuanto por lo interior. El triunfo de Satanás sobre el ser humano se da cuando éste rechaza la existencia de Dios y en el Nuevo Testamento cuando rechaza a Jesucristo o tiene una visión equivocada de quién es Jesús. Todos los esfuerzos diabólicos van en esta dirección: apartar las almas de Cristo, para que no lo conozcan o que lo conozcan mal, de tal modo que no se pueda establecer en las personas el Reino de Cristo. Es muchísimo peor el estado de un ateo que el de un poseso. 

Quien tiene una visión errónea de la identidad de Jesucristo es más digno de compasión que aquellos que están afectados por las diversas intervenciones diabólicas que no afectan la Fe.  El punto fundamental del combate espiritual contra los demonios está en el interior de la mente. En el Diario Espiritual lo vemos con claridad. El Demonio ataca a Isabel en su inteligencia para llevarla a rechazar a Jesucristo. Las trampas que estas “inteligencias espirituales perversas” nos ponen son innumerables. Todas tienen la apariencia de “bondad”. Solamente conoce a Jesucristo quien lo acepta en su totalidad. No conoce a Jesucristo quien acepta solamente una parte de la enseñanza de la Iglesia. Jesucristo es Dios verdadero y Hombre verdadero. Es el único Redentor y Salvador. Es engendrado, como Verbo de Dios desde toda la eternidad por el Padre. Es igual al Padre y al Espíritu Santo. Es el único Camino hacia el Padre. Murió y resucitó. Está vivo, y actuante hoy en nosotros por su Espíritu Santo. 

Quien cree en Cristo  tiene todo lo esencial para salir victorioso del ataque de los demonios. El gran ministerio de los padres de familia consiste en ayudar a su hijos para que reconozcan a Jesucristo como el Señor de sus vidas, su Redentor y Salvador, para que se “rindan ante Él”, lo amen, crean en Él como Dios verdadero y Hombre verdadero, lo sigan como discípulos fieles, ajusten su vida, su conducta a su santísima Palabra, renuncien a todo lo que se opone a Cristo, lo encuentren en el seno de la Iglesia a través de su Palabra y los Sacramentos.  Los demonios van a tratar de que no conozcamos a Jesús o que lo conozcamos mal. No conocer a Cristo deja a las personas bajo el dominio de las tinieblas por muy buenas que sean estas gentes; conocerlo mal limita la acción de la gracia en el interior de los corazones.

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